En las cunetas de la crisis
Españoles de ida, pero no de vuelta
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MADRID.- María del Pilar Rodríguez, de 46 años, lleva ocho años en el paro. Desde el año 2008. Sus dos hijos y ella viven de los 585,76 euros que reciben cada mes en concepto de Renta Básica. Está 'enganchada' a la electricidad porque no puede pagar la luz. Paco Vicente emigró en 2013 a Francia. En España regentaba un comercio. Ahora trabaja de agricultor en el campo francés y su pareja, de limpiadora en una clínica. Se definen como "mileuristas en el exilio". Juan Moreno pide en el metro por las mañanas mientras que su mujer va a trabajar y sus hijos están en el colegio. "Me hace sentir menos inútil", dice este hombre, que rechaza ser fotografiado: "Bastante gente me ve ya pedir cada día". Manu Vega tiene 29 años. Estudia una ingeniería y trabaja a media jornada en una empresa de lavado de aguas: "No espero trabajar nunca de lo mío".
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El 29,2% de la población del Estado español está en riesgo de pobreza o exclusión, según datos de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, proporcionados en 2015. Se trata de la cifra más alta desde que se usa el indicador Arope y supone un aumento de hasta tres puntos porcentuales desde 2010. En cifras absolutas, esto significa que 13.657.232 son pobres o están en riesgo de ser pobres y que 3,2 millones viven en la "extrema pobreza". Los datos también reflejan que una de cada dos familias monomarental o monoparental (53,3%) está en riesgo de pobreza y exclusión.
Es es el caso de María del Pilar Rodríguez y su familia. Esta mujer, de 46 años, regentaba junto a su marido una pequeña empresa de venta de productos químicos y de limpieza en una pequeña localidad de Extremadura. De las ventas de esta pequeña empresa vivía el matrimonio y sus tres hijos. Hasta que todo se fue al garete. Un cliente, que les debía 30.000 euros, se declaró en concurso de acreedores y el negocio se fue al traste. Su marido desapareció de la noche a la mañana y María del Pilar se quedó al frente. Sin prestación de desempleo. Sin nada. Desde el mes de febrero recibe la Renta Básica de la Comunidad de Extremadura. Antes, nada.
"Vivo de aprovechar al máximo todo, de favores familiares, de amigos, y de ir haciendo chapucillas y pequeños trabajos en negro", María del Pilar
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María del Pilar vive junto a dos de sus tres hijos. El menor tiene 13 años y la mayor, con una carrera finalizada, tiene 46años. La familia está 'enganchada' a la luz, por lo que no paga por la electricidad que consume, y tiene un plan especial de pago con el Ayuntamiento para el agua. Hasta 5 millones de personas han pasado frío este invierno por no disponer de los recursos económicos para poder calentar su casa. La pobreza energética afecta al 11% de los hogares.
Dentro de ese 11% de hogares se incluye el de Juan Moreno. Este hombre, de 39 años, se pasea por el metro de Madrid por las mañanas. Se lo toma como un trabajo. Cuenta que está en el paro. Que hace cuatro años que no trabaja y que tiene una hija de cinco y otro de ocho. Cuando la pequeña se marcha al colegio y su mujer se va a limpiar los suelos de un edificio de oficinas, él se va a su nuevo trabajo: pedir dinero en el Metro. Durante meses -cuenta- se estuvo quedando en casa, buscando trabajo a través de internet. "Me cansé de aplicar y aplicar. Nunca he sentido algo tan horrible como ver a tu familia salir de casa a hacer su vida y yo quedarme en el sofá. La sensación de que soy un gasto más. Un estorbo para mi familia", cuenta Moreno, que se niega a ser fotografiado.
Viste elegante. Lleva chaqueta, pantalón y zapatillas de marca. Huele a colonia. A primera vista, nadie diría que este hombre tiene problemas para llegar a final de mes. "Esta ropa que llevo hoy, precisamente, es la que me regaló mi suegra para Navidad. Los zapatos me los compró mi mujer hace dos cumpleaños. Intentamos que todo lo que compramos coincida con fechas clave para que nunca llegue el día en el que no nos podamos dar ni un mísero regalo", prosigue.
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Manuel Vega es un ejemplo perfecto de lo que es un trabajador pobre. Un trabajador que si no viviera con sus padres tendría muy difícil sobrevivir.
Manuel Vega es un ejemplo perfecto de lo que es un trabajador pobre. Un trabajador que si no viviera con sus padres tendría muy difícil sobrevivir. Tiene 29 años. Es licenciado en Ingeniería Industrial y trabaja en una empresa de mantenimiento de aguas con un contrato de media jornada. Cobra, por tanto, el 50% del Salario Mínimo Interprofesional. "Cobro 390 euros brutos al menos. 330 limpios. Después me saco un dinero dando clases particulares", cuenta a Público Manuel Vega, que ha perdido toda esperanza de ejercer como el ingeniero industrial que es.
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Españoles de ida, pero no de vuelta
Ante esta situación la sangría de españoles por el mundo continúa. Y los que se han ido, no pueden regresar. Un exilio económico que afecta solo a los jóvenes cualificados, que es el perfil que más se refleja en los medios de comunicación. Paco Vicente, de 34 años, emigró a Francia en 2013. Lo hizo para poder pagar su hipoteca de 800 euros mensuales. "En España tenia un comercio que tuve que cerrar como consecuencia de la crisis en el año 2010. Ese mismo año encontré trabajo como transportista en una empresa, y fui despedido tras una baja por enfermedad que duró 15 días. Mi pareja estudiaba en la universidad mientras trabajaba para un sindicato, sin contrato...", relata Vicente, que señala que decidió emigrar tras año y medio sin trabajar y "harto de enviar" su currículum "por toda España".
Paco Vicente contactó con el Ayuntamiento de Albudeite (Murcia), de donde es natural, que está hermanado con el pueblo francés Saint-Gènies de Fontedit y a partir de esta conexión consiguió que en apenas unos días una familia francesa de ese pueblo le ofreciera un alojamiento. Y así Paco Vicente acabó en Francia. "Lo que en principio iba a ser algo temporal, poco a poco se está convirtiendo en una 'nueva vida'. Al año y medio de estar en Francia, mi compañera decidió también venir, ya que había terminado la universidad y el trabajo que tenía era muy precario".
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La precariedad a los cincuenta
En la cuneta de la crisis se encuentra también Juan Díaz, de Andújar. Si la crisis ha cortado la progresión de jóvenes, la situación de los mayores de 50 que se han visto afectados por el desempleo es aún peor. El periodista conoció a Juan en 2014. Su historia no tiene nada de especial y lo tiene todo. Ha cotizado 33 años de su vida, pero desde que comenzó esta crisis no ha vuelto a tener un contrato estable. Sabe perfectamente que la pensión que le quedará será mínima. Está condenado a la miseria hasta el final de sus días. “Nunca me había visto en esta situación. Vivimos mal o, mejor dicho, sobrevivimos mal. Ingreso algo más de 400 euros como ayuda de mayor de 55 años y parado. Mi mujer ingresa algo más de 200 euros. Con ese dinero pagamos la hipoteca, que son cerca de 300 euros al mes, y nos mantenemos nosotros como podemos”.