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Libro electrónico Esta mujer inventó el 'ebook', pero nadie le hizo caso y el mérito se lo llevó un hombre

Patentó en 1949 un libro mecánico para facilitar el aprendizaje de los alumnos, pero nadie quiso materializar su idea, que podría haber revolucionado la educación. En el 125º aniversario de su nacimiento, esta es la historia de la inventora Ángela Ruiz Robles.

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Ángela Ruiz Robles, inventora de la Enciclopedia Mecánica.

madrid,


Antes uno no era nadie hasta que salía en la tele. Hoy, si no te dedican un Doodle, parece que tampoco. Ángela Ruiz Robles tuvo el honor de ver su imagen plasmada en el logotipo temporal de Google hace cuatro años, aunque desde su muerte en 1975 su labor ya había sido reconocida por diversas instituciones españolas. ¿Pero qué méritos tenía y sigue teniendo esta maestra para ser objeto de homenajes? La invención, entre otros artilugios, del primer libro electrónico, que pasó sin pena ni gloria por estos mundos de dios Franco y terminó siendo atribuida a otro.

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No cabe duda del valor de Michael Hart, el empresario estadounidense que empezó a convertir en 1971 obras de dominio público en archivos de texto electrónico. La biblioteca digital del Proyecto Gutenberg está hoy compuesta por unos 60.000 ejemplares de uso gratuito, desde Homero hasta Shakespeare. Obviamente, tratándose de su país, tampoco podían podían faltar la biblia ni la Declaración de Independencia de Estados Unidos, el primer volumen que engrosó sus fondos, escrita por él mismo en un ordenador.

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Ante la imposibilidad de enviarla por e-mail a muchos destinatarios a la vez, decidió digitalizarla para que pudiese ser descargada. La creación de su ebook fue producto de la impotencia. Es decir, cuando trataba de salvar un escollo se le encendió una lucecita en el cerebro. Así concibió el libro electrónico el hijo de una criptógrafa reciclada en profesora de matemáticas y de un contable que luego impartió clases sobre la obra de Shakespeare.

Michael Hart estaba en el momento y en el lugar adecuados: el centro de procesamiento de datos —que contaba con una red interna, predecesora de internet— de la Universidad de Illinois, donde obtuvo el título de Interfaz Hombre-Máquina en solo dos años. Luego se dejó las yemas de los dedos tecleando más de trescientos libros, incluido el Kamasutra, hasta que se sumaron algunos voluntarios que hicieron más llevadera su frenética mecanografía.

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Todo un personajazo: de músico callejero en San Francisco a un tío desprendido que no se enriqueció con su invención, sino que llevó una vida austera. Vestía camisetas compradas en mercadillos de segunda mano y se alimentaba a base de alubias en conserva. Aunque la warholiana lata de Campbell's sea un icono pop, la dieta pierde encanto si nos imaginamos a un señor de Castellón comiendo únicamente fabada Litoral.

En realidad, a Hart le encantaban las moras y las frambuesas silvestres, pero también disfrutaba fabricando sus computadoras, radiocasetes y otros cacharros con materiales de desecho. Ahí está la clave: él decía que no tenía mérito haber inventado el ebook cuando había crecido rodeado de libros y aparatos electrónicos, algo que siempre agradeció a sus padres, a quienes les arregló la cadena musical por primera vez a los ocho años.

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Devoto de la filósofa Ayn Rand y profesor de Texto Electrónico en la Universidad Benedictine de Illinois, reconocía la suerte de haber tenido acceso a los equipos informáticos cuando era estudiante. Como él mismo dijo en una entrevista, parafraseando a Boris Lermontov en la película Las zapatillas rojas, ni siquiera el mejor mago del mundo puede sacar un conejo de una chistera si no hay un conejo dentro.

El suyo ha parido 60.000 crías, como corresponde a alguien cuyo único propósito era difundir gratuitamente la obra de autores clásicos —cuyos derechos han expirado— entre los lectores que lo deseasen. No podía imaginarse algo más gratificante que su Proyecto Gutenberg, al que calificó como el primer ejemplo, si bien primitivo, de la revolución neoindustrial. "Es tan potente como la bomba atómica, pero todo el mundo puede beneficiarse de él".

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La Enciclopedia Mecánica de doña Angelita

Al césar lo que es del césar y Ángela Ruiz Robles lo que es de Ángela Ruiz Robles, cuya creación era más rústica, pero una maravilla para la época. Hablamos de 1949, cuando sus alumnos cargaban con un quintal de libros, por lo que su enciclopedia pretendía quitarles un peso de encima. El ingenio consistía en una caja donde introdujo las materias de las asignaturas, en varios idiomas, que podían leerse gracias a un sistema de bobinas. Además, contaba con abecedarios para escribir oraciones y disponía de una luz que permitía usarlo a oscuras.

La Enciclopedia Mecánica de Ángela Ruiz Robles, precedente del ebook. / FUNDACIÓN TELEFÓNICA

Su intención era popularizar su Enciclopedia Mecánica, lo que ahorraría costes y algún dolor de espalda. Para ello, habría que producirlo en serie y usar materiales económicos y ligeros como el plástico, pues el prototipo —construido en el Parque de Artillería de Ferrol, por entonces del Caudillo— era de cobre. Sin embargo, pese a que durante años siguió pagando la patente, nadie le abrió la puerta a su idea. Hasta llegó a escribir una carta para pedirle apoyo a Franco, quien estaría enredado con asuntos más marciales.

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Lo que hoy sería un ebook o una tableta, además de la lectura y el cálculo, también posibilitaba la escritura, lo que unido a las ilustraciones hacían el aprendizaje más atractivo para la chavalada. Algo sabría ella sobre cómo enseñar a los niños, pues fue directora de la Escuela de Gordón (León) y maestra en la parroquia ferrolana de Santa Uxía de Mandiá, donde obtuvo la plaza. Allí se quedó a vivir doña Angelita, concretamente en la capital, aunque dejaría las clases en la aldea por otros centros educativos.

Pasó por la Escuela Obrera, cuya matrícula era gratuita, y por el Colegio Ibáñez Martín, que dirigió hasta su jubilación. Maestra de día y escritora de noche, todavía le quedaba tiempo para sus inventos: no sólo fue la precursora del libro electrónico, sino que también diseñó una máquina taquimecanográfica y un atlas científico-gramatical, porque creía que España se podía aprender de otra forma —con letra, pero sin sangre—, a partir de la sintaxis, la morfología o la fonética. Estas tres creaciones reflejan sus intereses, plasmados en obras como Ortografía castellana y Taquigrafía martiniana abreviada moderna.

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Ángela Ruiz Robles, precursora del ebook, con sus nietas. / CPEIG

De hecho, Ruiz Robles se estrenó como profesora de taquigrafía, mecanografía y contabilidad mercantil en la Escuela de Magisterio de León, donde había estudiado previamente. Nacida en Villamanín en 1895, consideró necesario que había que adaptar la enseñanza al nivel de cada alumno —sobre todo en aquellos tiempos, donde en un aula podían confluir estudiantes de diversa edad y formación— y universalizarla —el libro mecánico podría suponer un ahorro—, lo que evidencia su carácter progresista.

"Es un personaje fascinante desde muchas perspectivas. Hoy es evidente que se puede almacenar la información, aunque entonces supuso un gran avance", subraya Juan José Moreno Navarro, catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad Politécnica de Madrid. "Parecerá obvio, pero debemos contextualizar su logros en aquella época, donde una mujer tuvo que pelear con un montón de hombres para sacar el proyecto adelante desde un pueblo de Galicia".

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Estudiar en casa sin profesores

Doña Angelita, como la llamaban sus alumnos, posa rodeada de varones. La instantánea, tomada en Ginebra durante la Exposición Internacional de Invenciones y Nuevas Técnicas de 1968, muestra que es la única mujer galardonada entre los inventores españoles. "Sin embargo, a ella le costó llegar hasta ahí mucho más que a todos los que aparecen en la foto. Y si lo logró fue gracias a su tenacidad y a la convicción de que hay que luchar por las buenas ideas", añade Moreno Navarro, un admirador de la creadora leonesa.

Ángela Ruiz Robles, en la Exposición de Invenciones de Ginebra.

No fue el único premio que recibió durante la dictadura. Antes de presentar su ebook, en 1947 le concedieron la Cruz de Alfonso X el Sabio por su labor social y su innovación pedagógica. Luego una ristra de reconocimientos, entre los que destacan las medallas de plata y bronce otorgadas en las exposiciones de Sevilla, Zaragoza y Bruselas por su inventiva. "Si técnicamente su libro mecánico estaba muy bien realizado, desde un punto de vista pedagógico fue un progreso increíble para la época. Incluso hoy se ve más claro".

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No es necesario que el catedrático de la Facultad de Informática especifique a que se refiere con ese "hoy", tiempo de encierro y teletrabajo impuesto por el coronavirus. Los estudiantes podrían haber usado su ebook solos y en su propia casa, sin que fuese necesaria la presencia de un docente. "Ahora lo entendemos a la perfección, aunque hace un par de meses quizás no", añade Moreno Navarro, diputado del grupo parlamentario socialista en la Asamblea de Madrid desde 2015.

"Si su libro electrónico y su manera de trabajar fuesen puestos en práctica, la educación española hubiera dado un salto adelante. Antes, si querías profundizar en una materia, la única fuente de información era la enciclopedia de la biblioteca", afirma el profesor de la Politécnica de Madrid. Infelizmente, su pizarra interactiva se quedó en un prototipo, que presentó ante autoridades, colegas y, por supuesto, alumnos. En una de ellas, describía las ventajas del artilugio, como recoge la monografía Ángela Ruíz Robles y la invención del libro mecánico, editada conjuntamente por los ministerios de Economía y de Deportes.

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"No tiene páginas. Tiene materias que van en bobinas como máquinas de fotografiar o el mismo cine y esas pueden ser igual en japonés que chino, que ruso, que francés o italiano. Puede llevar sonoridad, tiene la posibilidad del cristal aumentado y las piezas son intercambiables. Y todo queda del tamaño de un libro corriente y de facilísimo manejo", explicaba la inventora, quien recalcaba que el peso de cuatro kilos se reduciría una vez industrializado.

Carnés de Ángela Ruiz Robles, inventora del ebook o libro electrónico. / FUNDACIÓN TELEFÓNICA

Ruiz Robles también pensaba en el dinero, pero en el buen sentido. En 1936, en A Coruña triunfó el golpe de Estado y le abrieron un expediente por ayudar económicamente a las familias de los maestros encarcelados tras la Revolución de Asturias. Tras su sencilla alegación ("No me pareció que fuese nada malo el atender a los niños") y las numerosas muestras de apoyo y declaraciones a su favor, el caso fue archivado. Así, se libró de una sanción de un mes de empleo y sueldo, siendo confirmada en su cargo de gerente de la Escuela Nacional de Niñas del Hospicio de Ferrol en 1941.

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Un invento revolucionario que ahorraba costes

"Para autores y editores el coste de sus obras se aminora considerablemente, por no necesitar ni pastas ni encuadernado y quedar impresa de una tirada", señalaba la inventora. "Bastaría tener un solo libro para toda la vida, y diversos rollos de papel con infinidad de temas", insistía Ruiz Robles en sus declaraciones, recogidas en la obra editada por los ministerios de Economía y Deportes.

Sin embargo, nadie quería materializar su invento. Ella no desistió y en 1962 presentó una nueva patente, que "incorporaría aspectos aún más revolucionarios, como la posibilidad de tener sonido, de tal modo que las explicaciones de cada tema puedan además escucharse, y también podría usarse tanto de manera vertical como horizontal", puede leerse en la monografía. De poco sirvió que siguiese dándole vueltas a su idea, porque aquí nadie se mostró interesado en comercializarla.

En cambio, sí llamó la atención en las exposiciones universales a las que acudía. No obstante, rechazó que otros países se apropiasen de su ebook, que según ella era único. "No he visto nada parecido. Es más, firmas extranjeras se han interesado por la compra de mi patente, pero mi deseo es que sea España la que pueda beneficiarse de mi trabajo". Unas declaraciones de 1958 plasmadas en Ángela Ruíz Robles y la invención del libro mecánico.

Doodle dedicado a Ángela Ruiz Robles.

Fue Google quien revivió a doña Angelita en el centenario de su nacimiento, del que ahora se cumplen 125 años. Al menos resucitó de entre los muertos de la Wikipedia, ese darle la vuelta al periódico o a la revista para ver las respuestas del crucigrama, la jueza neutral del Trivial o el imparcial zahorí cuando se discute sobre un tema y las opiniones divergen. "Hoy entras en el buscador o en la enciclopedia online y te ríes, aunque haya información mala o poco fiable. Sin embargo, cuando no había un acceso inmediato, su ebook resultó vanguardista y visionario", destaca Moreno Navarro.

Hubo quien no lo vio así. "Indudablemente, su género influyó... Un valor social que actualmente nos resulta muy claro, si bien las limitaciones de la época eran muy evidentes. No sólo resultaba difícil tener ideas y llevarlas a cabo, sino también defenderlas y materializarlas. Por ello, su condición de mujer le da un triple valor a lo que hizo", concluye el catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad Politécnica de Madrid.

Nos quedamos con las palabras de Ángela Ruiz Robles, que quizás sean leídas en la tableta de un estudiante, mas nunca pudieron ser estampadas en su libro mecánico ni ser disfrutadas por sus propios alumnos: "Si los muertos resucitaran, verían los avances en teléfonos, en que ya no tardamos veinticuatro horas en llegar hasta Madrid, en los televisores… Se darían cuenta del paso del tiempo. Pero si miraran la enseñanza, pensarían que no había pasado el tiempo, o que se equivocaron de siglo y que continuábamos como en la Edad Media".

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