El Supremo ya rechazó que Alfonso XII fuera el padre de los dos hijos de una cantante de ópera
Alfonso Sanz reclamó ser reconocido como hijo legítimo del rey cuando cumplió la mayoría de edad y reclamó, sin éxito, el depósito de 50.000 francos que la Casa Real había invertido en deuda pública para comprar el silencio de Elena Sanz y de sus dos hijos.
Publicidad
Actualizado:
El Tribunal Supremo admitió este miércoles una demanda de paternidad contra el rey Juan Carlos I interpuesta por la belga Ingrid Sartia, que reclama ser hija del anterior jefe del Estado. El lector podrá pensar que se trata de un momento único en la historia del país. Que nunca antes el Alto Tribunal había juzgado la paternidad, o no, de un monarca español sobre un hijo bastardo, o no. Se equivoca.
Publicidad
Alfonso Sanz presentó en abril de 1908 una demanda para que se le reconociera como hijo natural de Alfonso XII.
La historia completa de este juicio, así como las reacciones en prensa, algunos de los testimonios y la propia sentencia se puede encontrar en la obra Los procesos célebres seguidos ante el Tribunal Supremo en sus doscientos años de historia, que fue editada por el BOE el verano pasado y redactado por magistrados y letrados del Gabinete Técnico del Supremo.
En esta obra aparece reflejado con numerosas fuentes a documentos de la época la relación amorosa que el monarca español Alfonso XII mantuvo con una de las cantantes de ópera más famosas de la historia de España: Elena Sanz. De hecho, la obra detalla como Isabel II, la reina madre, se refería a Elena Sanz como "mi nuera ante Dios".
Publicidad
El idilio entre ambos arrancó entre la muerte de María de las Mercedes y el nuevo matrimonio de Alfonso XII con María Cristina de Habsburgo-Lorena, quien trató por todos los medios de alejar a su marido de Elena Sanz.
La relación entre Alfonso XII y Elena Sanz, según la documentación de la época, "era conocida por todos"
Publicidad
La reina María Cristina, "ante esta situación conocida por todos", consiguió que Elena Sanz y sus hijos abandonaran España y se afincaran en París, donde se mantuvieron por medio de una pensión que les entregaba el rey, a través de terceras personas.
El Supremo desestimó la demanda y condenó a Alfonso Sanz a pagar las costas del juicio
Publicidad
El problema llegó cuando Alfonso y Fernando alcanzaron la mayoría de edad y reclamaron, por tanto, los valores a Prudencio Ibañez. Sin embargo, los mismos ya no estaban ni en el banco depositario ni en poder del banquero, a pesar de que éste había ido presentando liquidaciones periódicas a los hermanos Sanz, en las que hacía constar la existencia del depósito y su rendimiento.