“Las empresas no están todavía preparadas para atender a las víctimas de violencia machista, y menos si tienen discapacidad”
La ONCE y su Fundación atienden a medio millar de mujeres discapacitadas víctimas de maltrato para proporcionarlas un puesto de trabajo
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MADRID, Actualizado:
Las mujeres con discapacidad son un colectivo especialmente vulnerable, mucho más expuesto a la violencia. Las estadísticas sobre esta cuestión, pocas todavía, muestran que el hecho de presentar una discapacidad es un factor que incrementa sustancialmente el riesgo de maltrato.
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Casi una de cada tres mujeres con discapacidad (el 31%) asegura que ha sufrido o sufre algún tipo de violencia física, psicológica o sexual por parte de su pareja o expareja, más del doble que las mujeres sin discapacidad, según datos del Cermi. Y más del 5% de las mujeres asesinadas por violencia machista tenía algún tipo de discapacidad o dependencia reconocidas.
“En España hay cuatro millones de personas con discapacidad, y más del 50% son mujeres; no es difícil por tanto que antes o después tengamos a alguna de ellas en nuestro entorno cercano, y algunas de estas mujeres, aunque todavía se desconoce cuántas, están sufriendo violencia de género”, señala Patricia Sanz, vicepresidenta segunda de la ONCE.
Además, una parte de las mujeres que padecen violencia de género tienen posteriormente alguna discapacidad por el maltrato recibido: por cada mujer asesinada, diez agredidas sufren como consecuencia de la agresión machista discapacidad visual, auditiva o de movilidad.
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Patricia Sanz, que también la presidenta del Observatorio de Igualdad de Oportunidades de la ONCE y su Fundación, señala que “una mujer a la que como consecuencia de los episodios de violencia de los que ha sido víctima, le sobreviene una discapacidad, no sólo tiene que luchar para salir de la situación de violencia en la que está inmersa, sino que además es posible que, por esa la discapacidad adquirida, no pueda seguir trabajando, por inaccesibilidad de su puesto de trabajo o porque su empresa de pronto ‘entienda’ que ya no lo puede desempeñar, aunque la persona, el talento, la capacidad y los conocimientos sigan siendo los mismos”.
Por eso, uno de sus objetivos es lograr que las mujeres con discapacidad que han vivido un pasado de malos tratos puedan acceder a un empleo digno para cerrar definitivamente el círculo de la violencia y salir adelante.
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Un ejemplo es el de Patricia Carmona. Víctima de violencia machista, tiene un 38% de discapacidad por las graves heridas de la agresión que sufrió de su ex pareja cuando aún no había cumplido los 20 años. Ahora tiene 39 años, un hijo de cinco, y colabora con la ONCE aportando su testimonio para que pueda ayudar y sensibilizar a otras mujeres: "Quiero que las mujeres sepan que, aunque sea difícil, se puede salir de ello".
Patricia trabaja en Ilunion, el grupo de empresas de la organización de ciegos, desde hace un año; es su segundo empleo. “Sin un trabajo, no se puede salir de esto; es fundamental. Tienes ingresos y sube la autoestima; lo importante es poder recuperar la fortaleza física y psicológica”, declara.
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A finales de los años 90, cuando sufrió la agresión, no había especialistas para tratar estos casos, y la sociedad no estaba aún concienciada. “Yo percibía y sufría ese rechazo social que había entonces, esa etiqueta que te ponían como víctima”, dice Patricia, que admite que tenía dificultades para contar lo que le había sucedido: “En mi anterior trabajo, lo que conté es que había tenido un accidente de tráfico”.
Aunque la situación ha evolucionado y ha mejorado, Patricia Carmona piensa que “las empresas no están todavía preparadas para atender a las víctimas de violencia machista”. “Las empresas tienen que adaptarse un poco más, porque normalizar el tema laboral es fundamental para que las mujeres puedan normalizar lo demás”, explica esta víctima.
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Si para cualquier persona el trabajo es importante, para una mujer con discapacidad que es víctima de violencia puede ser la oportunidad que le permita escapar de la situación con ciertas garantías de supervivencia económica, y eso es lo que debemos explicar las empresas o entidades”, destaca, por su parte, la vicepresidenta de la ONCE.
Es algo de lo que hace Inserta Empleo, la entidad de Fundación ONCE para la formación y la ocupación de personas con discapacidad, que desarrolla diversas acciones encaminadas a mejorar la empleabilidad de las mujeres víctimas de violencia machista.
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Virginia Carcedo, secretaria general de Inserta Empleo, explica que “en las entrevistas con las mujeres que buscaban empleo, empezamos a advertir, por sus gestos, por su manera de explicar su situación y por otros detalles, que eran víctimas de violencia en su casa; las mujeres raramente cuentan su situación, pero se acaba detectando, por lo que vimos que había que formalizar y establecer un protocolo para estas situaciones”.
La responsable de Inserta Empleo subraya que desde hace un par de años “estamos dando prioridad a las víctimas de violencia machista, son las primeras para evaluar y formar para conseguir que su integración laboral”.
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A estas mujeres se las entrevista para prepararlas un plan de empleo, con el diseño de un perfil competencial, acompañado de acciones de formación; luego, se les busca un puesto de trabajo en una empresa; y, una vez colocada, se hace un seguimiento de su situación. En muchas ocasiones, es necesario estar en contacto con la empresa para que víctimas puedan acogerse a medidas que faciliten su protección (favorecer un traslado o adaptar su horario laboral, por ejemplo), o evitar que sean penalizarlas por ausentarse de su puesto de trabajo debido a los malos tratos o por cuestiones judiciales.
Inserta Empleo, de la de Fundación ONCE, ha logrado que unas cuarenta víctimas hayan sido contratadas por empresas
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Inserta trabaja con más de cuatro mil empresas; y con casi un centenar de las más grandes tiene firmados programas de contratación de personas con discapacidad. “Es un trabajo de colaboración, de explicar y contar el caso de la mujer afectada; y si la empresa está sensibilizada, es posible encontrarle una ocupación”, dice Virginia Carcedo.
En su base de datos figuran unas quinientas mujeres víctimas de violencia machista (un centenar con medidas de protección, y el resto sin ellas). Y han conseguido en el último año que alrededor de cuarenta de ellas hayan sido contratadas. “Estamos utilizando el empleo para que la mujer se sienta empoderada y mejore su situación”, declara.
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Una de esas empresas que han empleado a víctimas de violencia machista es Ilunion, que agrupa a las de la ONCE y su Fundación (donde trabajan unas 35.000 personas, de las que un 40% tiene discapacidad, y alrededor de un 54% son mujeres). Su directora corporativa de RRHH y Medios, Paola del Rio, señala que en la empresa se trabaja en dos ejes: sensibilización de las plantillas, e inserción de víctimas discapacitadas. “Hay que crear un entorno, un nido protector”, subraya.
Paola del Río asegura que los casos de víctimas de violencia machista reciben "un tratamiento especial y personalizado". "Se entrevista a la persona por los responsables de selección de la zona en la que se encuentre, que analiza su situación, dónde puede encajar y si necesita formación", explica.
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De ese modo, en el último año, según la responsable de RRHH de Ilunion, han dado empleo a ocho víctimas de violencia machista. "Nos han llegado los casos de ocho mujeres, y hemos logrado dar un trabajo a las ocho. Hemos conseguido el 100%", subraya.