Dos partidos y un destino: la película vasca de Pedro Sánchez
Las elecciones vascas, que tocan en junio junto con las europeas, serán la primera asignatura que deberá aprobar el presidente del Gobierno.
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Tarde o temprano, más temprano que tarde, Pedro Sánchez tendrá que elegir entre dos de sus socios vascos: PNV y EH Bildu. Las elecciones autonómicas que tocan en junio junto con las europeas —aunque todo hace pensar que se podrían adelantar a marzo— serán la primera asignatura que deberá aprobar el presidente del Gobierno.
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Mucho se ha dicho y escrito de la importancia vital de Catalunya en el devenir de la política española, pero la legislatura también se juega, y mucho, en la política vasca. Y, en justa correspondencia, la política vasca será determinante para ver cómo transita la legislatura española que ahora se inicia.
Si en los próximos comicios vascos gana el PNV, lo normal es que, si dan los números, siga gobernando con la ayuda del PSOE la Comunidad Autónoma vasca como lo ha hecho hasta ahora. El problema para Sánchez se generaría si gana EH Bildu, y ahora mismo es una opción probable como reflejo del cambio de ciclo político que se está percibiendo en las últimas elecciones municipales, forales y españolas.
En ese momento, el PSOE tendrá que decidir. Sánchez está en manos de EH Bildu y del PNV. Pero ambos están en manos de Sánchez, quien, aunque quiera, no se podrá poner de perfil.
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Tras las elecciones municipales y forales, los socialistas vascos, incluso con la ayuda del PP, le dieron la Diputación foral de Gipuzkoa y un montón de ayuntamientos a los jeltzales, arrebatándoselos a EH Bildu, que había sido la lista más votada.
También lo hizo en Navarra en beneficio de UPN. La excusa fue que “a los herederos de la izquierda abertzale” todavía les falta camino que recorrer, aludiendo a la violencia de ETA. La excusa de ETA está desgastada, seguramente más en Euskadi que en el Estado, pero ¿después de la leal colaboración de EH Bildu en la gobernabilidad del Estado puede seguir funcionando este relato?
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Con su política pragmática en la gobernabilidad española y su participación esencial en que Sánchez haya sido y siga siendo presidente, EH Bildu ha quitado muchos —¿todos?— obstáculos para que el próximo año pueda haber un cambio en Ajuria Enea si la izquierda soberanista supera en escaños al PNV y si dan los números con la ayuda de Elkarrekin Podemos (o la marca que se presente).
Durante la negociación de investidura, EH Bildu ha sido el único grupo parlamentario que no ha puesta exigencias concretas encima de la mesa. Sólo cuestiones básicas en las que, también Sánchez, está de acuerdo: abrir el debate sobre la plurinacionalidad y continuar avanzando en políticas públicas progresistas y derechos sociales.
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Por su parte, en esta negociación de investidura, el PNV ha abordado sus reivindicaciones de siempre como la bilateralidad, el completo desarrollo del Estatuto de Gernika (más de 43 años ya desde su aprobación)... Y ha seguido una estructura clásica: tanto te doy, tanto me das; y, para conocimiento de propios y ajenos, doy cuerda al reloj que marca el tiempo que te queda para cumplir.
Además, en el plano simbólico quiero tener la foto de ser el último en pactar para que todo el mundo (en Euskadi) sepa quién es el imprescindible y original (yo) y quien el sustituible y fotocopia (EH Bildu). Gran escenografía.
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En la misma línea, en Euskadi el lehendakari Urkullu ha cedido a la pretensión de mantener los modelos lingüísticos en la nueva Ley de Educación como exigía el PSOE y con ello el acuerdo que el PNV tenía con EH Bildu. Como ya lo hizo antes con el nuevo estatus, sobre el que también tenía un pacto con la izquierda soberanista. Palo y zanahoria. Todo suma.
Andoni Ortuzar, presidente del EBB, decía hace unas semanas que “el PNV será quien decida qué leyes se aprueban”. Suena a chulería, teniendo en cuenta que tiene cinco parlamentarios en el Congreso y EH Bildu seis, pero encierra un serio aviso para Sánchez.
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Porque lo que anticipa es la amenaza de que el PNV, como partido de centro derecha, si se siente perjudicado porque no se cumple lo pactado —o el PSOE no le apoya para seguir en el Gobierno vasco— se podría sumar a medio plazo a la estrategia del PP (y Vox) de obstaculizar la labor del Gobierno, impidiendo con su voto que se aprueben algunas leyes y medidas progresistas.
En ese terreno, EH Bildu es mucho más de fiar, porque en ningún caso, ni por acción ni por omisión, participaría en ninguna estrategia de la derecha y la extrema derecha. Quién lo diría hace unos años: mientras la izquierda independentista vasca gana puntos desde la responsabilidad, aunque sin cheques en blanco, el PNV lo hace desde la confrontación y la exigencia con amenaza de hacer descarrillar el tren de Sánchez.
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Puestas en escenas diferentes para un objetivo común: Ajuria Enea. Dos partidos y un destino; y un tercero que será quien decida. Hablamos siempre de matrimonio de conveniencia, porque amor aquí, lo que se dice amor, hay bien poco.