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CONTAMINACIÓN Prohibido comer peces: alerta por la contaminación en tres afluentes del Ebro

El Gobierno de Aragón veta el consumo de los ejemplares capturados en el Gállego, el Cinca y el Huerva, y recomienda lo mismo en el Jalón, por la elevada presencia de contaminantes químicos en los animales.

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Pesca de río. Foto: Pixabay

zaragoza,

Alerta ambiental en el Ebro: el Gobierno de Aragón ha prohibido el consumo de peces capturados en tres de sus principales afluentes, el Gállego, el Cinca y el Huerva, y ha recomendado lo mismo en el Jalón, ante los elevados niveles de contaminantes de origen químico que presentan los animales.

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La Consejería de Desarrollo Rural, que ha tomado esa decisión “tras el conocimiento de los resultados de los análisis realizados en ejemplares de la ictiofauna de determinados tramos de ríos (…) afectados por contaminantes químicos”, ha incluido la prohibición, por pasiva, en el Plan de Pesca de este año, que impone en esos ríos “la modalidad de captura y suelta de cualquier especie piscícola”; es decir, la obligación de devolverlos al cauce salvo que se trate de especies invasoras, “que pudieran ser sacrificadas y eliminadas del medio natural”.

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Las prohibiciones afectan a ríos que atraviesan algunos de los principales focos industriales de la comunidad: el Cinca a partir de Monzón, el Gállego entre esa población y el embalse de La Peña y el Huerva aguas abajo de Botorrita.

Paralelamente, el plan “recomienda a efectos precautorios” la misma medida en el Jalón desde Bárboles, tras atravesar una zona de intensa actividad agrícola y ganadera, y en el Gállego a partir del pantano de La Peña. Los cinco tramos de cauces afectados por el veto, a los que se suma la laguna de La Estanca de Alcañiz, en este caso por las consecuencias de “la excesiva proliferación de algas”, suman más de doscientos kilómetros de longitud, más del 80% de ellos localizados en la margen izquierda del Ebro, la que discurre desde el Pirineo.

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Los cuatro ríos aparecen, en algunos casos de manera recurrente, como puntos negros en materia de contaminación en los informes que los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) elaboran sobre la calidad global de las masas de agua y sus niveles biológicos y sobre la presencia de plaguicidas y de sustancias peligrosas en ellas.
Esos dictámenes alertan del deterioro ambiental que supone la elevada presencia de compuestos químicos y de metales pesados en varias zonas de la cuenca.

El Gállego, el rio del lindano

El río Gállego lleva décadas sufriendo las consecuencias del enterramiento de hasta 150.000 toneladas de residuos de la fabricación del pesticida lindano que la empresa química Inquinosa realizó en varios vertederos y que han hecho también que los acuíferos de la zona acumulen hasta 4.000 toneladas de lixiviados, una especie de chapapote de elevada toxicidad resultado de su filtración al subsuelo por la lluvia.

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Varias chapuzas en la limpieza de uno de esos vertederos y el traslado de los residuos a una celda de seguridad provocaron en 2014 un derrame que contaminó más de 300 kilómetros del Gállego y del Ebro, desde el Pirineo hasta Tarragona.

A eso se le suma la actividad de otras industrias que han convertido el pequeño embalse de Sabiñánigo (Huesca) en una bomba de relojería cuyos lodos acumulan hasta 17 tipos distintos de residuos, buena parte de ellos metales pesados. El Ministerio de Medio Ambiente vetó hace unos años la colocación de las pilastras de un viaducto en su lecho ante los riesgos ambientales que conllevaba la posibilidad de removerlos.

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Esa huella de la actividad industrial y la incorrecta gestión de sus residuos ha hecho que aparezcan restos de lindano en los peces y en el lecho del río, que también contiene en algunas zonas mercurio, entre otros metales pesados.

El Cinca y el DDT

Montecinca fabricó DDT en Monzón (Huesca) hasta 2008. Sin embargo, los efectos de esa actividad siguen dejándose notar, ya que hace dos años (fecha del último chequeo) seguían apareciendo restos de ese producto químico tanto en el río como en los peces que lo habitan.

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Junto a este, también hay mercurio en el lecho y en la fauna piscícola, fluoranteno (un producto cancerígeno que se utiliza para revestir tuberías) en el cauce e hidrocarburos policíclicos aromáticos en el agua.

A esa contaminación de origen industrial se le suma la que genera la agricultura en el tramo final del río: la presencia de restos de plaguicidas en el agua, que ha llegado a superar los niveles tolerables para la salud humana en Fraga, es elevada en algunos de los afluentes que vierten al Cinca entre Monzón y esa ciudad, como la Clamor Amarga, que ha llegado a cuadruplicar los niveles permitidos de clorpirifós, el Alcanadre, el Flumen o el Barranco de Valcuerna.

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El Huerva, surtido de metales pesados

El tramo final del Huerva, uno de los afluentes del Ebro por su margen derecha que desemboca en Zaragoza, atraviesa una zona con varios polígonos industriales con presencia de empresas del ramo del metal y factorías de cromado cuya actividad ha acabado cronificando la presencia de metales pesados como el selenio y el níquel en su lecho y ha hecho frecuente la detección, aunque en menores concentraciones, de otros como el plomo y el cromo.

Los informes de la CHE se refieren a este río, de escaso caudal, como uno de los que presentan “más [residuos de] metales [pesados] y una mayor contaminación” de la cuenca del Ebro.

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Los plaguicidas deterioran el Jalón

Los informes de la CHE alertan de la presencia, aunque descendente, de residuos procedentes de plaguicidas utilizados en la agricultura como la terbutilazina, el metolacloro y la desetilatrazina en el tramo final del río Jalón, a la altura de Grisén, unos seis kilómetros aguas debajo de Bárboles.

Los estudios del organismo de cuenca también han detectado la existencia de metales pesados como plomo, níquel, cobre, arsénico, cromo, selenio y zinc, además de fluoruros, en ese tramo del Jalón.

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