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Lorences, el carbonero de La Latina

Nadie echa ya una firma en el brasero, pero él sigue despachando picón a las ancianas del barrio. La supervivencia pasa por los asadores, cuyas parrillas reclaman carbón de encina.

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Arturo, dentro del local que lleva su apellido: Carbonería Lorences. / HENRIQUE MARIÑO

Actualizado:

- ¿Señor Arturo?

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Una de Mesonero Romanos, temeroso de que desapareciese ese “mueble añejo, retrógrado y mal sonante” allá por 1851: “El brasero se va, como se fueron las lechuguillas y los gregüescos; y se van las capas y las mantillas, como se fue la hidalguía de nuestros abuelos, la fe de nuestros padres, y se va nuestra propia creencia nacional”. Y, con él, también se está yendo el picón: “Denme su calor suave y silencioso, su centro convergente de sociedad, su acompañamiento circular de manos y pies”, escribía en Al amor de la lumbre o el brasero.

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