Las tres hermanas que pasaron los mejores años de su infancia en un campo de concentración tras la Guerra Civil
El periodista Marc Solanes recupera en 'Las niñas de Elna' la memoria de su propia abuela. "Este libro es una invitación para evitar que las nuevas generaciones cometan el mismo error", señala el autor.
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MADRID,
"Dormíamos en una tienda de campaña protegida con paja. El agua dulce la sacábamos de agujeros en la arena. (...) Lo peor era el frío. Cuando soplaba el viento, nos quedábamos quietas, todas juntas. Recuerdo que aguantaba la respiración y cerraba los ojos muy fuerte". Luisa Casulleras Ferrer mantiene intactos casi todos los recuerdos de su infancia, marcada por los bombardeos, las ausencias y el exilio. Su familia, natural de Lleida, nunca ocultó su significación política –tampoco durante la Guerra Civil–.
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La victoria de los sublevados hizo que Pere Casulleras, María Ferrer y sus tres hijas tuviesen que cruzar la frontera con Francia y pasar una temporada entre el campo de concentración de Argelès y la Maternidad de Elna. Las tres hermanas –una ha fallecido hace pocos meses– recuerdan aquellos años como "los mejores de su infancia". El silencio siempre había sido uno más a la hora de la comida, al menos, hasta hace poco. Marc Solanes Calderón (Barcelona, 1993) aprovechó las sobremesas con su abuela para recuperar en Las niñas de Elna (Pol·len) la memoria de su familia y poner en valor la "resiliencia" de su bisabuela, que, según palabras propias, "llega hasta nuestros días".
"Todo empieza como un pequeño reportaje. Estaba en casa con mi abuela y echaban en la televisión un documental sobre la Maternidad de Elna –hospital en el que nacieron 600 niños y niñas de familias republicanas y mujeres judías que huían de los nazis–. La familia sabía que ellas [Luisa y sus hermanas] habían estado en algún sitio complicado al sur de Francia, pero nada más. De repente, mi abuela reconoce Elna", detalla Solanes. "Mi idea era escribir sobre una mujer que había estado en un campo de concentración, pero claro, esa mujer era mi abuela. Nunca había hecho un trabajo periodístico con unos lazos familiares tan intensos. Era como una caja de pandora, nadie sabía lo que nos íbamos a encontrar", continúa.
El proceso de documentación se extendió durante más de cuatro años y fue "bastante complejo". Las cuatro protagonistas –las tres hermanas y su tía Neus, que las cuidó de pequeñas– estaban vivas cuando Marc Solanes puso en marcha la investigación, pero las que más anécdotas podían recordar habían hecho borrón y cuenta nueva por una cuestión de supervivencia. El autor visitó la Maternidad de Elna –ahora reconvertida en museo–, llenó de consultas los archivos y entrevistó a todos los miembros de su familia que tenían algo que aportar. "Si me lo hubieran dicho unos años antes, me hubiera reído a carcajadas, pero esto no tiene ni pizca de gracia", reconoce el periodista.
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María Ferrer fue "víctima del heteropatriarcado", cuestionada por militar siendo madre
Pere Casulleras murió durante el bombardeo de Cervera el 3 de diciembre de 1938. El hombre trabajaba como mecánico en el aeródromo de l'Aranyó, uno de los centros militares más importantes para la aviación republicana, pero ninguna de sus tres hijas lo sabía. Teresa, Luisa y Nuri desconocían la actividad política de sus progenitores, con la única certeza de que su madre las llevaba de vez en cuando a reuniones clandestinas y pasaba varias semanas fuera de casa –luchando en el frente–. María Ferrer y su marido militaban en la CNT y el PSUC, respectivamente.
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Las niñas de Elna tenían entre siete y 12 años cuando cruzaron la frontera francesa en busca de un futuro mejor. "Lo primero que ven es una panadería –en francés, boulangerie–. Llevaban meses de huida con la esperanza de llegar a un país que no estuviera en guerra, donde poder comer y disfrutar. El campo de concentración y la Maternidad se convirtieron en una especie de oasis temporal: comían tres veces al día, tenían ropa limpia y jugaban con otros niños. Los mejores recuerdos de su infancia son de esa época", cuenta Solanes.
María Ferrer acompañó a sus tres hijas durante la estancia en la Maternidad de Elna, cerrada por una delegación de la Gestapo en 1944. La vuelta a España coincidió en el tiempo con uno de los momentos más duros que recuerdan: la despedida de su madre. Las tres hermanas la dejaron atrás para poner rumbo a Manresa, Cerdanyola y Vilanova de Bellpuig –cada una se quedó en casa de un familiar distinto–. No volvieron a saber nada de ella, de hecho, la noticia de su muerte les llegó casi de casualidad. "Nuri se enteró porque la vistieron de negro para ir al colegio", reza el libro.
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La madre, culpable por meterse en política
"Ella estaba muy puesta en política, nuestra madre", confiesa Teresa durante su conversación con el autor de Las niñas de Elna. Marc Solanes considera que su bisabuela fue "una víctima más del heteropatriarcado", siempre cuestionada por su familia y criticada por priorizar la militancia. El padre de las niñas, Pere Casulleras, también militaba en el Partido Comunista, pero nadie en casa lo sabía. "Es muy fuerte. Todos volcaban la responsabilidad en María, cuando hacía exactamente lo mismo que su marido. Los dos acabaron solos, asesinados y silenciados", apunta el periodista.
Pere Casulleras trabajaba como mecánico para la aviación republicana
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María Ferrer intercambió varias cartas con su primogénita después de la despedida, todas ellas bajo el seudónimo de Nicolasa. El 17 de diciembre de 1940 murió en el Hospital Provincial de Zaragoza como consecuencia de un "shock cardiorrespiratorio" durante una operación, según el registro de fallecimiento. Lo hizo sola, sin entierros ni velatorios. Han pasado ocho décadas y la familia sigue sin saber dónde está su lápida. Teresa, Luisa y Nuri están convencidas de que su muerte no fue casual, pero han tenido que aprender a convivir con el olvido.
El pasado de las tres hermanas se puede entender como una especie de huida del franquismo, con el miedo a ser violadas, encarceladas o fusiladas siempre en la maleta. La historia de los Casulleras-Ferrer es, no obstante, la de muchas otras familias. "Este libro es una invitación para que nos sentemos con nuestros abuelos y les preguntemos qué pasó, dónde estuvieron y qué quieren compartir. Todos tenemos alguna niña de Elna más cerca de lo que pensamos, tenemos que despertar sus memorias para que cuenten lo que sucedió y evitar que las nuevas generaciones cometan los mismos errores", termina el escritor.