Crisis migratoria en Ceuta El desengaño tras dos días en Ceuta lleva a cientos de marroquíes a volver a casa
"Nos dijeron que podíamos llegar hasta la Península", afirman varios jóvenes que esperan en fila en el puesto fronterizo del Tarajal para regresar voluntariamente a su país. En grupos de diez o doce personas, los militares españoles van organizando la marcha de chavales que han dormido en la calle durante 48 horas.
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ceuta, Actualizado:
La playa del Tarajal, en la frontera de Ceuta con Marruecos, ya no es el trasiego descontrolado de días anteriores. Ya no hay blindados del Ejército ni militares bloqueando el paso a los migrantes. Ya no hay apenas personas que frenar. Su principal trabajo ahora se centra en organizar a los numerosos grupos de jóvenes marroquíes que llegaron hace días, durante las dos jornadas de puertas abiertas patrocinadas por el régimen alauí, y que ahora quieren regresar, desencantados con los rumores que corrían en las calles de sus barrios sobre la posibilidad de entrar en España.
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A lo largo de la mañana, en grupos numerosos, como una romería de derrotados, cientos de chavales y algunos niños marchaban en procesión hacia el puesto fronterizo. Su aventura ha terminado, al menos por el momento. Llevan la tristeza y el desconcierto dibujadas en la cara.
Mohsin, un chaval delgadísimo al que apenas le ha salido el bigote, espera su turno para volver a casa apoyado en el muro que da pie a la arena de la playa. Dice que tiene 18 años y que es de Martil, una localidad cercana, a 30 kilómetros al sur de Ceuta. Un lugar de veraneo en la costa marroquí, "muy bonito para el que tiene dinero", dice el chico. No es su caso.
El chico llegó el lunes y tenía las ideas claras, aunque un horizonte borroso. Quería llegar a Ceuta y esperar en el puerto para colarse en los bajos de un camión que embarcase en un ferri hacia Algeciras. Es la ruta habitual de muchos chicos de su edad, hacer risky, jugarse la vida para conseguir una mejor. Lo ha intentado tres veces, comenta. Y le han descubierto tres veces. La última fue ayer mismo. "La Policía me pegó con un palo, me sacó de allí y me fui corriendo", dice. Ha dormido en los montes, junto a las rocas de la playa, apenas ha comido y está visiblemente cansado. "Vuelvo a Marruecos porque no tengo nada. Pero allí no hay trabajo, no hay estudios, no hay hospitales. Quiero ir a España sí o sí", asegura. Lo seguirá intentado, aunque no sabe cuándo.
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Sus palabras las traduce Isabar Charqe, de Tetuán. Tiene 37 años y habla perfecto castellano. Pasó algunos años en la Península, consiguió el permiso de residencia permanente, pero "una pelea con un español", relata, le valió una condena por un delito leve que se tradujo en su deportación. "En Marruecos no hay nada que hacer. Hay dinero en el país, pero no le llega al pueblo. Solo podemos irnos", destaca. Oyó los rumores hace días, "se decía que podías llegar a Ceuta sin pasaporte. Que desde aquí nos llevarían a la Península, que podríamos conseguir los papeles, que podríamos buscar trabajo. ¿Es verdad eso?", pregunta.
Él ya sabe la respuesta, pero quiere aferrarse a la mínima posibilidad de que su periplo no haya sido para nada. Su expresión apenas cambia cuando se le dice que no, que el Gobierno español está devolviendo a todos los que puede, lo más rápido que puede. Él llegó nadando el lunes y ha deambulado sin rumbo por una ciudad caótica. "Si tuviera algún familiar aquí, podría tener una oportunidad. Pero sin nadie es imposible. Me vuelvo a Tetuán, con hambre y sucio", confiesa. No quiere que se le haga ninguna foto.
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En los portones que preceden al puesto fronterizo, los jóvenes se siguen apelotando. Los militares españoles los colocan en filas y les hablan despacio y en tono calmado, en su idioma. No hay tensión, aquí todos quieren lo mismo: unos, volver a Marruecos; otros, que se vayan. Aunque no se sabe muy bien lo que ocurre con los grupos que van saliendo. Varios guardias civiles muestran abiertamente su desconfianza con los gendarmes marroquíes, que por fin han vuelto a hacer acto de presencia en su lado de la frontera. "No sabemos si los retienen allí. Algunos vuelven a entrar nadando después", explica un agente.
Es cierto que Marruecos ha vuelto a tomar el control del flujo de migrantes. Pero al mismo tiempo que cientos de personas deciden regresar por su propio pie, un goteo de nadadores va cruzando el espigón del Tarajal. Aunque a las tres lanchas de la Guardia Civil les da tiempo a acercarse, subirlos a bordo, llevarlos a la orilla y dejarlos en ese terreno de nadie que acaba de nuevo en el lado marroquí de la frontera.
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No saben cuántas personas han cruzado durante la noche y las primeras horas de la mañana. "Más de cien, sí. Y de 200, también", comenta a Público uno de los soldados que organiza las filas de los que quieren volver.
El número de personas devueltas ya supera los 4.800 de los 8.000 que habían llegado, según Delegación del Gobierno
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La noche ha sido movida, aunque controlada, comentan varios agentes de la Guardia Civil. Fuentes de la Delegación del Gobierno en Ceuta confirman a Público que hubo "numerosos" intentos de salto de las vallas durante la madrugada y que "alguno", no saben cuántos, ha conseguido sortear las rejas.
Más lejos de la frontera, pero sin llegar al centro de la ciudad, aún pueden verse grupúsculos de adolescentes deambulando por las afueras, dándose un chapuzón en el mar, apurando el tiempo y el calor antes de decidir si vuelven o no.
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Las devoluciones forzosas, por su parte, continúan a buen ritmo. La Delegación del Gobierno afirman que se han sido retornadas a otras 800 personas hasta las 11.00 horas, es decir, que el número de personas devueltas ya supera los 4.800 de los 8.000 que habían llegado hasta la tarde del martes. Poco después, el Ministerio del Interior elevó la cifra a 5.600 devoluciones, aunque siguen quedando miles. Muchos son menores de edad sin referentes familiares que, según la ley, deben ser acogidos y tutelados por la ciudad autónoma. Pero, en teoría, son más de mil, una cifra inasumible para el Gobierno ceutí. Es otra patata caliente para el Gobierno central, que aún no ha dado una respuesta formal al Gobierno canario, que acoge a cerca de 3.000 menores no acompañados llegados a las islas en pateras y cayucos durante el último año y medio, y que ha pedido por activa y por pasiva (con apoyo del Defensor del Pueblo) un protocolo que obligue las regiones a hacer un reparto equitativo de estos chicos.
Mientras los chavales hacen cola saboreando una derrota consumada, una mujer con velo celeste y una sencilla chilaba rosada aparece cargando con una maleta considerable. "Que me voy a mi casa, que yo tengo la casa allí, en Marruecos. Que llevo un año y medio encerrada en Ceuta sin poder salir. Que me espera mi familia, yo aquí no tengo nada", explica a la prensa. El cierre de fronteras que Marruecos ha impuesto para controlar la pandemia, al menos en Ceuta también ha saltado por los aires. Decenas de personas atrapadas en la ciudad han visto su oportunidad para reunirse con su familia meses después de quedar varados. "Se puede volver si quiere, ahora se puede casi todo", confiesa un guardia civil tras ver la escena.
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