La gestión comunitaria echa fuertes raíces en Barcelona
Del histórico Ateneu Popular de 9 Barris a la muy reciente Nave Bostik, los ejemplos de espacios gestionados por vecinos y comunidades gana presencia en la capital de Catalunya
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BARCELONA. Los diferentes proyectos de gestión comunitaria que han proliferado en la capital catalana han puesto en evidencia la tensión entre la Barcelona de los barrios y la Barcelona escaparate, la que reivindica el derecho a la ciudad o la que convierte la ciudad en una marca. La mayoría de distritos cuenta con espacios liberados por los vecinos para darles un uso social. De Nou Barris a Sant Andreu, recogemos cinco ejemplos, históricos y recientes, de lucha vecinal, que en todos los casos ha servido para transformar espacios abandonados y dotarlos de vida y una intensa actividad.
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Ateneu Popular 9 Barris
El Ateneu Popular 9 Barris es uno de los máximos exponentes de la lucha vecinal en Barcelona. Nació en 1977 -celebra ahora su 40 aniversario- fruto de la ocupación de una planta asfáltica que se construyó entre los barrios de Roquetes y Trinitat Nova. Los humos de la fábrica molestaban a los vecinos, que reclamaban que se detuviera la actividad. "Cuando ponían la ropa a extender, acababa negra", recuerda Antonio Buil, miembro histórico del Ateneo, "así comenzó la lucha y el Ayuntamiento nos dio la razón, decía que lo sacaría pero pasaba el tiempo y no hacía nada ".
Las negociaciones con el Ayuntamiento no fueron sencillas, entre otras cosas porque la fábrica se ocupó antes de que tuvieran lugar las primeras elecciones municipales democráticas, en 1979. "El Ateneo comenzó a hacer" chup chup "y a construir desde la periferia, en confrontación con el modelo que se iba consolidando de hacer política desde el centro de Barcelona", concreta Paniagua", y esta tensión es muy interesante porque es lo que hace que aquí pueda surgir una historia peculiar que sirve como modelo".
La movilización consiguió que el Consistorio aceptara el espacio como un equipamiento cultural, pero no estaba dispuesto a dejar la gestión en manos del barrio
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La movilización vecinal consiguió que el Consistorio aceptara el espacio como un equipamiento cultural, pero de entrada no estaba dispuesto a dejar la gestión en manos del barrio. "Su propuesta era que fuera un centro cívico de gestión municipal y controlar su funcionamiento", explica Buil, "pero nosotros no pasamos por ahí, queríamos un espacio autogestionado". A pesar de las medidas represivas, los vecinos lucharon durante años para la gestión comunitaria del espacio, organizando acampadas en la sede del Distrito y plantándose con pancartas en la Plaza Sant Jaume. Finalmente, el Ayuntamiento acabó cediendo.
Desde sus inicios, el circo ha sido el elemento vertebrador de todo el proyecto. Este sector surgió naturalmente dentro del Ateneo y encontró un espacio donde consolidarse y reinventarse. Aquí nacieron, por ejemplo, la Associació de Professionals del Circ de Catalunya o la Escola de Circ Rogelio Rivel. A día de hoy, el proyecto pedagógico sigue estando muy basado en el circo social como una herramienta de empoderamiento, de transformación y "de incidencia sobre el territorio". "En un distrito donde las oportunidades laborales siempre han sido muy limitadas, hay mucha gente que ha encontrado, en las artes escénicas, una salida profesional", comenta Paniagua.
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Can Batlló
Can Batlló representa otro modelo de autogestión vecinal. La Bordeta lo recuperó en el año 2011, pero la reivindicación de que el complejo fabril fuera por el barrio se remonta a 40 años atrás y se explica por el déficit histórico de equipamientos en la zona. El recinto, que el siglo XIX alojaba una fábrica textil muy importante con más de 2.000 trabajadores, fue perdiendo fuelle con el tiempo y hacia finales de los 90, la Asociación de Vecinos consideró que era un buen momento para volver reivindicar, con fuerza, el espacio. La empresa propietaria de las naves se comprometió a ceder terreno a los vecinos a cambio de que el Ayuntamiento le ofreciera suelo para poder edificar pisos, pero este acuerdo no llegaba y el barrio se empezó a molestar.
El 11 de junio, La Bordeta recuperó Can Batlló. "Fue súper emocionante, había unas 2.500 personas, todo el barrio, y había gente que lloraba", comenta Domingo. A pesar del mal estado de las naves, llenas de basura y sin acceso al agua potable ni a la luz, los vecinos se han arremangaron e invirtieron horas de trabajo para limpiar el espacio y adecuarlo. De la nada han levantado la biblioteca, que se ha convertido en una de las más importantes de la red de bibliotecas libres de Catalunya, pero también el bar o el auditorio. Can Batlló está en constante movimiento. "Funcionamos gracias al voluntariado y la implicación", explica el representante vecinal, "hoy por ejemplo aquí arriba hay colgadas dos o tres personas que desinteresadamente hacen de paletas o de mecánicos". Quien no hace una cosa hace otra.
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De la nada han levantado la biblioteca, pero también el bar o el auditorio. Can Batlló está en constante movimiento
Los vecinos gestionan más de 10.000 metros cuadrados de terreno. Poco a poco, batalla a batalla, han conseguida que la Administración les vaya cediendo nuevas naves en las que se alojan varios proyectos, desde una carpintería autogestionada, una imprenta, pasando por un espacio de juego infantil, una zona de talleres o un rocódromo. Can Batlló, además, acogerá la primera promoción de vivienda de nueva construcción en régimen de cesión de uso y también la primera escuela autogestionada. "Hemos generado referencialidad y hemos abierto nuevos horizontes", comenta Domingo, "hemos creado algo nuevo que le vemos un futuro alentador, y esa es nuestra manera de luchar".
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El Rec
En el barrio de Fort Pienc, la juventud reivindica espacios. La reclamación no es nueva y se ha materializado en la creación de la campaña Exigimos Espacios. En 2014, las dos entidades que la organizaron, Arran Fort Pienc y el Casal de jóvenes Xiroc, decidieron poner remedio a esta carencia ocupando una sede de Bankia que estaba en desuso.
El año pasado, las entidades recibieron el anuncio de que Bankia, la propietaria del inmueble, las llevaría a juicio este febrero por la ocupación de la sede. Como respuesta, han puesto en marcha una campaña en defensa de El Rec, llamada "Recsistència", que se volverá "más combativa" a medida que se acerque la fecha del juicio. Los jóvenes que forman parte del espacio aseguran que la Administración no ha hecho ningún movimiento para desenredar esta situación. "Se ha desentendido totalmente porque interpreta que el conflicto es entre dos particulares", comenta Paula Guerra, "pero nosotros les interpelamos directamente y pedimos que habiliten más espacios para los jóvenes del Fort Pienc".
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El Pou de la Figuera
Este centro, ubicado en el barrio de la Ribera, representa una de las reivindicaciones de la lucha del Forat de la Vergonya, que movilizó a los vecinos en contra del proyecto urbanístico previsto para la zona. En la Ribera hacía falta un espacio de acceso libre en el que se pudieran desarrollar actividades gratuitamente, y fruto de la ocupación del espacio público y la presión vecinal, en 2007 el Ayuntamiento construyó el recinto. "Tenemos este espacio gracias a que hubo personas que decidieron apropiarse de la calle y autogestionar el parque", explica Aidà Almirall, dinamizador comunitario del centro.
La gestión comunitaria, también en los espacios de trabajo: la Nave Bostik
Hacía diez años que la Nave Bostik estaba abandonada cuando Xavier Basiana, arquitecto e impulsor, también, de la Nave Ivanov, se fijó el reto de construir un nueva fábrica de creación. La propietaria del espacio, una promotora inmobiliaria llamada La Llave de Oro, creyó en el proyecto y cedió la nave al equipo de Basiana, hace un par de años, para que la gestionaran a cambio de que asumieran el coste del IBI.