Sami Naïr: “La política de la UE es una política ciega”
El pensador, que acaba de publicar 'Refugiados’, advierte sobre ‘la política del odio’ instalada en Europa, la crisis de valores y económica, y afirma: “Solo hay dos posibilidades, la destrucción del proyecto europeo o su reconstrucción desde bases totalmente nuevas”.
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MADRID.- A pesar de las prisas de una endiablada campaña promocional –“¿Cuántas entrevistas nos quedan?”, pregunta al responsable de prensa de la editorial Crítica- al pensador le puede la pasión. Se entretiene Monsieur Naïr con el mismo ímpetu que afabilidad en cualquier propuesta: el ultraliberalismo, Merkel, la extremaderecha, ¿el futuro gobierno español?. Pero si algo le pierde al filósofo, sociólogo, politólogo, exeurodiputado… es la respuesta europea a la crisis humanitaria de los refugiados o, como la llama él, “la Gran Indignidad”.
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“¡No tiene nombre!”, levanta la voz a pesar de sus usos cautelosos. “Es la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial y la UE ha violado sus valores sistemáticamente: la Convención de Ginebra de 1951, la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, la Carta europea, el centenar de reglamentos del Europarlamento… Jurídicamente es una violación; merece consecuencias jurídicas. Moralmente no tiene nombre. Prefiero guardar para mí los insultos que merece el comportamiento de la UE”, vuelve a bajar el tono avergonzado, especialmente por el tratado firmado entre la Unión Europea y Turquía.
“Jurídicamente es una violación. Moralmente no tiene nombre; prefiero guardar para mí los insultos que merece el comportamiento de la UE”
“Es el colmo, la hipocresía máxima, llamar a los refugiados inmigrantes”, dice el intelectual de lo recogido en el acuerdo que ha bautizado como ‘Pacto de la Deshonra’. “¿Qué quieren, que guardemos a los refugiados en los campos de Turquía? ¿Se van a quedar toda la vida ahí encerrados?”. Recuerda Naïr que “cuando en los años 30 llegó el fascismo a Italia y a Alemania, todos los países europeos acogieron y otorgaron derechos a los refugiados”. Por eso propone un ‘pasaporte de tránsito’ que les permita salir de su encierro. “No van a ir a los barrios burgueses de Francia, van a ir a los barrios donde hay comunidades sirias e iraquíes, donde van a encontrar solidaridad. Y allí van a generar provecho económico, una plusvalía para el país”.
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A esa ‘política del odio’, que ocupa otro capítulo entero del ensayo de Naïr, suma el pensador la crisis y el fin del modelo económico europeo. Y pone como ejemplo la debacle electoral de la CDU de Angela Merkel, “una ultraliberal despiadada”, en las elecciones regionales de Berlín. “A Alemania le está ocurriendo lo que ya le ha ocurrido al resto de Europa, que la política de austeridad ha llegado al modelo social: se desagregan los servicios públicos, la enseñanza, la política de jubilación, los salarios; la crisis, como en el resto de Europa, es también ya una crisis social”.
“La austeridad se está hundiendo, provocando el auge de los extremos y desagregando los modelos hegemónicos de gestión política, es decir: el bipartidismo”
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Y se detiene también en el papel de la izquierda, con epicentro en la Francia que le crió. “Jospin fue socialista hasta el final, Hollande dice ‘yo soy socialdemócrata’; otros en su mismo bando, como Manuel Valls, se quedan en ‘demócratas’”, sonríe con la anécdota para argumentar después: “Pero ni unos ni otros, ni socialistas ni socialdemócratas entienden lo que está pasando, tienen un horizonte muy limitado por el economicismo imperante, que es la enfermedad más grave, con focos de infección como el FMI, que transmiten el ultraliberalismo por todas partes. La izquierda adolece de una concepción rigurosa de lo que es la economía mundial. Ha perdido el proyecto y la capacidad de prensar porque ha perdido el pensamiento crítico”, sentencia el antiguo eurodiputado por el Movimiento de los Ciudadanos, fundado en el 93, a medio camino entre el Partido Comunista y el Partido Socialista Francés.
Pensamiento crítico le sobra al intelectual, doctor en Filosofía, en Letras y Ciencias Humanas, alumno de Lucien Goldman, asistente universitario de Michel Foucault, compañero de Simone de Beauvoir en Les Temps modernes, al que no le gusta hablar de sí mismo – “mejor pregúntame sobre el libro”, vuelve a reir- pero al que no le importa hacer pronósticos sobre nuestro país: “¿El futuro gobierno? No sabemos porque ni ellos mismos lo saben.”.