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Susana Díaz ​busca ahora marcar distancias con el PP y con la gestora del PSOE

La andaluza parte en las primarias con el estigma de ser la favorita de la derecha y de haber facilitado el Gobierno a Rajoy. A partir de ahora su discurso se endurecerá contra el Ejecutivo central, y ya cuestiona que el diputado de Nueva Canarias apoye los Presupuestos Generales

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La presidenta de la Junta de Andalucía y candidata a secretaria general del PSOE, Susana Díaz, en la clausura de la escuela de invierno que organiza la Agrupación Socialista de Las Palmas de Gran Canaria, un foro por el que ya han pasado sus dos rivales en las primarias, Patxi López y Pedro Sánchez. EFE/Ángel Medina G.

SEVILLA, Actualizado:

Susana Díaz se ha propuesto compaginar la presidencia del Gobierno andaluz con la secretaría general del PSOE federal. Si gana las primarias el próximo 21 de mayo, ostentará los dos cargos hasta las elecciones, hasta que las convoque ella en Andalucía o hasta que las convoque Mariano Rajoy en el conjunto del país.

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Las primeras tocan en marzo de 2019, las segundas en junio de 2020, pero el cariz de la legislatura hace pensar que una de las dos o las dos se celebrarán antes de lo previsto.

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En el entorno de la presidenta andaluza hay quien está convencido de que esta situación se prolongará como mucho año y medio, “lo suficiente”, dicen, para recomponer la unidad interna del PSOE y recuperar credibilidad y fortaleza como alternativa de Gobierno.

Piensan que Rajoy puede salvar los Presupuestos Generales de este año -en parte gracias a un voto prestado de Nueva Canarias, aliado electoral de los socialistas- pero no los del siguiente, que empezará a negociar cuando la nueva ejecutiva socialista esté ya a pleno rendimiento.

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Una vez que Susana Díaz asuma las riendas del PSOE federal, su ofensiva contra el Gobierno del PP se acentuará, su oposición en el Congreso se hará más palpable, y buscará la complicidad de Ciudadanos, que ya tiene en Andalucía, para dejar cojo al Ejecutivo de Rajoy, arrebatándole a su aliado preferente para precipitar así un adelanto electoral.

Este es el escenario post-primarias de la presidenta andaluza, según una fuente autorizada del PSOE-A. Sin embargo, uno de sus asesores explica que esa estrategia “ya ha empezado”, que se servirá de ella en las primarias, y que se sintetiza en esta simple idea: “Susana Díaz tiene que volar sola, que es como la gente la conoce mejor. Para eso debe tomar distancias con el PP y también con la gestora del PSOE”.

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La andaluza parte con el estigma de ser la candidata socialista favorita de la derecha, la artífice de la abstención del PSOE que facilitó la investidura de Rajoy en el Congreso, pero, en efecto, ya ha comenzado a tomar distancias claras respecto al PP.

Se lo puede permitir desde su trinchera andaluza, donde aventaja a los populares por 14 diputados y 345.000 votos, lo cual le facilita mucho recorrer ahora España repitiendo como un mantra la consigna de: “Yo sé ganar. Yo gano elecciones”. Pero hay otra clave en su estrategia de campaña, menos evidente hasta ahora, que va a empezar a cobrar peso en los próximos días, y es la necesidad de marcar distancias también con la gestora del PSOE.

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En este caso, claro, es un distanciamiento táctico, puesto que es sabido que la gestora está muy tutelada por gente de su confianza, como su portavoz y también portavoz socialista en el Parlamento andaluz, Mario Jiménez, cuya neutralidad es muy discutida por los sanchistas.

Según el entorno de Pedro Sanchez, la gestora del PSOE y todos los poderes fácticos del partido -incluido los barones territoriales- trabajan para la candidatura de Díaz, no en vano, ella suscribe el 100% de los argumentos de la ponencia política presentada hace unos días. “Es evidente que hay coincidencia entre los planteamientos de la gestora y los de la presidenta andaluza, pero ella tiene un discurso propio y necesita volar sola”, dice un miembro de su equipo.

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¿De qué manera? Susana Díaz aún no es secretaria general del PSOE y se puede permitir un discurso menos encorsetado que el de la gestora, por ejemplo, insinuar que no le gusta que el único diputado de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, juegue un papel necesario en la aprobación de los próximos Presupuestos Generales del Estado.

Mientras la gestora enmudece al respecto -habida cuenta de que los socialistas necesitan ganar tiempo para rearmarse y en nada les beneficiaría un adelanto electoral-, Susana Díaz ya se ha permitido deslizar que “no es coherente” que un diputado que concurrió a las generales en coalición electoral con los socialistas vote en un sentido contrario a este partido.

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Sobre todo en una votación tan determinante como la aprobación de las cuentas del Estado, la ley que allanará la política diseñada por el PP para todo 2017, y con la que los socialistas y singularmente Díaz dice estar radicalmente en contra.

Quevedo ha aclarado que su posición está “más que hablada” con la dirección actual del PSOE, y que si la sevillana discrepa es porque “no está en el día a día”.

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Pero sí lo está. Susana Díaz siempre lo está, y no es que se desmarque de la gestora, es que confía en que las cuentas de Rajoy ya están amarradas, y ha llegado el momento de escenificar un rumbo propio, más audaz, un discurso que la aleje de esa imagen que la identifica como aliada necesaria del PP dentro de Ferraz.

Fuentes de su entorno avanzan que no será el único capítulo en el que la presidenta andaluza fije “una posición propia” respecto a la gestora, “no necesariamente discordante”, pero sí “más rotunda, firme y clara, acorde con su estilo”.

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Desgarrar para luego coser

Es un doble juego que aprendió de los veteranos del PSOE andaluz, que pasa por desestabilizar primero, para reconstruir después. Desgarrar, para después coser.

“Este partido lo aguanta. Tiene 140 años”, dice alguien que lo fue todo en el socialismo andaluz. En este caso, la estrategia consiste en propiciar, con sigilo y habitualmente desde la retaguardia, la decisión más impopular dentro del PSOE, la que suele generar contradicciones dentro del partido y agita las conciencias de los más críticos.

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Son decisiones que “no gustan”, pero que se toman “por responsabilidad de Estado o de partido”, por ejemplo: votar junto al PP la reforma exprés de la Constitución para blindar el control del déficit público; precipitar la dimisión de los cargos públicos socialistas imputados por corrupción, antes incluso de que se les abra juicio oral; replantear la relación entre el PSOE y el PSC, cuestionando la continuidad de dirigentes catalanes en los órganos de dirección del partido a nivel federal o, quizá la más traumática de todas: facilitar el Gobierno a Mariano Rajoy con la abstención de los diputados socialistas en el Congreso.

Susana Díaz estuvo desde el principio en todas estas decisiones que tensionaron al máximo al PSOE por dentro, en algunos casos ella misma fue la promotora, y luego, sin embargo, fue la primera en desdecirse, corregir, matizar, recomponer, coser… Se necesita a alguien a quien “no le tiemble el pulso” para tomar decisiones impopulares, y luego a alguien con capacidad retórica suficiente para salir razonablemente limpia.

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Díaz fue la primera en exigir la dimisión de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán cuando fueron imputados por el Tribunal Supremo, antes de que se les abriera juicio oral, como establecían los estatutos del PSOE.

Lo hizo al margen de la dirección federal, y a costa de cabrear a los históricos de su formación (incluido Felipe González), pero a la par pregonaba que creía ciegamente en su inocencia y honestidad.

Con esa decisión, de la que dependía el apoyo de Ciudadanos a su investidura como presidenta andaluza, resolvió un debate lleno de matices en el que estaban enredados todos los partidos salpicados por la corrupción, también el PP. Díaz también fue de las primeras socialistas en mostrar arrepentimiento público por la decisión del Gobierno socialista de pactar con el PP la reforma exprés de la Constitución en el verano de 2011.

La sevillana, que aquel año ocupó un escaño en el Senado por la comunidad autónoma andaluza, condenó más tarde el artículo 135 que blindaba el control del déficit público por encima del gasto social, y no tuvo reparos en pedir su derogación.

Así tomó distancias respecto a la decisión más difícil que ha adoptado el PSOE en años, la que probablemente le ha costado más votos, y que fue responsabilidad directa del entonces presidente y hoy principal valedor de su candidatura, José Luis Rodríguez Zapatero.

De todas las situaciones mencionadas, en la que más se ha expuesto políticamente, en la que más ha arriesgado fue la operación para “derrocar” a Pedro Sánchez de la secretaría general del PSOE, paso previo a facilitar la investidura a Rajoy con la abstención de los socialistas.

Para aglutinar el apoyo de los barones territoriales y la mitad de la ejecutiva, Díaz tuvo que abandonar las bambalinas y maniobrar a campo abierto, quedando desde entonces estigmatizada por sus adversarios, como la urdidora del plan para desbancar a Sánchez y ocupar su lugar.

Los sanchistas se atribuyen ahora la voz de la militancia, y se envuelven en la bandera del “no es no” a Rajoy, mientras señalan a la sevillana como “la candidata del aparato”, del establishment, la que permitió que el PP siguiera gobernando.

El equipo de Díaz se ha cansado de denunciar el “maniqueísmo” de esas críticas, y ahora está dispuesta a escenificar una posición más dura con los populares. Muchos en su entorno no dudan de que la misma persona que facilitó la investidura a Rajoy “por responsabilidad de Estado” termine precipitando su caída.

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