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Fue feminista "quizás sin saberlo" y precursora del Me Too, aunque sus denuncias contra los concursos de belleza, la industria del cine y los abusos de poder han quedado diluidas por su imagen de muñeca frágil, un tópico que alimentaron los mismos que antes la habían encumbrado.
Miguel Fernández, autor de La vida rota. La biografía definitiva de Amparo Muñoz (Roca Editorial), defiende su lucha contra el machismo desde el momento en el que percibió el lado oscuro de la Corporación Miss Universo, organizadora del certamen que un día como hoy de 1974 la proclamó como la mujer más bella del planeta.
El periodista, coautor en 2005 de las memorias La vida es el precio (Ediciones B), aprovecha las conversaciones mantenidas con ella para trazar su perfil, en el que contrasta el feminismo de la protagonista con los papeles cinematográficos que aceptó durante el destape.
Amparo Muñoz (Málaga, 1954-2011) peleó tanto por la libertad como por la igualdad de las mujeres, pero terminó siendo víctima del sistema, que eclipsó su grandeza. "Ella, sin saberlo, abrazó la tesis de la igualdad y del feminismo de una forma muy precoz y en un contexto social en el que esa lucha no estaba presente", explica Fernández.
Durante el franquismo, su padre y su novio la ataban en corto, si bien ella se puso a trabajar en unos grandes almacenes y en una agencia de publicidad antes de presentarse a Miss Costa del Sol, Miss España y Miss Universo. Cuando ganó, se dio cuenta de que estaba siendo utilizada por la Corporación y, a los seis meses, renunció a la corona.
No solo era la primera española que lograba el título, sino también la primera mujer que renegaba de él. Antes de iniciar una gira mundial, alejada de su familia y de su pareja, aislada y controlada, ya había percibido que tras el concurso de belleza se escondía un negocio turbio. "Pero sus denuncias son anteriores, pues cuando empieza a trabajar en unos grandes almacenes, el jefe intenta propasarse y ella lo denuncia a recursos humanos. Ahí nace una conciencia crítica que va a llegar hasta el final de su vida".
Invitada a una fiesta, los organizadores de Miss Universo relajan "la férrea vigilancia a la que estábamos sometidas", rememora en La vida rota. "Al llegar a la sala, me encontré que la fiesta era verdaderamente especial. Hombres y mujeres bailaban en el centro de la pista. Alrededor, en divanes, grupos de dos, tres y hasta más personas se abrazaban y besaban. Era una auténtica bacanal. ¡Si mi padre llega a ver aquello…!".
Antes del concurso, que tuvo lugar en Filipinas, fue trasladada junto a las otras candidatas a una casa. "En teoría, íbamos a descansar y a prepararnos para el gran día, pero después de cenar se presentó un grupo de hombres jóvenes, en su mayoría hijos de gente poderosa, que entre bromas y risas acabaron en las habitaciones de las mises, a veces por la fuerza", relata. "Se formó un gran alboroto. Dos chicas pidieron ayuda a las que nos habíamos retirado a dormir".
Amparo Muñoz cuenta que el hijo mayor de Ferdinand e Imelda Marcos terminaría casándose con una de ellas, aunque la anécdota también refleja cómo el matrimonio utilizó la organización del concurso para blanquear la dictadura filipina, como ya habían hecho los coroneles un año antes en Grecia. En 1975, los organizadores pretendían celebrarlo en la España de Franco y, pese a que ella lo desconocía, su corona era una baza en las negociaciones.
Ya estaba siendo usada incluso antes de proclamarse vencedora, si bien la idea de que la sede fuese una ciudad turística de la Costa Brava o de la Costa del Sol fue desechada por la Corporación porque el dictador podía morir en cualquier momento y por otros factores, como la amenaza del terrorismo de ETA, aunque también pesó el carácter insumiso de Amparo Muñoz, quien iba de frente y no estaba dispuesta a mantener la boca cerrada.
"La Corporación tenía previsto hacer un gran negocio en España, pero como Franco enfermó y Amparo Muñoz no era dócil y les provocaba dolores de cabeza, le dieron una patada a ella y organizaron el evento en El Salvador", explica Fernández. "En todo caso, el franquismo anticipó el marketing político, porque la historia de una chica humilde proclamada como Miss Universo era estupenda para blanquear la dictadura".
Por la igualdad de las mujeres
Son reveladoras las respuestas que le da a Felipe Navarro, Yale, en una entrevista publicada en la revista Interviú. "Si se trata de compartir las mismas responsabilidades con el hombre, de ascender a los mismos puestos de trabajo y de gozar de idénticos derechos, evidentemente estoy a favor de todas esas reivindicaciones", afirma Muñoz, quien no admite "la postura machista de nuestra sociedad" y califica al hombre español como "machista" por naturaleza.
También deja claro que el destape es forzado por directores y productores, algo que no le hace ninguna gracia cuando es gratuito. "Cuando me tengo que desnudar solo y simplemente por salvar un argumento mediocre, me entran ganas de llorar", se lamenta Muñoz.
"Desgraciadamente, esto último ha ocurrido alguna vez, y, más que pudor, lo que he sentido es una rabia infinita y unas ganas locas de marcharme a casa", explica en la biografía, donde deja claro que el acoso sexual no solo se daba en los concursos de belleza o en el cine, sino también en todos los ámbitos de la sociedad, como refleja el episodio del jefe que la acosa cuando empieza a trabajar en su Málaga natal.
Fernández insiste en que entonces ella era muy joven. Había ganado el concurso mundial con solo veinte años y se convierte, como señala en su biografía, "en un icono al servicio del heteropatriarcado". No tiene una gran preparación intelectual, añade el periodista, pero su experiencia vital le hace ver que "el mundo no debe ir por esos derroteros y que ella no quiere vivir en una sociedad así". Es más, "siente que en el cine los desnudos se plantean de una forma tan directa, soez y desconsiderada que los interpreta como una violación".
Por eso su biógrafo la considera como una adelantada a su época y una precursora del Me Too: "Mucho antes de llegar la cuarta ola violeta, ella tiene una actitud absolutamente radical en la defensa de la igualdad y de la dignidad de las actrices, pero también de las mujeres en el ámbito doméstico. Su vida es una búsqueda constante y una lucha permanente por la igualdad, pese a que entonces no había una sensibilidad social para valorar su actitud".
En cambio, cada vez que hacía "uso del legítimo derecho a oponerse al machismo", la tildaban de díscola, problemática y conflictiva, recuerda Fernández, quien en cambio solo escuchó buenas palabras de los directores con los que trabajó. De alguna manera, atacaban su valentía y, de paso, "usaban su belleza como coartada para infravalorarla".
La vida rota reivindica la cara silenciada de Amparo Muñoz, como mujer empoderada, frente a las crónicas que se centran en su caída en desgracia. No escatima, sin embargo, ningún pasaje de su vida, incluida la sentimental. Así, el periodista recuerda que ella primero chocó con el carácter de Patxi Andión —pese a ser un cantautor de izquierdas, debido a la educación recibida en casa podría calificarse como "un hombre de antes"— y luego con el paternalismo de Elías Querejeta, de quien siempre habló bien.
Ella, por el contrario, quería volar. Sin embargo, se estrelló cuando se enganchó primero a la heroína y después a la cocaína. "Incluso en los episodios desdichados veo una conexión causa-efecto entre lo que ella sufrió como objeto de mercantilización y manipulación —o sea, un uso de su figura al servicio del heteropatriarcado— y su búsqueda de la felicidad, que la llevó a conocer el infierno", reflexiona Fernández, quien considera que pagó dos veces su drogodependencia por ser mujer y bella. "Muchos cayeron en la trampa, pero esa leyenda marginal persiguió especialmente a Amparo Muñoz".
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