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Marcos Ana, el trovador de los represaliados

El encierro durante casi un cuarto de su existencia lo convirtió en el poeta de los represaliados. Con 95 años, Marcos Ana todavía sigue ofreciendo conferencias contra la desmemoria. Recordando sus 23 años en las cárceles del franquismo.

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Marcos Ana en 1939 en la prisión de Porlier

Actualizado:

Mi vida/ os la puedo contar en dos palabras:/ Un patio/ y un trocito de cielo donde a veces pasan/ una nube perdida y algún pájaro/ huyendo de sus alas.

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Fernando Macarro Castillo nació en capicúa, el 20 de enero del 20, en el seno de una familia salmantina que, siendo muy pequeño, tuvo que mudarse para salir adelante con el trabajo de una tierra que no era la suya y en la vivienda prestada, una humilde casa de piedra y barro, de un terrateniente de Alcalá de Henares.

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A los 13 años le echaron del colegio de curas en el que estudiaba. “Me llamaban el enreda” recuerda Marcos con un gesto que aún hoy explica el apodo. Con 15, pasaba el día repartiendo el periódico Renovación Roja de las Juventudes Socialistas Unificadas y en las JSU le pilló el 17 de julio de 1936.

Marcos Ana. INMA MESA

Pasa de puntillas por ese episodio de su vida: “Era un chico de 16 años cuando estalló la Guerra Civil así que fui la mascota del batallón de milicianos Libertad que se organizó en Alcalá. Mi bautizo de fuego fue en Peguerinos, en la sierra. Pero con la regularización del Ejército, me echaron por ser menor de edad y me encargué del trabajo político. Enseguida me convertí en el secretario general de la JSU en los 42 pueblos de la comarca de Alcalá. Con los 18 me reincorporé al ejercito convertido en el comisario político más joven”.

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Marcos Ana, cuando todavía era Fernando, en el patio de la enfermería de la Carcel de Burgos, 1951

El chivatazo dio lugar a la detención más larga de la historia del franquismo. Fernando ingresó con 19 años en la prisión madrileña de Porlier, el colegio Calasancio, y no volvería a ver la luz hasta cumplidos los 41. Fue condenado a muerte por el régimen que le atribuyo los asesinatos tres personas en Alcalá de Henares. De Porlier fue trasladado a Ocaña, “mucho peor, porque allí eras invisible; estabas solo en una celda en la que tocabas las paredes con los brazos en cruz y el único contacto era con el funcionario que traía un caldo dos veces al día”. Y, debido a su “peligrosa” actividad contra el franquismo, terminaría sus días de recluso en el penal para presos políticos de Burgos, “una auténtica escuela de cuadros”, ironiza.

Marcos Ana, poeta

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Retrato que Pablo Picaso regaló a Marcos Ana

Sacaba sus poemas como después le llegaría el mensaje de Alberti: en tubos de pasta dentífrica: “Los abríamos por detrás y encajábamos los trozos de papel, envueltos en plástico, como si fueran un supositorio. Mi familia los difundió entre compañeros. Empezaron a sonar en Radio España Independiente, la Radio Pirenaica que emitía desde Rumanía. Hubo una campaña internacional muy fuerte”. Y, a finales de 1961, su trova hizo que el gobierno decretase la libertad para todos aquellos que llevasen más de 20 años encarcelados. Marcos Ana fue el único indultado.

Marcos Ana, a la derecha, en Cuba junto a Raul Castro

Otras imágenes que adornan su modesta vivienda del noble barrio de Salamanca dan fe del eco de su prosa contra la dictadura. Una retrata a Marcos Ana junto a un jovencísimo Raúl Castro. La otra es una fotografía en blanco y negro de Ernesto Che Guevara. “Un tipo muy serio que montó en cólera por el dispendio –de unas tortillas y unos manteles de papel- que los camaradas cubanos montaron para recibirme en Santiago”. Cuando murió en Bolivia, en el macuto del Che se encontraron los poemas de Marcos Ana.

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