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El último cordonero resiste en la tienda más pequeña de Madrid

Guillermo Quecedo Fillola pertenece a la cuarta generación que vende en un minúsculo local de dos metros cuadrados cordones, flecos, borlas, alamares, cíngulos y redes goyescas

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Guillermo Fillola se proclama el último eslabón de los cordoneros madrileños. / H.M.

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MADRID.- Usted entra decidido en la tienda, pero en realidad sube unas escaleras. Ha visto un rótulo a la antigua que indica el tipo de comercio (Cordonería, sin más) y dos exiguos escaparates (más bien un par de vitrinas congestionadas donde se atropellan redecillas de moras, abrazaderas para cortinas, cíngulos de la Virgen del Carmen, cordones de banda y escarapelas de todos los colores).

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¿Pero qué es un cordonero? La persona que hace o vende cordones y flecos, por describirlo de una manera sencilla, pues el léxico de la cordonería es desbordante e impenetrable, que si borlas, alamares, charreteras, cíngulos, redes goyescas… Accesorios en desuso de curas y militares, cofrades y majas, elaborados a mano por virtuosos versados en “artes de puro lujo y ornato”, como recoge el primer tomo de la Encyclopedia metódica. Fábricas, artes y oficios, publicado en 1794. En aquel tiempo, era un oficio apreciado: no había más de cincuenta maestros, los oficiales escaseaban y las contadas mujeres se empleaban en hacer botones y borlas de cofias.

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