Las matinales del Congreso provocan la espantada
El control del Gobierno se desdibuja con la decisión de Bono de llevarlo a las nueve de la mañana
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La decisión de José Bono de convertir en matinales las tradicionalmente vespertinas sesiones de control del Gobierno ha tenido el mismo efecto que si el cambio horario se aplicara a los festejos taurinos o a los derbis deportivos: los tendidos brillan por sus calvas, el bullicio de los callejones ha desaparecido, el impacto de las faenas se ha amojamado y cunde la mala práctica periodística de seguir la función en diferido mediante la lectura de las actas taquigráficas, más si –como ocurrióeste miércoles– no sólo se caen del cartel los primeros espadas, sino que se despistan los sobresalientes y no se encuentra mejor hora para hacer pruebas de sonido en el hemiciclo.
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Ausente Mariano Rajoy, para no ser menos que Zapatero, correspondía a Ramón Aguirre actuar de sobresaliente de Soraya Sáenz de Santamaría, dando continuidad a su faena económica con una pregunta al vicepresidente Pedro Solbes sobre "el enorme incremento del paro". Pero el toro fue devuelto a los corrales por incomparecencia.
Está grabado que Aguirre, parlamentario de oro y grana –ex portavoz adjunto del Grupo Popular, va por su quinta legislatura–, cruzó la puerta grande con quince minutos de antelación sobre la hora fijada en el cartel anunciador, pero se entretuvo más de la cuenta buscando datos en una biblioteca que esas horas aún tenía las luces apagadas y adonde no le llegó el eco de las campanillas de aviso.
Aunque a más de la mitad de los suyos se les había pegado la legaña –en el día de la oposición, no llegaban a 60 de 154 los diputados conservadores que ocupaban sus escaños en ese momento–, desplegó Sáenz de Santamaría su vivaz repertorio habitual, con una ristra de posibles titulares bajo el brazo: "Hemos pasado de ser el milagro español a que los españoles vivan de milagro", "a la vista de su actividad legislativa y de Gobierno, muchos españoles empiezan a pensar que los que de verdad están en huelga son ustedes", "ustedes tienen ya más pasado que futuro"...
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La noticia fue que la vicepresidenta apuntó indicios de que ha empezado a tomarle la medida a la portavoz conservadora, que habla como si estuviera mirándose en el espejo con timbre de marisabidilla. Fernández de la Vega , sin descomponerse, la despachó con un estatuario: "Serénese".
Tras pinchazo e incomparecencia, lanzó la divisa azul un morlaco resabiado contra Alfredo Pérez Rubalcaba, al que María Salom quiso empitonar con un engaño a la espalda.
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Cuatro meses después de que lo hubiera desvelado Público, la diputada conservadora sacó a pasear a Joan Mesquida por "vivir por la jeta a costa de todos los españoles", en un pabellón de la Guardia Civil, pese a que tras las elecciones dejó de dirigir las Fuerzas de Seguridad para convertirse en secretario de Estado de Turismo, para concluir en un tótum revolútum con que "el fiscal ha dado órdenes de que metan en la cárcel" al "diputado treinta" –de Unió Mallorquina– que da la mayoría absoluta a los socialistas en Baleares.
Rubalcaba, que tiene más oficio que nadie, defendió que la solución residencial de Mesquida es la "más segura para él y más barata para el Estado", para acabar cambiando la trayectoria de la embestida con sutil juego de muñeca: "No entendía por qué me preguntaba esto, si sabe perfectamente la respuesta. Al final, se le ha escapado. El problema es que el señor Mesquida es de Baleares y usted también, y van mal en Baleares y aquí”".
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Y así, un miércoles más, pasó desapercibida la vis política de Miguel Sebastián en un Gobierno que no está sobrado de la tal. El ministro de Industria, como siempre que ve resquicio, aprovechó una pregunta de Javier Jorge Guerra sobre el sector automovilístico para dejar un rejón como quien no quiere la cosa: "Ya que le preocupan los vehículos de los altos cargos, pregúntele al señor Gallardón cuánto se ha gastado en el que se ha comprado".