Dictadura Franquista La música clandestina en las prisiones franquistas: esperanza, muerte, picaresca y el sueño de libertad
Modificar la letra del “Cara al sol”, enfrentarse a las autoridades cada vez que intentaban que una partitura saliera de la cárcel y entonar diferentes canciones sobre su propia realidad es lo que hacían decenas de presos encarcelados durante la dictadura franquista.
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madrid,
Romper el silencio en las cárceles franquistas no fue algo baladí. Decenas de presos políticos se vieron inmersos en bandas y orquestas de estos centros penitenciarios pensados para el castigo y la muerte, la reeducación del régimen. Entre ellos, decenas de músicos profesionales que no dejaron de entonar sus partituras y composiciones entre barrotes, a veces obligados por las autoridades de la dictadura, otras tantas, por la libertad añorada, la familia lejana, los deseos de escapar. La lírica caló en fragmentos de papel higiénico, en giros irónicos de un Cara al Sol quemado, en la protesta política: su crimen.
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La historiadora Elsa Calero Carramolino ha condensado los resultados de su investigación, procedentes de su tesis "Prácticas musicales en el ecosistema sonoro penitenciario franquista (1938-1948): propaganda, contrapropaganda y clandestinidad", en el proyecto denominado El Silencio Roto. Y quién rompía ese silencio impuesto, pesado, fronterizo? "Por una parte, los músicos que estaban en la cárcel y que ya eran profesionales antes de la Guerra Civil. Todos aquellos que pertenecían a bandas o agrupaciones que les detienen, fundamentalmente, por estar en las listas de sindicatos y agrupaciones obreras. Por otra parte, aquellos que ya dentro de la cárcel desarrollan cierta actividad musical", explica.
Socialistas y comunistas son los que, de forma predominante, componían el elenco cantoral de las prisiones. No parece difícil imaginar que a estas personas no les agradara cantar el 'Cara al sol', así que se divertían un poco con su letra: "Cuando les obligan a cantar los himnos del régimen o falangistas, una de las protestas que solían hacer era cambiarles la letra en ese momento. Por ejemplo, con el 'Cara al sol', lo que ellos decían es Cara al sol te pondrás morena", explica la experta. Más allá de estos pequeños atrevimientos, las cartas se jugaban de noche, reunidos, clandestinos. Aprovechaban aquellas zonas de trabajo, como en la prisión de Yeserías con las máquinas de imprenta, o en Ventas con las de costura, para cantar susurrando, sin que se les escuchara demasiado.
Cara al sol
te pondrás morena
Rojo no te va a querer.
Hallarás la muerte si me
dejas]
y no te vuelvo a ver.
Volverán Azaña y Caballero
y detrás Prieto con el dinero.
Arriba Rojos a vencer
que el fascismo tiene que
fallecer.
Versión del Cara al Sol de las Presas de Saturrarán (testimonio de Carme Riera Babures)
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Calero aborda esta realidad hasta ahora desconocida desde dos frentes: las canciones que les obligaban a componer y cantar [de las que Público dedicará otro artículo en los próximos días], y aquellas que se entonaban clandestinamente. La experta es quien explica a qué sonaban las cárceles de Franco cuando la dictadura dormía o parecía no escuchar: "Cantan y escriben letras con un sentido más íntimo, sobre todo aquellos que tenían conocimiento musical, como si fuera un ejercicio para no olvidarse de su propio oficio dentro de prisión". El papel, soporte por antonomasia de este tipo de obras, tampoco sobraba, así que los precarios músicos se las ingeniaban con papel higiénico o algunos recortes que conseguían robar de la celda dedicada a la escuela en la prisión.
Información cifrada en las partituras
Las composiciones, en muchos casos, se fragmentaban entre la letra y la partitura. Así fue el caso de lo sucedido con Ángel Bernat, quien escribe una serie de misivas musicales dedicadas a su familia. Se trataban de canciones para piano que compone a cada mujer de su familia. "La letra sí podía salir por los canales oficiales, pero la partitura o bien se la guardaba o bien tenía que sacarla de forma clandestina", explica Calero. Esto era así porque las autoridades del régimen dictatorial pensaban que lo esbozado en los pentagramas podía ser información cifrada que entraba y salía de la cárcel.
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Cara al sol
me pongo enfermo
y el médico no quiere venir a
verme].
No me importa que el médico
no venga].
Vendrá el doctor Negrín
sacará presos y prisioneros
y dará pan y trabajo a los
obreros].
Arriba rojos a vencer
que el dinero
pronto va a valer.
España, una.
Nos ponen la vacuna.
España, grande.
Nos matan de hambre.
España, libre.
Nos hacen la vida imposible.
No me importa que el médico
no venga].
Vendrá el doctor Negrín
sacará presos y prisioneros
y dará pan y trabajo a los
obreros].
Arriba rojos a vencer
que el dinero
pronto va a valer.
España, una.
Nos ponen la vacuna.
España, grande.
Nos matan de hambre.
España, libre.
Nos hacen la vida imposible
Versión del Cara al Sol del Reformatorio de Adultos de Alicante (testimonio de Herminio Antón Férriz)
Eduardo Rincón estuvo preso hasta en cuatro ocasiones durante la dictadura franquista. Vivo a día de hoy, cuenta cómo siempre le requisaban sus papeles de música a la entrada de la cárcel, y hasta que no comprobaban que aquello sonaba, no se los devolvía. "Era tal cual, porque en los informes lo que explicitan es que 'esto suena'", recalca la investigadora.
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Los himnos a la miseria
Por otra parte, Calero también menciona una especie de vertiente intermedia entre los cánticos del régimen y sus melodías propias. Aquí se engloban esas transformaciones tan características de la época que convertían el grito de "¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!" en "¡Manco! ¡Manco! ¡Manco!". Así pues, el silencio también era otra forma de protestar, o de coger aire: cuando al grito de "España" había que responder, "una, grande y libre", en muchas ocasiones, los presos no respondían las dos primeras veces para responder a ese último "España" con todas sus fuerzas: "Libre".
¡Verde se viste natura
al legar la primavera
verde la mujer ligera
que prodiga su hermosura!
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En este punto intermedio, la historiadora también engloba aquellas canciones que hablaban de su vida cotidiana en prisión. Ejemplo de ello es la canción Cárcel de Ventas hotel maravilloso, cuya letra llegaron a cantar las 13 Rosas. Lo mismo sucedió con El piojo verde, con dos versiones sobre un pasodoble de la época. Una compuesta por el poeta Marcos Ana, y otra por Álvaro de Retena, en la que criticaban los piojos y el tifus que inundaba la cárcel de Porlier. Así denunciaban las paupérrimas condiciones en las que se encontraban los presos, y circulaban entre prisiones debido a ese turismo penitenciario ideado por la dictadura para deshacer los hilos familiares y que no hubiera forma alguna de sustentar a los recluidos.
Cárcel de Ventas
hotel maravilloso
donde se come
y se vive a tó [sic] confort,
donde no hay
ni cama, ni reposo,
y en los infiernos
se está mucho mejor.
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"Lo que hacían era aprenderse la letra y cantarla, pero no escribían la partitura porque eso era mucho más complicado, así que la melodía se ha ido perdiendo a medida que han ido falleciendo todas estas personas", agrega Calero. Lo que se sabe hasta el momento y que la investigadora ahora saca a la luz con El Silencio Roto, es que las canciones versaban sobre el hambre y la falta de higiene que asolaba los reos de las prisiones franquistas, pero también la soledad que les acompaña y la esperanza con la que continúan su vida.
Cantar a la muerte, a las mujeres, a lo erótico
La muerte, cómo no, es algo muy presente que se deja ver con distinto tono en las canciones, también el jocoso, como lo demuestra la composición "Es la Pepa una gachí", basada en la melodía zarzuelera de El Pichí. "En la canción dicen que la Pepa, que es la pena de muerte, es una mujer un poco alegre que va buscando y cogiendo a los hombres de la cárcel de Porlier, y le dicen que dónde va con tanto tío", explica la futura doctora en Historia. Muy diferente era el tono melancólico del asunto, como se entrevé con aquellas muertes que les impactan demasiado. Calero, en este sentido, lo ejemplifica con lo sucedido con el asesinato de las 13 Rosas, lo que marcó el ambiente en la prisión, sobre todo en Ventas y Porlier. "Ahí se aprecia cierta derrota y melancolía en las canciones, también algo de espíritu crítico, pero no dejan de ser canciones tristes", apunta la experta.
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Asimismo, el protagonismo también recayó en las mujeres que sustentaban al preso: "La figura de la madre, la esposa y la hermana es muy recurrente porque son quienes les llevaban comida y de algún modo ellas estaban tan presas como ellos", especifica Calero. Aun así, la libertad era el tótem central al que dedicaban sus versos. Así ocurre cuando salen de prisión, o bien por su excarcelación o porque se tratara de un traslado. "Cuando ya sea libre te volveré a ver", decían las presas de Durango "desreferenciadas de su propio sitio, sin un lugar al que regresar", apunta la investigadora.
Más allá de las mujeres, tan presentes en el pensamiento y recuerdo de los presos, éstos también dedicaban sus obras musicales a los más pequeños de la familia. Lo mismo sucedía con otras composiciones de contenido sexual, dada la carencia del mismo. "Cuando uno se las encuentra puede sorprender, pero no deja de ser una necesidad física y emocional", señala Calero. Ella misma finaliza al afirmar que, en estos casos, las letras sí tienen cierto contenido humorístico y se retrotraen a los ritmos latinos que ya habían penetrado en España en los años 20, donde todo es más sugerente y hablan del sexo hasta donde pueden, entendiéndolo como un juego.
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Danza en el cálido son
del bongó.
Rumba de selva
en Fernando Póo.
Baile del vientre
con tetas al sol.
Danza, que danza, que danza
la gripa se escurre llena de sudor.
Lujuria del muslo
crispada la mano
y abierto el bongó.
Trenza el calabó, bó, bó
trenza en tu ombligo
las nipas de N’fork.
Sonido, verso y color
para la negra, negra de Cennobón
Rumba, de Ánxel Jóhan