madrid
En la calle Ballesta de Madrid hay un taller de costura que no solo te arreglan los bajos de un pantalón sino que puedes pedirles que te confeccionen cualquier prenda. Sus costureras han conseguido dejar atrás las heridas provocadas por ejercer durante años la prostitución.
Acto I: La calle
M. se ha puesto un colorido pañuelo a modo de turbante. Lleva pintados los ojos y también sus gruesos labios. Podría venir de Senegal, de Mali… M., que tan solo tiene 23 años, debería estar contenta porque acaba de llegar de la visita al ginecólogo: ya está curada de todas las infecciones que había contraído. Y sin embargo, parece contrariada: se queja, en un español chapurreado, de la comida que le dan en la casa de acogida. “Claro, ella querría comer cualquier cosa: pasta, pizza.. pero no, tienen que comer de todo, tiene que comer el menú que estipula la Comunidad de Madrid”, explica Rocío Nieto, presienta de Apramp. “El punto de inflexión llegará cuando la llame su familia desde su país de origen y le diga que por qué no le ha mandado dinero este mes. Ese es un momento delicado. Ocurre que muchas veces las chicas que están en la casa quieren irse, volver a la vida que llevaban antes”, añade Nieto.
Dice “la vida que llevaban antes” por denominarlo de alguna forma, porque en realidad, tenía poco de vida y mucho de esclavitud. Habrán intuido que esta historia no es un camino de rosas: hay varias palabras que lo indican como casa de acogida, infecciones o familia que reclama dinero mensualmente. Apramp son las siglas de Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida y la joven M. ha sido una de esas chicas captadas por una red de trata que la trajo a España a esclavizarla sexualmente.
Estamos en la sede de la asociación y hay una actividad frenética en el taller de costura, actividad que montaron en los inicios de la asociación, hace 36 años, y que están visibilizando cada día más. Han pasado de retoques en las prendas (unos bajos, unas mangas, estrechar un pantalón…) a confeccionar para diseñadores: unas 38 tiendas del barrio ya acuden allí para que les confeccionen sus modelos.
Podría pensarse que esta historia va solo de eso: de mujeres que consiguen escapar de esas redes y se rehacen, muy poco a poco, con mucho tiempo, paciencia y cariño por parte de la gente de esta asociación. Y sí, va de eso, pero también va de empoderamiento, de feminismo, de oportunidades laborales, de independencia económica y, también, de utilizar bien el lenguaje.
"Pregunta a las mujeres que quieras de la calle Montera o del polígono Marconi cuántas preferirían tener un trabajo a estar haciendo lo que hacen”, asegura Marcela
Cuando la periodista entra en este taller se percata de dos cosas: una, de que estas chicas tienen manos sabias, porque hay diseños que bien podrían lucirse en la Mercedes Fashion Week. Y dos, que no hablamos correctamente sobre el drama de la prostitución, porque no utilizamos bien los términos. “No, no me digas clientes. Cliente es el que va a una tienda o a El Corte Inglés. El que acude a la prostitución es un putero. Punto. Y tampoco me digas prostituta, dime mujer prostituida. Pregunta a las mujeres que quieras de la calle Montera o del polígono Marconi cuántas preferirían tener un trabajo a estar haciendo lo que hacen”, dice con vehemencia Marcela.
A ella la rescató la asociación en 2005: “Si estoy viva hoy es gracias a ellos”. Hoy es una de las 14 mediadoras que tiene la asociación, que van cada día por las distintas zonas de prostitución de Madrid para saber cómo están esas mujeres. “Se llevan preservativos, las llevamos al médico si lo necesitan, es un trabajo de acercamiento y de confianza”, explica Nieto. Cuyo objetivo final es que se decidan a denunciar y acaben saliendo de esa espiral infernal que es la trata de seres humanos.
“El perfil de la prostitución no tiene hoy nada que ver con cuando empezamos, hoy es una lacra internacional", declara Nieto
“El perfil de la prostitución no tiene hoy nada que ver con cuando empezamos: entonces eran mujeres españolas, que la ejercían de una forma puntual, frente a una necesidad económica determinada. Hoy es una lacra internacional, muchas mujeres y niñas, porque la demanda lo pide, cada vez mujeres más jóvenes, de Brasil, Venezuela, Paraguay, etc”.
Acto II: El infierno
Las mediadoras se mueven por pisos invisibles, de esos donde se ejerce la prostitución pero sus vecinos no lo saben. También por polígonos, clubes de alterne, etc. Van en parejas, cada una de una nacionalidad, identificadas con un chaleco con las siglas de la asociación: “Es muy fácil entrar en la prostitución y muy difícil salir. A estas mujeres se las aniquila, pierden su identidad, acaban no sabiendo quiénes son. Las mediadoras las tratan de igual a igual y esa relación se consigue por empatía, ellas pasaron por lo que están viviendo antes”, explica Nieto.
"A estas mujeres se las aniquila, pierden su identidad, acaban no sabiendo quiénes son", explica Nieto
La idea de abrir en Ballesta, con un escaparate vistoso, no fue azarosa: justo al lado de la tienda, tres chicas están ejerciendo la prostitución ahora mismo. “Pero queremos visibilizar que hay vida más allá de eso, que se puede salir”, comenta Nieto.
El primer paso, cuando se deciden a denunciar, es llevarlas al piso franco, donde comparten espacio con trabajadoras sociales: la asociación dispone de dos pisos en Madrid y un tercero de menores. Cuando ya están recuperadas de sus heridas, físicas y psicológicas, las chicas dejan el piso y se buscan uno de alquiler: “Y ahí es donde Apramp responde por ellas, quien le dice al arrendador que estas chicas son fiables, que respondemos por ellas”. Paralelamente en el proceso se hacen los tratamientos médicos pertinentes y se las va formando: cuentan con distintas formaciones teóricas, la de costura, la de camarera de habitación, de geriatría. La formación práctica la desarrollan gracias al apoyo de hoteles como NH, la Fundación Reale, etc.
“Lo que pretendemos es que estas chicas sean independientes económicamente hablando. Dar una oportunidad está bien pero esa oportunidad debe poder mantenerse en el tiempo para que no caigan de nuevo en la prostitución”, afirma Nieto.
“Las que hemos ejercido la prostitución necesitamos dinero, pero sobre todo necesitamos dignidad”, dice Marcela
“Las que hemos ejercido la prostitución necesitamos dinero, pero sobre todo necesitamos dignidad”, dice Marcela, la mediadora. A ella la captaron las redes de trata con apenas 20 años: primero se la llevaron a Portugal y luego recaló en un macro prostíbulo en Sevilla: “Que aún sigue abierto”, incide. “Allí estábamos 280 mujeres. La gente dice que esto es dinero fácil. Dime tú si es fácil acostarte con 30 tíos en un día. Esto no es dinero fácil, es rápido, pero no fácil”.
“Esta sociedad es muy hipócrita: cuando los padres van con los niños por Montera les tapan los ojos y les dicen, no mires, que son putas. Pero cuando ese niño ya es adulto y no ha perdido la virginidad, le dan un billete para que vayan a perderla con esa puta”, dice. Marcela explica que cualquiera puede ser víctima de una red de trata y que ahora ni siquiera se limitan a traer a jovencitas de otros países, sino que las reclutan a las salidas de los institutos: “Le puede pasar a tu hija o a tu hermana. Yo estaba estudiando Derecho cuando me quedé sin trabajo para costearme los estudios. Me prometieron un trabajo cuidando a personas mayores en Europa que me permitiría seguir formándome. Y así caí. Cuando llegué a Portugal, me quitaron la documentación y me dijeron que había contraído una deuda de tanto dinero. Que si no pagaba iban a tomar represalias con mi familia. Yo vengo de una familia estructurada, tengo estudios, esto le puede pasar a cualquiera”, añade.
Acto III: La dignidad
No fue fácil convencer a Marcela para dejar la prostitución: ni a ella ni a otras muchas mujeres, recordemos que ya han dejado de ser quiénes son para convertirse en mercancía, en un trozo de carne. ¿Cómo hablarles de auto-estima y de dignidad? “Las mediadoras vamos cuatro veces al mes a la misma zona. Atendemos a unas 200/250 mujeres diarias. ¿Cuánta gente puede estar ejerciendo la prostitución ahora mismo en Madrid? Ni la Policía lo sabe”, explica Marcela.
¿Cuánta gente puede estar ejerciendo la prostitución ahora mismo en Madrid? Ni la Policía lo sabe”, explica Marcela
Apramp informa a unas 1.300 mujeres al año. A las chicas se les facilita un teléfono de urgencias, al que se atiende durante 24 horas: “Yo me animé a denunciar después de una paliza que me dejó la cabeza abierta. Y me agarré a una frase que me dijo mi mediadora: tú puedes ser lo que quieras”, confiesa Marcela. Las bandas tejen unas poderosas cadenas mentales que amarran a estas mujeres a la actividad, juegan con sus miedos: “No hace falta que nos pongan grilletes”.
Marcela ya no quiere acabar Derecho: se siente realizada haciendo lo que hace, ayudando a otras como ella a dejar la cárcel de la prostitución. En el taller de Ballesta, entre maniquíes vestidos con vestidos de colores, baberos o delantales, las chicas siguen con sus máquinas de coser: hay 7 mujeres trabajando y diez en formación con Paula, la patronista, que no tiene horas del día suficientes para formar a todas las interesadas porque en el último mes, además, han entrado muchos pedidos.
“¿Qué cómo se sienten cuando ven sus vestidos? Hemos tenido un desfile recientemente, lo viven muy bien, cuando ven que con sus manos han sido capaces de crear”, finaliza Rocío Nieto.
Por si quieren ayudar, en Apramp necesitan máquinas de coser, burros para colgar la ropa y ordenadores para formar a las chicas. También, cualquier donación económica es bienvenida en el siguiente número de cuenta de Bankia: ES46 2038 0603 2260 0697 5464. Porque nadie se ofrece para ser esclava.
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