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Los cruceros vuelven a asfixiar las ciudades y recuperan los índices de contaminación prepandemia

El número de cruceros que navegan los mares de Europa han aumentado entre un 23% y un 24% respecto a los niveles previos a la covid-19. Los ecologistas denuncian el impacto de estas embarcaciones en la salud y en las ciudades. 

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La gente disfruta de un baño mientras los cruceros están anclados en la playa de Los Cristianos, en la costa sur de la isla canaria de Tenerife, España. — Gabriel Bouys / AFP

madrid, Actualizado:

Los cruceros vacacionales se han convertido en un gran problema ambiental para Europa y sus ciudades de costa. Los barcos llegan a puerto, descargan miles de personas que inundan las calles y dejan en el aire toneladas de contaminantes que enturbian el ambiente y perjudican la salud de las personas. En Ámsterdam, el Gobierno local se ha visto obligado a prohibir la entrada de estos gigantescos buques turísticos para rebajar los índices de contaminación y, de paso, limitar la entrada de turistas en una urbe cada vez más tensionada. 

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Sin embargo, la mayor parte de las ciudades europeas se resiste a tomar medidas. Estas embarcaciones, a pesar de ser inferiores en número al de las flotas de coches que circulan por las urbes, tienen más impactos en la atmósfera en determinados contaminantes como el óxido de azufre (SOx), cuyos límites legales en Europa son menos restrictivos que los de los automóviles.

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Según una publicación reciente de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente (Transpor&Environment), en una ciudad como Barcelona –la ciudad que más cruceros recibe de toda Europa y la más contaminada– atracaron en 2022 un total de 106 barcos turísticos que emitieron 18.277 kilogramos de SO2. Los 531.749 coches de la capital catalana emitieron ese año 6.481 kilogramos de SO2. Esta tendencia se repite en todas las ciudades costeras de Europa, como Roma, Palma de Mallorca, Hamburgo, Southampton o Marsella. 

Los índices de contaminación, además, parecen haber repuntado en el último año hasta recuperar los datos que se registraban antes de la llegada de la covid-19, que frenó la movilidad turística en Europa. Constance Dijkstra, portavoz de transporte marítimo de Transport&Environment, denuncia que "los puntos de acceso turístico de los puertos de Barcelona o Atenas se están asfixiando de nuevo por la contaminación del aire generada por los cruceros". La activista reclama medidas para restringir y limitar el tráfico, y mejorar la calidad del aire de las ciudades.

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De media, el número de cruceros que atracaron en los puertos de Europa subieron en el último año, en comparación con 2019, entre un 23% y un 24%. Esto, según el análisis realizado por la organización europea, supuso un aumento del 9% de las emisiones de SOx; del 18% de las emisiones de óxidos de nitrógeno; y del 25% de las emisiones de material particulado PM2,5. Todos ellos, gases tóxicos con incidencia en la mortalidad de las capas de población más vulnerables, según la OMS. 

"El combustible es el residuo que queda al destilar petróleo. Es decir, es lo más contaminante y marrano que hay"

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"El combustible que utilizan estos barcos, el heavy fuel oil, es el residuo final que queda cuando se destila el petróleo, es decir, es de lo más contaminante y marrano que existe, además de ser muy barato", explica a Público Dídac Navarro, miembro de Ecologistas en Acción y de la campaña internacional Stop Cruise, que pide una regulación estricta del sector para limitar sus impactos.

En los últimos años, las quejas de los grupos ecologistas y la presión de los parlamentos ha impulsado algunas regulaciones y ha movido a las propias compañías a transitar hacia un modelo que, aparentemente, es más sostenible, de tal forma que los cruceros empiecen a contar con motores de gas natural licuado (GNL). El problema, apunta Navarro, es que ese cambio contribuye a mejorar las emisiones de gases perjudiciales para la salud humana a costa de incentivar la quema de GNL, que emite metano y contribuye hasta 80 veces más que el CO2 a acelerar el calentamiento del planeta.

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"Cambiar de petróleo a gas es como cambiar fumar por alcohol. Puede ayudar a la industria de cruceros a reducir la contaminación del aire, pero es terrible desde una perspectiva climática", argumenta Dijkstra.

Ciudades tensionadas

Navarro también pone el foco en los impactos sociales derivados del modelo turístico de los macrocruceros. "Por un lado están los puertos base, que quiere decir que los barcos inician o terminan en esa ciudad el trayecto. Pero, el problema principal son los viajes de escala, es decir, aquellos en los que los barcos paran y descargan a miles de personas que transitan la ciudad durante cuatro o cinco horas. Eso es lo que realmente generan un colapso en la ciudad", sostiene el experto de Ecologistas en Acción

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"Cambiar de petróleo a gas es como cambiar fumar por alcohol"

Este modelo de turismo, critica, reporta pocos beneficios para el tejido económico y social de las ciudades. "Los comercios se transforman, los barrios quedan sin servicios porque los negocios rentables son los bares de paellas y sangría o las tiendas de souvenirs. En Barcelona es algo que se puede ver perfectamente en el Casco Antiguo y en la zona de la Sagrada Familia. Se transforman los comercios y servicios que cubrían las necesidades de los vecinos para satisfacer los caprichos de la gente que baja del crucero y pasa unas horas en la ciudad", indica. 

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Los beneficios de impulsar restricciones

El caso de Ámsterdam, que ha prohibido el atraque de los grandes cruceros en el puerto central de la ciudad, no es aislado. En 2021, Venecia tomó una medida similar después de que la UNESCO amenazara con incluir a la localidad italiana dentro del listado de urbes en peligro.

Los datos de Transport and Environment muestran que, desde que se prohibió la entrada de cruceros a Vencecia, los índices de contaminación bajaron drásticamente y la presencia de óxido de azufre cayó un 80% respecto a 2021, pasando de ser el puerto más contaminado de Europa a situarse en el puesto 41 de la tabla.

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Desde Ecologistas en Acción y la campaña Stop Cruise creen que la solución no pasa por transitar hacia combustibles más sostenibles, como la introducción de los barcos de hidrógeno, sino apostar por prohibiciones y restricciones que lleven al sector a decrecer, ya que "es un medio de transporte innecesario y extremadamente contaminante".

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