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Sumar confía en que un nuevo Gobierno de coalición contenga la división de la izquierda tras el giro de Podemos

Los de Díaz creen que la investidura y la conformación de un Gobierno progresista que empiece a trabajar en medidas sociales mejorará el clima y ayudará a alejar los fantasmas de ruptura en la izquierda.

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Sumar vive desde hace semanas dos procesos que, aunque a priori pueden parecer contradictorios, se dan de manera simultánea. Por un lado, los de Yolanda Díaz están volcados en la conformación de un Gobierno de coalición con el PSOE, un proceso en el que ya se ha cerrado un acuerdo programático y en el que se está definiendo un reparto ministerial entre ambas formaciones.

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Por otro, se está dando un momento de tensión en el espacio de la izquierda alternativa que tuvo su mayor hito el pasado sábado, cuando la militancia de Podemos aprobó un giro estratégico del partido para buscar sus espacios y reforzarse al margen de Sumar.

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Ambas situaciones están relacionadas; la negociación que Díaz lleva a cabo con el PSOE para sellar su alianza gubernamental tensiona su espacio por diferentes motivos. En el caso de Podemos, porque los de Ione Belarra, que arrastran una mala relación con Sumar desde la conformación de su coalición electoral en el 23J, denuncian que no se les está haciendo partícipes de esas conversaciones y que no se les da información sobre las mismas, a la vez que auguran que se quedarán fuera del reparto ministerial.

Belarra e Irene Montero trasladaron el pasado sábado a su militancia que la coalición electoral del 23J con Sumar respondía a una “operación para sustituir a Podemos por un partido servil con el régimen” y anticiparon que el Ejecutivo que PSOE y Díaz están cerrando "será una anécdota" y un Ejecutivo "en el que Sánchez hace y deshace a su antojo".

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Tampoco en Izquierda Unida reina la tranquilidad con esta negociación, y en la última reunión de la Coordinadora Federal la hipótesis de quedarse sin una cartera ministerial provocó un intenso debate en las filas del partido. Los de Alberto Garzón saben que entre las posibilidades que se barajaban estaba la de quedarse sin ministerio en un eventual Ejecutivo en el que Yolanda Díaz apostara por perfiles técnicos y expertos ajenos a los partidos, pero la situación cambió cuando nombres como el de Mónica García, líder de Más Madrid, se abrieron paso en casi todas las quinielas.

La negociación para conformar un Gobierno de coalición tensa, por lo tanto, un espacio que no se ha dado un respiro desde junio, y que ha protagonizado choques internos desde la confección de las listas electorales hasta la construcción del programa de Gobierno, pasando por la puesta en marcha del grupo parlamentario del Congreso.

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En este sentido, en Sumar confían en que una investidura exitosa de Pedro Sánchez y un Gobierno de coalición progresista asentado puedan abrir una etapa de cierta tranquilidad (o por lo menos de rebaja de la conflictividad) en el seno de la izquierda alternativa.

En primer lugar, casi como una consecuencia natural, algunas voces apuntan a que una vez concluyan las negociaciones de Gobierno desaparecerá la tensión asociada a ellas. Una vez se confeccione el Consejo de Ministros, no habrá carteras en liza que puedan provocar batallas, y tras la investidura de Sánchez, ningún partido apostará por hacer valer sus votos y ganar presencia política con el objetivo de sacar músculo dentro del espacio.

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Pero este no es el único elemento de optimismo que vislumbran los de Díaz. A su juicio, cuando el Gobierno eche a andar y ponga en marcha la rueda legislativa, las medidas progresistas y los debates sociales ganarán espacio en una agenda en la que el eventual Ejecutivo competirá con una derecha y una ultraderecha que han llevado a las calles su impugnación al Gobierno no nato y sus alianzas.

La eventual ofensiva de crispación de una derecha enardecida podría funcionar como pegamento aglutinador del espacio, como ya sucedió en la legislatura pasada entre el PSOE y Unidas Podemos. Los de Pedro Sánchez y los de Pablo Iglesias comenzaron su andadura común en el Ejecutivo en un clima de cierto recelo y desconfianza (hizo falta una repetición electoral para que los socialistas aceptaran la alianza con el espacio a su izquierda).

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Sin embargo, la estrategia de crispación y los ataques de la derecha al Gobierno (en un momento muy complicado como lo fue el de la pandemia del coronavirus) ayudaron a engrasar la coalición y reforzaron la unidad en seno del Ejecutivo, que se blindó en la interna ante el adversario externo.

A pocos días (como todo parece apuntar) de que se pueda producir una investidura y conocer el reparto ministerial de un nuevo Gobierno entre el PSOE y Sumar, la división y las tensiones son una realidad. Lo que suceda después es una incógnita, pero en todo caso también dependerá de las decisiones que se tomen ahora.

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