El voto femenino progresista determinará el extenso proceso electoral de 2024 en el mundo
Una brecha de género se ha abierto en la generación zeta con una visión femenina, mucho más transigente y con una clara tendencia a posiciones políticas de izquierda, en contraposición de una intensa polarización del electorado masculino.
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No es una tendencia, sino un fenómeno social universal. La amplia generación zeta ha roto de un plumazo la homogeneidad de género que ha reinado en las conciencias colectivas de sus predecesores. Desde Corea del Sur a EEUU, pasando por Alemania, Polonia, Reino Unido o España (según una reciente encuesta del CIS) "se detecta una extensa brecha ideológica entre hombres y mujeres jóvenes", señala en Financial Times su analista de datos John Burn-Murdoch.
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Una divergencia de género que será determinante en todo el amplísimo y excepcional proceso electoral abierto este año en el mundo, pues cerca de 2.000 millones de personas en más de 70 países, prácticamente la mitad de la población mundial, pasarán por las urnas a lo largo de los próximos meses.
En cada nación, la información demoscópica descubre la inclinación de su sociedad atendiendo a su división de género, con su lado femenino asumiendo posiciones de izquierda, progresistas y más preocupadas por la modernidad, la equiparación social o la vanguardia cultural. Frente a su contraparte masculina encontrando sus prioridades en postulados conservadores en asuntos como los impuestos, el aborto o el control de armas o desmarcándose de los avances en igualdad sexual o racial incluso elevando el ya de por sí casi irrespirable clima de crispación y polarización política. Este diferencial llega a cotas de divergencias excepcionales en Corea del Sur.
Para corroborar esta hipótesis, Burn-Murdoch interpela a Alice Evans, profesora de Stanford que deja una hipótesis de lo más elocuente: el movimiento MeToo detonó la difusión del feminismo entre las jóvenes zetas, cuyo alineamiento contra el acoso sexual también las ha llevado a apoyar posiciones más transigentes con la inmigración o la justicia social o racial, en contraposición a la postura mayoritaria masculina en estos aspectos.
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Aunque, además -resalta Evans- en este juego de tronos entre hombres y mujeres son las redes sociales las que contribuyen decididamente a consolidar y propagar las diferencias; esencialmente, por la proliferación de chats de género que se convierten en burbujas de exclusión por razones de sexo.
La batalla de género está tornando hacia unas claras divergencias políticas
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La batalla de género, pues, existe, y está tornando hacia unas claras divergencias políticas en las que el arraigo de la polarización y el creciente asentamiento de la crispación han elevado a otra dimensión esta tradicional disputa entre hombres y mujeres. En tiempos pretéritos, siempre han emergido las almas masculinas y femeninas que, a menudo, han optado por deambular por unos derroteros opuestos. Pero la distancia, ahora, parece haber cobrado uno tintes más partisanos.
"Es como si los chicos y chicas jóvenes vivieran en mundos aparte, lo que traerá consecuencias de difícil repercusión en el futuro", escribe Burn-Murdoch, si se atiende a la aceptación general de la mayoría de las escuelas sociológicas de que cada generación modela sus propias tendencias políticas e ideológicas a través de sus experiencias formativas y sus visiones y reflexiones sobre los acontecimientos que les circundan.
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Ejemplos nacionales de radicalización masculina
En EEUU, la firma demoscópica Gallup muestra en un reciente sondeo que después de décadas de sintonía entre sexos sobre igualdad entre posturas ideológicas progresistas y conservadoras, las jóvenes de entre 18 y 30 años de edad se manifiestan ahora un 30% más "liberales y flexibles" en aceptar la equiparación de derechos y libertades que sus contemporáneos masculinos.
Las jóvenes se manifiestan un 30% más liberales en aceptar la equiparación de derechos que los hombres
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Este diferencial se ha intensificado en solo seis años en el primer mercado global. Sin embargo, no es una excepción. En Alemania se percibe una brecha similar entre sus jóvenes varones "con una creciente asunción de posiciones conservadoras" en relación a sus contrapartes femeninas, que se declaran "progresistas". Otros 30 puntos. Mientras esa distancia se diluye algo, hasta los 25, en Reino Unido y en Polonia, el pasado año, casi la mitad de su estrato social masculino entre 18 y 21 años respaldaba a Confederación, agrupación de extrema derecha, lejos de la sexta parte de las mujeres de la misma ratio de edad.
En Corea del Sur o China también se detecta un "enorme abismo" de género entre sus jóvenes zetas. Al igual que en África, con Túnez como banco de pruebas. En un contexto de propagación de este fenómeno que encuentra su "mayor dramatismo diferencial" en menores de 30 años y con el movimiento MeToo como elemento distorsionador: entre las mujeres, el apoyo a valores feministas es especialmente alto y aceptado al interiorizar la fórmula del empoderamiento como instrumento para combatir las injusticias de género, mientras que este respaldo entre varones se precipita en caída libre.
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Esta idea primigenia ha desembocado en opiniones políticas. En Corea del Sur, en las elecciones presidenciales de 2022, los hombres de mediana y elevada edad votaron por posiciones que se catalogan de moderadas, mientras sus jóvenes varones lo hicieron masivamente por el partido Poder de la Gente, de ultraderecha. Por su parte, las mujeres que no han alcanzado la treintena se decantaron por la formación Democrática de tinte liberal progresista.
La última de las economías que han adquirido el estatus de industrializada es "un caso extremo" dice el Financial Times, pero sirve como alerta temprana de la ruptura de pensamiento en la generación zeta en un país que, además, ha visto cómo sus índices matrimoniales se han derrumbado y su tasa de natalidad se hundió hasta 0,78 nacimientos por mujer en 2022, la más baja del planeta.
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Siete años después de la explosión del MeToo, estas divergencias parece que se auto sustentan por sí mismas y que están detrás de las distinciones ideológicas que distinguen en la actualidad el progresismo del conservadurismo y que divide opiniones y actitudes frente a "las agresiones sexuales" y, por inercia, hacia otros aspectos sociales y culturales.
Por ejemplo, en inmigración o justicia racial -enfatiza Burn-Murdoch- la permisividad femenina marca enormes distancias en comparación con la intransigencia masculina en EEUU, Reino Unido y Alemania y contrasta con la homogeneidad de otros estratos demográficos divididos por edad.
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Los varones alemanes que no superan los 30 años son el grupo social que más simpatiza con Alternativa para Alemania
De hecho, los varones alemanes que no han alcanzado la treintena se oponen con mucha mayor severidad a los residentes de origen foráneo y a los flujos de inmigrantes que sus mayores y, en consecuencia, simpatizan más que ningún otro grupo social con Alternativa para Alemania, una formación filonazi.
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Algo difícil de corregir, avisa el diario británico, porque la analítica de datos demuestra que la profusión de mensajes en redes sociales es mucho más efectiva en adoctrinar las conciencias que la formación académica o la persuasión histórica. Y que tiene todavía más difícil solución porque se han habilitado espacios inhóspitos entre hombres y mujeres en el mundo de lo virtual donde buscan y persiguen experiencias culturales separadas.
El 'trumpismo' campa a sus anchas
En EEUU el viraje masculino hacia posiciones republicanas se inició hace 10 años y se consumó con la victoria de Donald Trump en 2016. Así lo señala Daniel Cox, del American Survey Center, que, sin embargo, deja un halo de esperanza democrática entre los jóvenes varones americanos porque, a su juicio, a sus posicionamientos ideológicos no les sigue, de momento, compromisos políticos con el Grand Old Party (GOP).
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"Es un matiz importante. No suelen acudir ni participar en estancias políticas ni necesitan corroborar en entramados institucionales de formaciones ni en grupos de activistas sus valores ni identificar sus focos de preocupación", señala.
Más bien -explica Cos-, tratan de definir su masculinidad en una cultura moderna que les genera dudas existenciales porque, a menudo se les interpela de manera peyorativa. En su opinión, hay un bloque entre ellos que, afortunadamente, aspira a no saltarse los resortes democráticos y de aceptación del diferente, aunque sus representantes se sientan amenazados por la masculinidad tóxica que entienden que transmite el relato liberal -progresismo en la jerga estadounidense- frente a las "características tradicionales del hombre" que pregonan los afiliados conservadores.
Evans, a este respecto, añade otro factor difusor de gran efectividad: la capacidad de influencers de esta edad para separar posturas por razones sexuales, económicas o culturales, buscando las frustraciones de hombres y mujeres y aprovechándose de la pérdida de socialización o de arietes ideológicos como las brechas de ingresos o los gustos o preferencias personales. Estas taras son las que separan, primero, y perpetúan, después, la aceptación o no de la homosexualidad u otras distinciones por razones de género.
Además de generar resentimiento. Ya en 2014, la psicóloga estadounidense Helen Smith, en su libro Men on Strike -algo así como Los Hombres en Huelga o en Lucha- hablaba del calado mental que entre los hombres había provocado lo que, a su juicio, era una declaración de guerra social contra ellos por parte de la sociedad civil.
A lo que se une los cada vez más segregados distritos por suburbios y comunidades urbanas que se afanan en asegurarse sus altas calidades de vida o la polarización geográfica, muy visible en EEUU entre estados del interior -republicanos- y de sus dos costas, donde se asientan urbanitas con perfiles de profesiones liberales.
Esta doble vertiente -los apartheids en las ciudades y la polarización política- han agudizado los postulados masculinos a favor de las rebajas fiscales o las guerras comerciales, dos estandartes de los gobiernos republicanos desde la presidencia de Ronald Reagan y a los que Trump volverá a dar pábulo en campaña como gancho electoral para sus correligionarios masculinos.
En España, este fenómeno también se vislumbra. Un sondeo del CIS de enero revela que el 44,1% de los hombres cree que la promoción de la igualdad ha llegado demasiado lejos, hasta el punto de sentirse discriminados, percepción que tiene en los chicos de entre 16 y 24 años a sus más fervientes retractores, al considerar que sus políticas han dejado a los hombres "sin presunción de inocencia". Los expertos creen que esta concepción se debe, esencialmente, a la proliferación de fake news, pero está lejos de ser pasajera porque, como avisa Burn-Murdoch, el pensamiento ideológico tiende a ser identitario.