El caos de trenes en Catalunya desafía la salud mental de sus pasajeros: "Hemos renunciado a nuestro tiempo libre”
Hablamos con usuarios habituales de Renfe entre Tarragona y Barcelona y constatan un empeoramiento de su salud mental debido a la incertidumbre que les provoca las constantes incidencias en la red ferroviaria.
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barcelona,
Hartos de verse "maltratados" y desatendidos por Renfe, decenas de usuarios habituales de las líneas de tren entre Tarragona y Barcelona decidieron organizarse a través de la plataforma Dignidad en las Vías para hacer llegar su malestar y sus quejas por el funcionamiento de los trenes a la administración. Todo empezó con un grupo de WhatsApp, donde entre todos compartían la información sobre los retrasos y cambios de horarios que Renfe no les comunicaba.
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Anna Gómez, portavoz de la plataforma, explica que es un grupo muy activo, ya que prácticamente todos los días hay incidencias en la red. Un grupo todavía más activo desde el inicio de las obras en el túnel de Roda de Berà para mejorar el Corredor del Mediterráneo. Unos trabajos que han dejado sin conexión ferroviaria Tarragona y Sant Vicenç de Calders (Tarragona) -ahora conectadas por un autobús- y que durarán cinco meses. Pese a que las obras han agravado el funcionamiento de los trenes y el día a día de los pasajeros, lo cierto es que los problemas vienen de mucho antes.
Actualmente hay más de 500 personas en el grupo. Cada una de ellas tiene su historia, pero todas comparten el malestar que les genera los retrasos, los cambios de horarios a última hora, la falta de información cuando suben al tren... Un malestar a menudo emocional que les termina afectando a su salud mental. Así lo constata Gómez, quien asegura que existen casos de ansiedad y estrés entre los usuarios habituales.
Hace un año y cuatro meses, Eva decidió alejarse de Barcelona huyendo del estrés de la ciudad e irse a vivir a un pueblo. Sin embargo, mantuvo su centro de yoga junto a la estación de Sants, en la capital catalana, donde se desplaza cada día en tren. Actualmente vive en Roda de Berà (Tarragona) y cada día va en coche hasta Sant Vicenç de Calders, un municipio que queda a medio camino entre Tarragona y Barcelona y con buenas conexiones ferroviarias.
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Al principio tardaba 40 minutos en tren para llegar al trabajo, pero confiesa que los últimos meses han sido un auténtico infierno. Retrasos, cambios de horarios de última hora, falta de información... Un cúmulo de situaciones que han afectado mucho a su día a día y a su salud mental. "Nunca había experimentado ansiedad ni sensación de angustia hasta ahora. La incertidumbre de salir de casa y no saber a la hora que vuelves a casa es matadora", reconoce.
"Las incidencias del tren me hacen perder muchas horas al día que deberían ser productivas, y eso mina mi estado de salud interno, noto que he perdido ilusión. Ratos que antes dedicaba a hacer cosas que me gustan, cómo ir a correr a primera hora de la mañana, ahora no las hago porque no puedo fiarme si el tren llegará a la hora o no. Los usuarios hemos renunciado a nuestro tiempo libre", confiesa.
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Eva explica que perdió a una trabajadora por la ansiedad que le suponía venir en tren. "No tenía la certeza de llegar a la hora al centro y eso no la dejaba dormir. Se levantaba a las cinco para coger el tren de las seis para abrir el centro a las diez de la mañana. Así que decidió renunciar al lugar del trabajo", asegura.
Un impedimento para la conciliación familiar
Òscar es de Tarragona, pero hace nueve años se mudó a Barcelona por trabajo. Hace dos años, su pareja encontró trabajo en Tarragona y decidieron trasladarse a un punto intermedio: Altafulla (Tarragona), un pueblo con un entorno favorable para las criaturas y con una estación de tren para poder ir a Barcelona los días que Òscar no teletrabaja. Unos días que se han convertido en una auténtica aventura. "Los retrasos son diarios. Cada día hay un retraso permanente de unos 15 minutos, y una o dos veces por semana hay un retraso grande de 45 minutos hasta dos horas", explica.
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El mal funcionamiento de los trenes también afecta a la conciliación familiar. "La organización familiar es complicada. Por horario, cuando voy a Barcelona a trabajar, a la vuelta podría ir a buscar a mis hijas a la escuela, pero ya no contamos con ello porque no podemos confiar en los trenes. Tenemos que tirar de familia o amigos" , comenta. "No es sólo que no pueda ir a buscar a mis hijas a la escuela, es que poder ir yo mismo permitiría a mi pareja poder disponer de un tiempo libre que no tiene. Algo que no es culpa mía y que en teoría debería funcionar, como es el transporte público, me acaba generando muchos problemas en mi vida personal", lamenta.
Òscar explica que esta incertidumbre constante es dura psicológicamente porque no te permite conciliar, tampoco ser una persona fiable en cuanto a horarios, y de vez en cuando también te hace perder alguna reunión de trabajo... "De hecho, al principio de ir en tren, si tenía una reunión importante en el trabajo les pedía a unos amigos si podía quedarme en su casa porque quería asegurarme de que llegaba. Desgasta mucho", reconoce.
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Eva detalla que la sensación que tienen todos los usuarios es de "mala planificación y de poca consideración hacia la vida de las personas". "Nos sentimos vulnerables", sentencia.
Solidaridad entre usuarios
El malestar que unió a este grupo de usuarios habituales de trenes entre Tarragona y Barcelona ha acabado convirtiéndose en solidaridad. Òscar explica que la primera semana que cogió el tren en Altafulla hubo un corte total que dejó el pueblo sin trenes durante tres horas. "Por suerte, un grupo de gente también afectada se ofreció para llevarme y desde entonces que estoy dentro de ese grupo de WhatsApp", comenta.
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Sobre la alternativa del coche, ambos coinciden en que no es una alternativa. "Es inviable. Si lo sumas todo, la gasolina y el parking, no es asumible. Por no hablar del tráfico para entrar en Barcelona en horas punta", comenta Eva. "Además, la falta de peajes y el problema del servicio ferroviario han aumentado la afluencia de vehículos en la autopista", concluye.