Entrevista a Marta Peirano En la era de internet, "el enemigo es quien busca ejercer un poder sin responsabilidad"
El ensayo 'El enemigo conoce el sistema' trata de explicar cómo internet y la digitalización de la sociedad, lejos de ser herramientas de democratización, son una máquina de vigilancia y manipulación casi sin que nos demos cuenta. Y esa vigilancia podría llegar a ser utilizada en una crisis para decidir quién tiene derecho a estar en un lugar o a existir.
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Madrid, Actualizado:
Aplaudimos la digitalización de la economía, la inteligencia artificial, las pantallas, las cámaras y los micrófonos por todas partes, los robots y los drones, la ciudad inteligente, los coches inteligentes, los retretes inteligentes... Todo tiene vocación de estar conectado, pero ¿para qué? Si los datos son el nuevo petróleo, ¿por qué son tan valiosos? Un nuevo ensayo trata de desnudar al emperador y mostrarnos qué hay detrás de esta sociedad ultraconectada.
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Nos vigilan, pero no sabemos exactamente cómo y para qué realmente porque vivimos en una especie de distopía en la que sólo nos se nos muestra una capa de la realidad, alerta la periodista Marta Peirano, autora del ensayo 'El enemigo conoce el sistema' (Debate, 2019).
El libro, lanzado esta semana, juega con la idea de que la finalidad de tanta vigilancia digital es recopilar nuestras vulnerabilidades como ciudadanos, analizarlas y tratar de manipularnos. Esta hipótesis plantea que ésa es la forma que tienen los gigantes tecnológicos (en primer lugar) y, al final, los estados, para defenderse ante un futuro que no pinta nada bien.
Para Peirano, estamos entretenidos y ciegos a lo que realmente está pasando, como sucede en la novela 'Un Mundo Feliz' de Aldous Huxley. Así, pone de ejemplo "la política de partidos, que es lo que nos tiene entretenidos, tapa la política real, que es la que nos debería de preocupar". Y denuncia la falta de información en un momento de abundancia de datos.
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"Que los políticos se insulten en el Congreso, algo casi impensable hace 20 años, nos llena la cabeza y ocupa el espacio de las noticias, pero todo eso no es información; necesitamos saber, por ejemplo, que está pasando con el suelo, porque casi todas las migraciones están vinculadas a un reparto del territorio y a verse despojados de sus tierras", lamenta, durante una larga conversación con Público. "No estamos hablando de eso", dice Peirano.
"Mi libro, en realidad, va de la crisis climática", asegura la autora. "Toda la infraestructura que se está desarrollando ahora mismo es de vigilancia absoluta, de modo que se pueda controlar los movimientos de la gente en todo el planeta, en un contexto en el que nuestro planeta es cada vez más pequeño e imprevisible y los recursos son cada vez más limitados".
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"Creo que la vigilancia —de la que no es posible escapar porque es como el 'ojo de Dios'— está evolucionando hacia ahí, a determinar quién tiene derecho a estar en un lugar u otro, a existir", asevera. "No puedes escapar a la vigilancia: satélites, reconocimiento facial, geolocalización de nuestros móviles... Y todo esto tiene que ver con sacar a la gente de donde no queremos que esté".
Internet ya no es lo que nunca fue
Marta Peirano llega a esas conclusiones a través de un volumen de ágil lectura y profundamente documentado —hay quien preferirá la versión electrónica por la enorme cantidad de referencias que aporta—, y que plantea desde sus orígenes cómo ha ido evolucionando internet hasta convertirse en un sistema al servicio del 'enemigo'.
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"Creo que cuando la gente habla de internet está hablando, en realidad, de una metáfora de internet y no de lo que es en realidad". "Creo que la gente no sabe que en los últimos 15 años ha habido un esfuerzo —pienso que deliberado, como explico en el libro— de separar la infraestructura y los protocolos que rigen internet de la 'experiencia' del usuario y sobre todo de la idea que el usuario tiene de internet".
"En esa distancia que hay entre la realidad y la idea, ese espacio se ha rellenado con una serie de metáforas que están diseñadas para ofuscar, como una neolengua, para que uno tenga una idea de internet que no tiene nada que ver con la realidad", comenta la autora.
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"Es muy difícil que la gente exija legislación o regulación para controlar un artefacto que no conoce"
"Por ejemplo, el caso clásico es 'la nube', que nos evoca una especie de nebulosa de partículas de información que flota, nos rodea por todas partes y nos conecta a todos por igual, cuando en realidad son concentraciones de servidores en lugares muy remotos, protegidos por alambres de espinos, metralletas, criptogrtrafía y leyes de propiedad intelectual". "Es muy difícil que la gente exija legislación o regulación para controlar un artefacto que no conoce", apunta.
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Además, la soberanía de la información que circula por las redes importa. Hace unos meses, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reunió con el director de Amazon Web Services, la potente y todopoderosa división de la 'nube' del gigante de la red. Y anunciaba muy ufano la posibilidad de acuerdos para llevar los sistemas de la Administración a la 'nube' de Amazon.
Interesante conversación con @ajassy, CEO AWS @amazon, sobre habilidades digitales para jóvenes y mujeres, promoción de #StartUpNation o digitalización de la economÃa. Y un proyecto innovador: el desarrollo de polÃtica pública de servicios en la nube para la administración #WEF19 pic.twitter.com/sb9g4X1XpD
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) 24 de enero de 2019
"Esto es una irresponsabilidad absoluta", comenta alarmada la autora. "Pese a que es prácticamente imposible vivir hoy en día y no ser usuario de Amazon, tú puedes negarte a ser usuario de sus servicios; pero no puedes negarte a ser administrado por el Estado. ¿De verdad el Estado va a llevar a la administración pública a la 'nube' de Amazon, cuando estamos viendo que la soberanía de esa información quedará en manos de otro Estado que ni siquiera está en la UE? Es una locura".
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Unas capas que no nos dejan ver las otras
"Algo que se ve enseguida cuanto te pones a investigar en qué consiste internet es que tiene muchas capas. En el libro de Benjamin JH. Bratton, The Stack (MIT Press, 2016), que hace el esfuerzo de identificar esas capas y cómo se interrelacionan", comenta Peirano, que añade: "De ese modo, una cosa es la capa de infraestructura que conecta básicamente servidores y terminales —en proporción, casi todo son cables submarinos, pero también se incluye en esta capa las antenas, etc— y otra cosa es el protocolo que las conecta, que es el TCP/IP".
La autora sostiene que existen nuevas 'capas' surgidas tras el estallido de la 'burbuja de internet' a principio de siglo —en forma de aplicaciones— , y que establecieron rápidamente un modelo económico basado en la concentración de muchos datos de tráfico en servidores. "De ahí sale el modelo económico que domina claramente nuestra relación con la web: es el capitalismo de plataformas o de la economía de la atención, convertido en el capitalismo de la vigilancia", afirma Peirano.
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De esta forma, la periodista subraya que para entender cuál es el objetivo de un sistema uno tiene que poder verlo completo, porque "la arquitectura misma del sistema de dice lo que en realidad es, quién es, para quién trabaja". "Una interfaz se interpone entre nosotros y el sistema, de modo que nos hace creer en un sistema que no existe y nos tapa el que realmente es", apunta, "y hay una serie de empresas que se han hecho fuertes haciendo precisamente eso, concentrando poder dentro de ese sistema.
Para cerrar el círculo, Peirano recuerda que "prácticamente todas nuestras actividades —desde el sistema financiero hasta el de salud, nuestro trabajo, nuestras máquinas, incluso la gestión de los recursos— dependen de ese sistema, cada vez más".
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"Uno de los motivos por los que he escrito el libro es porque estamos a punto de dar el salto a eso que llaman las 'smart cities' y a la hiperconectividad del 5G, y en realidad todo eso lo veo como nuevas metáforas que ocultan más vigilancia, más concentración de infraestructuras en menos manos, más control por parte de empresas que no ya no pagan impuestos donde vives, sino que ni siquiera responden a la regulación en los sitios en los que tú tienes derechos".
Pero ¿quién es 'el enemigo'?
Peirano cree que la obsesión con la protección de datos encuerra una trampa que trata de exponer: "Creemos que lo importante son los contenidos... ¡Paparruchas! El contenido no importa, no vale nada, nadie quiere leer tus correos y mensajes, lo que importa son los metadatos". Los metadatos son los "datos que describen datos". Es decir, en un entorno digital, son los datos que se generan en cualquier acción que realizamos con un sitio web, una aplicación, un programa o un archivo multimedia. Registran cuándo cómo y desde donde interactuamos con un sistema. Y constituyen lo más valioso de la economía digital.
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"Todos esos metadatos —con el 5G aumentará esa recogida masiva de metadatos, y se ampliará a datos energéticos, datos de consumo de recursos...—, toda esa información es crucial para nuestra supervivencia en un contexto en el que nuestra verdadera preocupación debería ser la crisis climática", afirma, y añade con una sonrisa: "Está todo muy pensado, lo que pasa es que no lo estamos pensando nosotros porque no conocemos el sistema: el enemigo conoce el sistema".
Para la autora, pues, "el enemigo son multinacionales y países que quieren gestionar nuestros recursos sin tener responsabilidades; es decir, el enemigo es quien quiere ejercer un poder sin responsabilidad, un capitalismo sin democracia. Ése es el enemigo".
"El enemigo son multinacionales y países que quieren gestionar nuestros recursos sin tener responsabilidades
Así, Peirano afirma que "ahora es un momento clave para que Europa se refuerze e invierta en infraestructuras, en una industria radicada aquí y con responsabilidad aquí, en las que los ciudadanos europeos podamos reclamar nuestros propios derechos civiles, que cumplan la legislación". "Esas infraestructuras que no tienen por qué ser 5G", apunta riendo.
"Para que ello suceda", remarca, "es importante entender las consecuencias de entregar tus infraestructuras a una potencia extranjera con ambiciones claramente imperialistas".
El libro de Peirano aporta una visión crítica de la sociedad en red que nada tiene que ver con los mensajes entusiastas de hace años. "No estamos en el mismo momento que hace 20 años, cuando había un plan 'cívico' que consistía en conectar entre sí las universidades, las instituciones, en un espacio común... Ahora lo que yo veo es que hay un plan de dominación, y hay una enorme falta de información".
La autora subraya que la información sobre 'tecnología' que recibe el ciudadano es, fundamentalmente, "un producto del marketing de marcas". "No es información geopolítica, es decir, ¿qué es lo que pasa cuando el 60% de tus infraestructuras pertenecen a un régimen autoritario que está en otro continente?".
Mientras vemos cómo las infraestructuras terminan siendo desarrolladas cada vez más por empresas chinas o estadounidenses, estamos viendo cómo el autoritarismo vuelve a asomar sus orejas en los países democráticos a lomos de una creciente ola de populismo. "Cuando la gestión de los recursos cada vez más finitos está en manos de operadores supranacionales que deciden quién tiene que tener acceso a una cosa y quién no, lo lógico es que derivemos a regímenes autoritarios", razona la autora.
Así se manipula en vivo
En su libro, Peirano recoge una receta que estamos viendo aplicada casi en directo en muchos países, y que está haciendo posible la llegada de extremistas a las instituciones. Una suerte de franquicia de desinformación y polarización que funciona en la EEUU de Trump —el ejemplo paradigmático— y en el Brasil de Bolsonaro, en Hungría (Orban) y en Italia (Salvini), en Francia (Le Pen) y en España (sí, aquí también).
Primero se ataca la integridad de las elecciones menos cuando ganan; luego se deshumaniza a un grupo como, por ejemplo, los migrantes. Luego se forman grupos —ocultos o "privados"— en plataformas que retroalimentan el mensaje basado en el rechazo o el odio a otros grupos (inmigrantes, feministas) en una suerte de "democratización de las tácticas de guerrilla convencional". Por último, se añade la idea de la gran conspiración de los poderes establecidos "como vehículo de destrucción de las instituciones democráticas" y que impregna el debate público: "No hay ningún lugar a donde ir, salvo la tribu".
Esos mensajes, además, se intentan viralizar. Para la periodista, "el lenguaje natural de la destrucción del Estado es el meme, que permite testar y naturalizar conceptos que habían sido rechazados —como el machismo o la xenofobia—en un contexto sin consecuencias, porque es una broma". Quienes critican esa 'Memecracia' (título de otro libro recomendable, escrito por Delia Rodríguez) son neutralizados como víctimas de la corrección social, son "contrarios a la libertad" y calificados como "ofendiditos".
Todo ello se resume en una estrategia: utilizar la libertad y las instituciones para atacar las instituciones y la libertad. ¿Les suena de algo todo esto?