El castillo medieval de Guzmán: un emblema de la arqueología rural y pública
Este sábado 5 de agosto tendrá lugar a las 19.00 horas la jornada de puertas abiertas del yacimiento, abierto a quien desee conocer los avances de la campaña 2023.
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burgos, Actualizado:
En Guzmán, un pequeño y antiguo pueblo burgalés de 103 habitantes situado en la Ribera del Duero, un grupo de arqueólogos y estudiantes de historia de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (URJC) se disponen, azada y pico en mano, a desenterrar los muros de un castillo. El sol aún asoma tímidamente en el horizonte y el equipo, como lleva haciendo ya desde hace casi un mes, busca desentrañar la historia de los restos de la edificación medieval antes de que el calor sea demasiado intenso para continuar.
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El castillo de Guzmán, como se le conoce en las inmediaciones, es un espacio fortificado, muy posiblemente de cronología altomedieval. En su momento se alzó sobre un montículo que, aunque hoy en día contiene en sus entrañas decenas de bodegas, hace cientos de años tuvo una importante funcionalidad militar y defensiva.
El castillo de Guzmán es una fortificación medieval en lo alto de un cerro repleto de bodegas burgalesas
A su vez, la construcción actuaba como reflejo del poder del señorío de Guzmán, una familia noble que se convertiría en una de las más importantes de la historia de España y de cuya estirpe descendería el famoso Duque de Lerma.
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Esta es la historia que entre terreras, archivos y laboratorios intentan desmenuzar desde la universidad madrileña. El equipo es variopinto y el liderazgo de la excavación es bicéfalo, compartido entre Francisco Reyes y Alberto Polo, coordinadores del Laboratorio de Arqueología y Humanidades Digitales-Arqueourjc.
La arqueología, cohesionadora de la sociedad
"Cuando hablamos de la comarca de la Ribera del Duero estamos hablando de una narración muy concreta enlazada con Castilla, pero también de una historia vinculada con el vino, estamos hablando del pastoreo, estamos hablando de otros patrimonios que, enlazados y asimilados por los locales, pueden ayudar a que se fije la población" acentúa Alberto Polo.
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La arqueología y su materialidad indagan en las raíces del lugar que las cobija. "Logramos que la población esté orgullosa de lo que tiene y eso es muy bonito", resalta Adriana Mazuelas, técnica de la campaña de 2023 y antigua alumna de la universidad. Los investigadores están convencidos de que, en un pueblo de poco más de cien habitantes, el patrimonio descubierto resulta en el deseo de sus habitantes de regresar a sus orígenes.
La arqueología instala en la población el deseo de regresar a sus orígenes
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"La gente de Guzmán está muy concienciada. Durante las campañas, de vez en cuando, suben vecinos para picar y excavar con nosotros", comenta Mazuelas, que recuerda a una mujer en concreto que se interesaba mucho en conocer qué y cómo trabajaban los arqueólogos y así poder presumir "de lo que tiene en su pueblo".
De esta forma, la arqueología funciona como una disciplina cohesionadora de la población. El equipo de Reyes y Polo está formado por alumnos voluntarios y arqueólogos públicos y, en este caso, rurales, lo que se traduce en que intentan que todo lo que hagan, "revierta en la sociedad". La excavación siempre la mantienen abierta para aquel que quiera subir a conocerla. Asimismo, son los vecinos los primeros en conocer los resultados de las distintas campañas.
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"La población local se siente partícipe en todo momento del proceso de investigación, el cual mantiene un diálogo constante con la sociedad. Esto permite que los resultados al final reviertan mucho más en lo que la sociedad quiere", apunta Polo.
"Nosotros generamos un relato, una historia del pasado que nos permite avanzar en el futuro. La arqueología nos puede servir, no solo para sacar un castillo o descubrir las raíces de un pueblo, sino para plantear un futuro mejor", reivindica.
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"Nosotros generamos un relato, una historia del pasado que nos permite avanzar en el futuro", afirma Polo
El director hace referencia a los trabajos de arqueología contemporánea, relacionados con la crisis climática y que estudian el denominado plasticoceno y el capitaloceno. "Si nosotros estamos viendo estratos llenos de plástico frente a los de loza que hay cincuenta años antes estamos demostrando que, efectivamente, hay un cambio en esa materialidad, un cambio que hemos provocado nosotros por nuestras acciones diarias".
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A pesar de los gratos resultados, el proyecto no siempre fue acogido con tanto entusiasmo. Mazuelas recuerda que, cuando se presentó en sus inicios, los vecinos se mostraron muy desconfiados: "Al final los arqueólogos son unos extraños que llegan al pueblo. Nos preguntaban qué le iba a pasar a su otro patrimonio, que son las bodegas". Tres años después, estas permanecen intactas y el castillo no ha dejado de reportar sorpresas cada vez más atrayentes.
Hallazgos que susurran sobre el pasado
Tanto Francisco Reyes como Alberto Polo recuerdan cómo el testimonio oral de la población y dos piedras en lo alto del cerro los condujeron a realizar la primera prospección cuatro años atrás. Era 2020, año de la pandemia. Mientras Arqueourjc excavaba una ermita en la vecina localidad de La Sequera de Haza, Luis Miguel Rodríguez, alcalde de Guzmán, fue a buscarlos con la intención de reclutarlos para confirmar o no la icónica leyenda del castillo.
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"Nos dijo que le gustaba mucho lo que había escuchado en la radio, cómo trabajábamos, que el pueblo se involucrara, que hiciéramos actividades y que hubiera movimiento más allá de la mera investigación. Al día siguiente fuimos a ver el castillo", recuerda Polo.
Las expectativas se cumplieron ya el primer año al revelar que, en efecto, la fortificación existía. Durante las siguientes campañas, los arqueólogos han confirmado, no solo que el castillo contaba con una torre del siglo IX o X, sino con dos: una especie de atalaya circular de 8 metros de diámetro, anterior a otra torre más grande y poligonal, que dataría probablemente del siglo XII o XIII.
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Las estructuras de roca confirmaron así que el castillo había sido testigo de, al menos, dos fases de ocupación. "Además, los materiales hallados reafirmaron la funcionalidad castrense del espacio. Encontramos multitud de elementos asociados a los soldados y a la presencia de una guarnición en el lugar, desde puntas de flecha y fragmentos de espadas hasta remaches de bronce, de baúles o alguna punta de lanza", recalca orgulloso Polo.
Junto con los elementos férreos, delatores del carácter bélico del castillo, cerámicas y restos óseos transmiten la imagen de la cotidianidad del lugar, donde, como en cualquier vivienda, se comía, se bebía y se almacenaban alimentos.
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En el siglo XVII se construyeron la Iglesia de San Juan Bautista y el Palacio de los Guzmán y Santoyo, dos emblemáticos y monumentales edificios que relevaron al castillo de ser el principal reflejo material del poder del señorío. Tampoco conservaba ya su funcionalidad militar, puesto que, a diferencia del momento en que fue levantado, la necesidad defensiva había mermado considerablemente. Por estas y otras razones, la fortificación acabó abandonada, derruida y a la espera de ser rescatada por el grupo de arqueólogos cientos de años después.
Un patrimonio amenazado
"Nosotros podemos estar tres años, cinco años o toda una vida excavando un yacimiento, pero después es la población local la que tiene que cuidar de él y velar por que el patrimonio, que es de todos, siga existiendo", alerta Polo. Es por esto por lo que la forma en la que Arqueourjc trabaja es vital para la continuidad de los restos arqueológicos: "El hacer ciencia abierta es lo que nos permite que la gente esté cerca de nuestro trabajo, que lo conozca, que lo valore y que piense que lo que estamos haciendo es útil para la sociedad".
La arqueología y la sociedad se retroalimentan. Cuando dicha relación falla, propicia el expolio, némesis de la primera; se trata de una práctica recogida en el artículo 323 del código penal. A pesar de la ley, Mazuelas lamenta que, aunque es un delito penado con la cárcel, nadie suele ingresar en prisión por expolio. Las multas, a su vez, se rebajan considerablemente.
"A veces no se es consciente, pero frases como 'yo he cogido esto porque me lo he encontrado' o 'yo he ido a buscar aquí y me lo quedo' hacen mucho daño", señala la historiadora.
Al sacar una pieza de su contexto sin haberla registrado antes, esta pierde gran parte de su valía
"Al sacar una pieza de su contexto sin haberla registrado antes, esta pierde casi toda su valía. Al valorar el daño del expolio se ha de tener en cuenta el coste de los trabajos en una excavación, tanto del director, como de los técnicos y de los trabajadores, así como la información que se pierde al no poder estudiarse y musealizarse esa pieza", destaca Mazuelas.
La desinformación es una herida en carne viva que los arqueólogos tratan de curar y cerrar a través de excavaciones como la del castillo de Guzmán. Desde este pequeño pueblo burgalés, los investigadores reivindican la necesidad de que la sociedad se preste a más proyectos como el suyo, y así lo recalca Mazuelas: "La arqueología tiene mucho que decir, mucho que hacer y muchas masas y conciencias que remover".