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Memoria Pública Defensa mantiene el fuerte de San Cristóbal, una de las peores prisiones del franquismo, en absoluto abandono

Este martes se cumplen 80 años de la fuga de más de 800 presos republicanos de la cárcel franquista que se encontraba en el monte Ezkaba, cerca de Pamplona. Unos 200 fueron fusilados en pleno monte y enterrados en fosas comunes. Las instalaciones de la cárcel, donde hubo otras tantas muertes, siguen bajo la órbita del gobierno central.

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Estado en el que se encuentra el Fuerte Ezkaba.

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Los disparos retumbaron por el monte. Esta vez no cazaban conejos, sino seres humanos. O mejor dicho, seres desnutridos, descalzos, indefensos. Cadáveres en vida que buscaban huir de la muerte. Por eso, porque huían, los cazaron. Este martes se cumplen 80 años de aquel 22 de mayo de 1938 en el que 795 presos del franquismo escaparon de la cárcel de Ezkaba, en Navarra. Fue la mayor fuga de la historia de Europa, y también una de sus masacres más horrendas.

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“Es un día marcado a fuego en la memoria de Pamplona, y también de los valles de alrededor”, dice Jokin de Carlos, responsable de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (AFFNA 36). Entonces busca otra frase que resuma los motivos para recordar esa fecha. O lo que es lo mismo, para luchar contra el olvido. “Ante la desesperación de ir muriendo poco a poco, huir fue la última esperanza”. La última.

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El Fuerte de San Cristóbal se convirtió en una de las prisiones más atroces de la dictadura franquista

En efecto, el Fuerte de San Cristóbal se convirtió en una de las prisiones más atroces de la dictadura franquista. Tras la sublevación contra el gobierno legítimo de la República, esta gigantesca edificación de piedra se convirtió en el centro de reclusión de miles de opositores políticos de todo el Estado. No les mataban a tiros, pero sí de hambre o enfermedad. Fue uno de los Auschwitz españoles. Fue un paraíso del horror.

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El momento del todo o nada llegó un domingo a la hora de la cena. En lugar de seguir esperando la muerte, un grupo de presos decidió buscar una escapatoria. Era arriesgado, pero tampoco había mucho que perder. Aquella noche del 22 de mayo de 1938, el plan ideado por una veintena de ellos se convirtió en la salida de muchos. Redujeron a los guardias, se vistieron con sus ropas y se hicieron con las llaves. La puerta del infierno por fin se abrió, y 795 salieron a buscar la libertad. El objetivo estaba a 50 kilómetros, en la frontera con Francia. Sin embargo, sólo tres lograron llegar a la meta.

La cacería humana en pleno monte se saldó con 206 asesinados. Otros 585 fueron capturados y llevados nuevamente al Fuerte de Ezkaba. 14 de ellos fueron fusilados. “Entre aquellos que fueron capturados, hubo otros 46 que murieron en el fuerte de tuberculosis o por las malas condiciones de vida”, comenta Fermín Ezkieta, autor de Los fugados del Fuerte Ezkaba (Ediciones Pamiela), un libro que ya va por la tercera edición y que se ha convertido en una de las obras referenciales para comprender lo que ocurrió aquella fatídica primavera de 1938 en Navarra.

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No hubo ninguna investigación oficial sobre lo que pasó con los fugados de San Cristóba

Después de la muerte llegó el olvido. Durante muchos años, Ezkaba era sinónimo de silencio. También de impunidad. La disfrutaron los asesinos y la perpetuaron los gobierno de la democracia. No hubo ninguna investigación oficial sobre lo que pasó con los fugados de San Cristóbal. Tampoco se ofreció ningún tipo de perdón a los familiares de quienes allí murieron, mientras que la propia fortificación continuó ocupada por el Ejército hasta 1987. Hoy sigue bajo la órbita del ministerio de Defensa. Su estado es de absoluto abandono.

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“El fuerte de San Cristóbal debe ser un lugar de memoria, y como tal tendría que pasar al ámbito de las instituciones civiles. Hay que recuperarlo, como se ha hecho con los campos nazis: son sitios de horror que deben ser enseñados a las futuras generaciones para que vean lo que nunca tiene que ocurrir”, dice alto y claro Víctor Oroz, portavoz de Txinparta, una asociación que lleva 30 años trabajando para que se conozca la verdad sobre lo que ocurrió en ese campo de exterminio del régimen franquista. “Está declarado como Bien de Interés Cultural, pero al verlo dan ganas de llorar”, añade Oroz.

“Las asociaciones y los familiares siempre hemos pedido que ese edificio sea revertido a la Comunidad Foral de Navarra, sobre todo porque el ministerio de Defensa lo tiene en el más absoluto abandono”, dice por su parte Jokin de Carlos. El portavoz de AFFNA 36 apunta otro dato estremecedor: “En las galerías sigue habiendo dibujos y nombres realizados por los presos. El ministerio de Defensa está dejando que eso se pierda, cuando es parte de la historia de este país”.

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Fosa de Burutain. /FERMIN EZKIETA

Bajo tierra

Se calcula que de los alrededor de 7.000 presos que pasaron por esta cárcel, más de 950 encontraron allí la muerte y fueron enterrados en distintas fosas comunes

La pelea contra el olvido no sólo se centra en el interior del fuerte, sino que también se sumerge bajo tierra. Hay tantos motivos como muertos por encontrar: se calcula que de los alrededor de siete mil presos que pasaron por esta cárcel-tumba, más de 950 encontraron allí la muerte y fueron enterrados en distintas fosas comunes. Por ejemplo, los 206 asesinados tras fugarse acabaron dispersados en fosas a lo largo y ancho del monte, entre el fuerte y el Pirineo. De ellos, hasta ahora se han recuperado 45 cadáveres. Los dos últimos se localizaron esta misma semana en el término municipal de Leranotz. Se prevé que su exhumación se produzca la semana próxima. En cuanto a los 14 presos fusilados tras ser juzgados como responsables de la fuga, se sabe que fueron enterrados en agosto de 1938 en el cementerio de Pamplona. Diez años más tarde fueron llevados al osario del camposanto municipal. Hoy están ilocalizables.

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Gracias al trabajo de Txinparta y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, en 2008 se logró exhumar y entregar a sus familias los restos de 44 de ellos

Otros 203 prisioneros murieron dentro del fuerte en fechas anteriores y posteriores a la fuga. La mayor parte de ellos perecieron por enfermedades pulmonares, aunque también hubo 25 fusilados por dos intentos de fuga en noviembre de 1936. Todos ellos fueron enterrados en los cementerios de los doce municipios que bordean el monte Ezkaba. Asimismo, otros 131 presos muertos entre 1942 y 1945 fueron inhumados en la ladera norte del fuerte, junto a unas botellas que guardaban sus identidades. De ahí que hoy sea conocido como el “cementerio de las botellas”, otro símbolo de la barbarie vivida en este monte de Navarra. Gracias al trabajo de Txinparta y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, en 2008 se logró exhumar y entregar a sus familias los restos de 44 de ellos. Los demás continúan allí, ya que sus familias no han sido localizadas. Ese era, precisamente, el objetivo de los asesinos.

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Homenaje

El 80 aniversario de la fuga de Ezkaba será recordado este domingo con un acto que empezará a las 12.00 y que contará con la participación de la consejera de Relaciones Ciudadanas del Gobierno de Navarra, Ana Ollo, y del presidente de Txinparta. “También intervendrán familiares de un preso fusilado como organizador de la fuga, de otro asesinado durante la misma y de uno de los tres que llegaron a Francia”, avanzó Oroz.

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