Ernest Maragall: "La ciudadanía de Barcelona quiere saberse propietaria de la ciudad"
Entrevistamos al candidato de Esquerra Republicana por Barcelona que, tras la victoria de hace cuatro años pero en la que no pudo acceder a la alcaldía por los pactos de los adversarios, pugna por una difícil remontada frente a las desfavorables encuestas que suponga la sorpresa en la noche electoral del domingo
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BARCELONA, Actualizado:
Ernest Maragall i Mira (Barcelona, 1943) tiene una larga trayectoria política en la que ha sido conseller en varios Governs de la Generalitat. Pero Barcelona y el municipalismo fue durante décadas su vida. Hace cuatro años volvió a la política de la capital catalana por la puerta grande. Ganó las elecciones encabezando la lista de Esquerra Republicana pero Ada Colau, el PSC y la formación de Manuel Valls le impidieron hacerse con la alcaldía.
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Ahora afronta las elecciones del próximo domingo, después de una campaña con las encuestas en contra que le sitúan en cuarta posición, con la voluntad de apurar hasta el último minuto para dar la vuelta a la tendencia, convenciendo a los indecisos de que su propuesta es la única regeneradora y de cambio real para la ciudad.
En esta entrevista explica su propuesta basada en la ambición de ciudad, la recuperación de la identidad de Barcelona y el orgullo barcelonés. Y también con recetas concretas para los problemas cotidianos como la vivienda o la seguridad pero desde el enfoque de la globalidad y la complejidad de la gestión de la ciudad, poniendo siempre el énfasis en la necesidad de liderazgo y la buena gobernación desde la institución que supone el Ayuntamiento.
¿Qué ha cambiado en cuatro años para pasar de ganar las elecciones a tener que hacer la campaña a contracorriente de la demoscopia?
Es para añadir emoción e interés [ríe]. Es para volver a ganar, pero desde una situación diferente y con un mapa diferente y con un juego de relaciones cruzadas entre unos y otros.
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¿Le veo optimista a pesar de todo?
Creo que nosotros estamos donde debemos estar. Manteniendo un perfil, una posición, un proyecto y un concepto de lo que quiere decir ciudad y de lo que quiere decir Barcelona. Por eso estamos seguros de que estamos en condiciones de volver a ganar.
Pues estos últimos días serán claves porque muchos indecisos es cuando deciden el voto y las últimas encuestas le dan la cuarta posición. ERC tiene bastante indecisos, ¿qué les pide?
Efectivamente. Si toda esa gente va a votar será buena noticia. Creo que todos deberíamos dar motivos y razones para ir a votar.
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¿Cuáles son los motivos que les da usted para ir a votar en estas municipales a Barcelona?
Que vean que existe una posibilidad de que Barcelona vuelva a recuperar un camino de autoafirmación, confianza y ambición. Y también de ilusión y credibilidad. Que estamos en disposición de recomponer la relación entre la Administración y la ciudadanía con un Gobierno municipal que será capaz de entender, escuchar y responder. Y además, les he intentado dar razones más objetivas, de proyecto y de concepto. Sobre qué tipo de soluciones aportamos para las grandes cuestiones de la ciudad como la seguridad y la limpieza, para la vivienda, para la movilidad, para abordar la transición energética, la relación con el resto del espacio metropolitano y del país... Creo que la ciudadanía quiere también saberse propietario de esta ciudad. Quiere saberse ciudadano de pleno derecho y de pleno deber, y creo que es importante que desde una posición como la nuestra le ofrezcamos confianza e interlocución real en este sentido. Por eso yo hablo de liderazgo y complicidad, que es lo que estoy ofreciendo.
¿Estas elecciones van de o más Colau o sociovergencia?
Ésta es una versión que unos y otros están interesados en cultivar, pero creo que es una visión empobrecedora y mucho menos adecuada a la cuestión real.
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¿Cuál es entonces la cuestión real?
La cuestión real es cómo afrontamos los retos de presente y de futuro. Cómo miramos hacia el año 2030. Qué significa desigualdad en estos momentos, qué significa calidad del espacio público, descontaminar, pacificar y cómo mantener una ciudad amable pero a la vez con una afirmación potente de gran capital. Y por tanto, del rol de Barcelona en el conjunto de del país. Y creo que todo esto es mucho más interesante que la pura cuestión de quien se queda según qué silla. Que es lo que está detrás de esa aparente disyuntiva que yo creo que ya está superada. El señor Trias ya ha quedado descabalgado en este terreno. Ha quedado fuera de juego porque puso en marcha un artefacto que se le ha ido de las manos y que lo único que ha logrado es favorecer uno de los polos de esa presunta dicotomía que no es la real. Y además, él se ha quemado en el intento. Por eso creo que es hora de que nosotros hagamos oír la voz de Barcelona y por Barcelona, y entendemos que es esto a lo que los ciudadanos deben responder.
¿Por qué cree que Colau ha generado tantos anticuerpos entre algunos barceloneses hasta el punto de que todos los partidos, incluso sus socios, cargan contra ella?
Sobre todo hay una cuestión de actitud, y no sé si decirle de prepotencia o dogmatismo, a la hora de creerse que tiene razón. Y por eso ejecuta los proyectos sin demasiada consideración por la opinión, ni por la participación, ni teniendo en cuenta las diversas consecuencias de sus decisiones. Y esto ocurre con la movilidad de manera muy evidente. Pero también ocurre con el Eixample como concepto y como realidad central y potente de la ciudad. O con las políticas de vivienda que se han emperrado con la cuadratura del círculo y han fracasado estrepitosamente. Y con otras muchas cosas, de modo que la ciudad se ha sentido menospreciada, no entendida, distanciada y progresivamente cada vez más disgustada. Si a esto se añade la percepción de los aspectos básicos del funcionamiento de la ciudad que han quedado dañados, especialmente la seguridad y la limpieza, pues tenemos el conjunto de la foto que expresa esta mala sintonía con el actual tipo de gobernación.
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¿Pero por qué ocurre esto si hablamos de una fuerza que abandera la izquierda y el progresismo?
Porque tanto alarde de progresismo ha acabado generando una reacción. No sé si conservadora, pero sí de rechazo a una determinada forma de entender qué significa progresismo. Ha desacreditado el progresismo y las políticas de izquierdas realmente transformadoras, que es lo que nosotros estamos conscientemente obligados a representar y a aplicar con la ambición progresista, con autoexigencia, teniendo en cuenta elementos muy estructurales de desigualdad que esta gobernación no sólo no ha evitado, sino que se ha incrementado en el sentido negativo.
Ahora tanto Trias como Collboni se presentan como candidatos del cambio en Barcelona. ¿Cómo se lo toma esto?
Vamos a ver, obviamente Trias lo que implica es una marcha atrás. De tanto exagerar los daños de la gobernación actual ha quedado prisionero de su propia imagen. Y lo que ofrece es el regreso a esa economía y a esa ciudad entregada y rendida a poderes ajenos o al mercado. Y por tanto, no es una alternativa de futuro, es una alternativa de pasado. Ha quedado colocado como expresión de un anti pero sin contenido real para expresar una alternativa.
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¿Y en el caso de Collboni?
Es una mezcla de cinismo y desenvoltura. Escuche, ¡pero si lleva 8 años gobernando! ¿Cómo puede pretender que nada tiene que ver? Él es corresponsable, en buena medida, de prácticamente todas las políticas. La seguridad en primer término, pero también de las de vivienda y de las de movilidad. Tienen las máximas responsabilidades en muchas de estas cuestiones. Y expresa un modelo cada vez más cercano al del señor Trias. Un modelo de crecimiento ciego basado en el concepto cuantitativo de crecimiento económico a cualquier precio. Esto es una renuncia grave al carácter y personalidad de Barcelona. Dice a la gente que se someta y que se deje comprar. Esto es lo que propone el señor Collboni, dejar que vengan inversores, o el Estado, o quien sea, a poseer Barcelona. Y está dispuesto a entregarla y regalarla. Y a mí me parece que éste es un pecado grave de incoherencia con la identidad de la ciudad y nosotros queremos expresar esta identidad en positivo, con ambición, con rol institucional y con cohesión social, con calidad de espacio público y con creación de ciudad en conexión con todo el espacio real del país. Nosotros queremos ser la ciudad-país.
¿Se refiere como capital de Catalunya?
No es sólo la capital del país. Es una ciudad que entiende el país, que está cada vez más obligada a hacerse corresponsable con el conjunto de ciudades y pueblos del país, desde Manresa hasta Tortosa, pasando por Figueres, Vic, Ripoll, Olot, Vilafranca o Vilanova, etc. Corresponsable en buena medida de las cuestiones de fondo que nos estamos planteando. En el terreno energético, en el de la autosuficiencia industrial y tecnológica, en el terreno de la soberanía alimenticia, etcétera.
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Pero Collboni o Trias plantean que Barcelona debe elegir entre crecimiento o decrecimiento...
A mí me parece un planteamiento pobre y empobrecedor. Barcelona es hoy, y quiere ser, mucho más que eso. No quiere escoger entre lo malo y lo peor, sino entre lo bueno y lo mejor. Y creo que aquí es dónde está Esquerra y donde estoy yo mismo como portavoz no sólo de una posibilidad sino de una evidencia. Tenemos unos activos fantásticos a pesar de todo. Tenemos conocimiento, tenemos científicos, empresas, fuerzas innovadoras… Se trata de darles impulso y crear los escenarios para que el Ayuntamiento pueda hacer de motor, de catalizador positivo y de multiplicador de la inversión privada y de la creación de puestos de trabajo de calidad, del valor añadido de la ciudad, de regreso a una condición de referencia internacional genuina y reconocida en Europa.
Jaume Collboni, en una entrevista con Público, asegura que Colau fue partícipe en la negociación y acuerdo con Manuel Valls para cerrarle el paso a la alcaldía a usted. ¿Lo cree también? ¿Le duele todavía como partido de izquierdas?
Primero, esto es un dato, no una opinión. Es una evidencia histórica. Es un dato político, y de la calidad ética y moral de algunas presuntas izquierdas de esta ciudad y de este país. Y, en segundo lugar, no es que me duela o me deje de doler. Esto se produjo en estos términos, hubo una participación compartida y una decisión absolutamente trabajada y elaborada conjuntamente por las tres fuerzas. Con el objetivo explícito de conquista del poder, de llegar a la silla. Lo que el señor Collboni no explica es que de esto no se derivó un proyecto ni una visión de la ciudad más o menos compartida o equilibrada entre ambas organizaciones [Comuns y PSC]. Se derivó un puro y duro reparto y distribución de cargos, recursos y capacidades de decisión. ¡Y así vamos! Esto es lo que ha dejado Barcelona sin proyecto, sin visión y con esa desorientación y disgusto que antes comentábamos. Y ésta es una grave responsabilidad de la señora Colau.
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¿Cree que con usted en la alcaldía, y probablemente gobernando con los comuns, las izquierdas habrían podido implantar un proyecto de ciudad diferente?
Yo creo que nosotros estamos obligados a intentar liderar esta ciudad en nombre de una concepción, y desde unos principios. Desde un compromiso. Sólo tiene sentido un acuerdo si se es capaz de expresarlo en términos reconocibles y tangibles para el conjunto de la ciudadanía. Marcando qué es lo que vamos a hacer y en qué dirección. Queremos resolver la cuestión de la vivienda de esta forma o queremos gobernar la movilidad de esta otra forma, etcétera. Y es a partir de ahí que obviamente estaremos en condiciones de plasmarlo en un gobierno estable, fuerte, para cuatro años y a ser posible para 8 o para 12. Creo que esto es lo que pide Barcelona. Barcelona no está de acuerdo con la continuidad, ni siquiera cambiando de caballo con la misma pareja. Es lo de tanto monta, monta tanto.
¿Qué quiere Barcelona según usted?
Barcelona quiere alternativa, quiere crear, quiere estar orgullosa de sí misma, quiere saber lo que se le propone y que es lo que desde el Ayuntamiento estamos en condiciones de compartir. Barcelona tiene una sociedad fortísima y una institución débil, y ahora necesita una institución fuerte, capaz de compartir decisiones y transformaciones con esa sociedad fuerte que no quiere sentirse ni excluida, ni alejada, ni malentendida. Una sociedad que quiere participar, quiere estar ahí. El interés de la ciudad y del propio Ayuntamiento debe ser éste, compartir el destino de la ciudad con el máximo grueso de ciudadanía organizada, de ciudadanía inteligente, de la cultura, de la creación artística, de la inteligencia científica y económica, de los emprendedores. De la vida asociativa, del tercer sector que asume tantas y tantas responsabilidades indispensables en el terreno de los servicios a las personas. Y todo esto hoy está dañado y roto. Está lejos de sus posibilidades. Y esto es lo que nosotros representamos, la recuperación de lo óptimo en este sentido.
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¿En la operación para evitar su alcaldía también había algunos poderes de la ciudad?
Sí, también está claro, es muy explícito y muy evidente. De la ciudad y de más allá, del Estado.
¿Por qué era tan preocupante para esos poderes su alcaldía? ¿Por independentista, por ser de izquierdas...?
Creo que por ser diferente. Por no dejarme encajar en los moldes de una determinada visión de lo que significa el poder establecido y el statu quo. Y por tanto, por ser parte de un mecanismo de contraste real con poderes económicos y estatales. Es obvio que no fue una iniciativa estrictamente del señor Collboni, ni de la señora Colau, sino de ambos y con conexiones de ambos con poderes del aparato central del Estado. Y de los poderes económicos, muy explícitamente los locales, pero no únicamente. Esto explica cómo obtuvo el señor Valls el grado de influencia que tuvo y una fuerte financiación de una campaña que fue explícitamente ilegal.
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A pesar de todo usted decidió hacer una oposición constructiva. ¿Quizás demasiado? ERC ha aprobado todos los presupuestos municipales…
Los presupuestos son herramientas de gestión, no son la gobernación. Nosotros hemos colaborado y contribuido positivamente a que la ciudad, la institución, disponga de un volumen de recursos. Esto lo que hace es más responsable al Gobierno municipal de sus deficiencias. Ha tenido prácticamente 1.000 millones más que los que tenía al principio del mandato. Y, en cambio, todos nos podemos preguntar qué se ha hecho con estos 1.000 millones adicionales que desde Esquerra hemos contribuido a añadir a la potencia institucional de la ciudad. No se ha hecho buen uso, y estoy en condiciones de no hacerme en absoluto responsable de ello. Está plagado de propuestas que se han aprobado y que se han mal aplicado, o no se han aplicado, o han quedado a medias.
¿Por ejemplo?
Ha costado cuatro años poner en pie la tasa Amazon, o ha costado 3 años el impuesto al turismo. Ahora lo tenemos y nunca me arrepentiré de haberlo hecho. En este mandato tendremos una posibilidad de hacer política y gobernar bien el turismo gracias a esta herramienta que ha sido posible por el impulso que hemos hecho desde Esquerra. Hemos contribuido a interpretar bien la voluntad de los vecinos del Eixample y tuvimos que mediar y empujar para llegar a un acuerdo en una cuestión tan significativa como el Plan de Usos del Eixample. Lo hicimos a pesar de los dos partidos del Gobierno municipal que eran incapaces de entenderse con los vecinos y entre ellos mismos. Todo esto son contribuciones positivas que hemos hecho desde la oposición y creo que responden exactamente al concepto de interés general. Y creo que esto no nos desacredita, sino que nos legitima. Hemos puesto siempre el interés de la ciudad por encima de la pura confrontación partidista.
¿Barcelona tiene que elegir entre turismo o pasar hambre como dice Trias?
A mí esto me produce una mezcla de asombro e indignación. Porque me sorprende que un líder político de Barcelona pueda tratar con esa displicencia la situación social y las desigualdades de esta ciudad. Y que admita desde una concepción económica que la única forma de no pasar hambre es aceptar la dependencia del turismo. ¿Tan poco considera la ciudad? ¿Tan poco la conoce? ¿Tanto la ignora como para no saber que tenemos, como decía antes, capacidades, potencia y activos enormes? Para crear empleo y riqueza y para distribuirla, para mejorar el estatus global de cohesión social con salarios más altos. ¿Tan poco respeta la ciudad que se expresa en estos términos? Y por eso también me produce cierta indignación porque entiendo que desde esa actitud se pierde toda credibilidad y toda legitimidad para aspirar a ejercer la alcaldía de Barcelona. No se puede ser alcalde de Barcelona y pensar eso.
¿Esquerra cómo plantea solucionar el problema de la masificación turística?
No se trata sólo de solucionar el problema, al revés. Se trata de convertir al turismo en una fuente real de riqueza colectiva y de bienestar. Agregarle el carácter regenerador como fenómeno económico y social. Y al mismo tiempo crear y añadir otros sectores como los que decíamos de la economía del conocimiento o la propia economía de la vivienda.
¿Economía de la vivienda significa la construcción?
La economía de la vivienda, que en estos momentos está paralizada por el dogmatismo de la señora Colau, debe reanudar un rol no sólo de solución y abordaje de un derecho social central con acceso a la vivienda protegida y asequible. Quizás desde el Ayuntamiento se ha trabajado en temas de vivienda social, pero la clase media ha quedado desamparada en este sentido. Este sector debe ser un motor de calidad económica, de creación de puestos de trabajo de mayor valor añadido con mejores sueldos, con innovación tecnológica. Especialmente si añadimos todo el concepto de rehabilitación. Es necesaria mucha oferta de nueva vivienda, protegida y asequible, y es necesaria una operación a gran escala para poner la ciudad al día, para rehabilitarla desde el punto de vista de la eficiencia energética y el ahorro que esto puede representar. Esto es una inversión social extraordinaria.
Además de dotar a la ciudad de los elementos de corresponsabilidad, por ejemplo también en la transición energética, definiendo dónde tiene sentido que haya energía renovable, qué comunidades energéticas, qué innovación social debemos liderar desde el Ayuntamiento para hacer aparecer esta calidad urbana y social de Barcelona como referencia europea y mundial, demostrando que aquí hacemos bien la transición energética como ciudad, como colectividad y como sociedad organizada. Y esto es quizás el mejor ejemplo de esta complejidad que decíamos antes, de liderazgo desde el Ayuntamiento, inversión privada y complicidad de la ciudadanía. Y es todo lo contrario de lo que proponen el señor Trias y el señor Collboni, que proponen casi lo mismo, más, más y más.
¿Quiere decir más barra libre para los poderes económicos?
Quiere decir más desigualdad y más precariedad, menos calidad... Es decir, peor ciudad, menos ciudad sujeto, más pérdida de carácter y de identidad, más homogeneización, más ciudad souvenir, más ciudad franquicia. Esto es lo que nos proponen.
¿Este modelo es el que está expulsando a mucha gente de Barcelona?
Es un riesgo al que estamos asistiendo que deberemos analizar bien y verificar en el terreno de los movimientos demográficos. ¿Cuál y cuánta gente se ha ido de la ciudad en los últimos 20 o 25 años? La cifra global es de más de medio millón de personas. Muy probablemente con un doble efecto de expulsión, por un lado, pero también de opción de unas clases medias que han ido encontrando cada vez más inadecuada la ciudad a la hora de tomar decisiones vitales de calidad para el acceso a la educación, a la cultura, etcétera. Pero no se han ido del país, ni se han desconectado de Barcelona porque muchos siguen volviendo a trabajar, lo que le añade complejidad.
¿Y muchos son jóvenes en el momento de la emancipación?
Sí, o para emanciparse mejor porque empiezan a tener hijos y deciden que Barcelona es demasiado cara, o poco amable, o hay demasiada congestión y contaminación. Y por tanto, no es aceptable en términos de calidad y de bienestar.
Usted siempre ha defendido que con el Eixample había que ser muy prudente a la hora de intervenir para no estropear su esencia. Ahora ya se ha hecho, ¿es irreversible?
Estamos a tiempo. Lo han tocado pero de forma muy puntual y superficial.
¿Estamos a tiempo de corregir lo que se ha hecho?
No de corregir, estamos a tiempo de defender para el Eixample, y para el conjunto de la ciudad, una concepción mucho más respetuosa con lo que es, y con lo que puede y debe ser.
¿Qué es el Eixample de Barcelona?
Es la gran pieza central, la gran maravilla urbana y urbanística de Europa. Es la ciudad-calle que es un sueño, porque hay muchas ciudades del mundo que lo envidian. Por eso no podemos instrumentalizar el Eixample para tener otros objetivos, probablemente legítimos, pero que piden herramientas e instrumentos, y estrategias políticas diferentes. Lo están alterando para convertirlo en un laberinto o en una trinchera. Para que sirva de regulador de la movilidad y debe ser al revés. El Eixample debe ser la expresión de la mejor movilidad. Ahora bien, debidamente diseñado y paulatinamente pacificado en su globalidad. Reduciendo el carácter de las grandes calles que las hemos dejado convertirse en casi autopistas para atravesar la ciudad. La Gran Via o la calle Aragó deben ser calles, calles con movilidad, con tráfico, naturalmente, pero calles. El Eixample es el corazón de la ciudad que articula todas las viles velles [antiguas vilas], religando con Gràcia, con Sants, Sant Martí, Poblenou, Horta, etcétera. Se debe actuar en todas partes con este criterio gradual.
¿Y la movilidad cómo se afronta?
Evidentemente todo esto debe ir acompañado de políticas dirigidas a gestionar la movilidad con mucha más potencia e inteligencia, es decir, básicamente transporte público con conexiones metropolitanas eficientes, red de Cercanias y de Ferrocarrils de la Generalitat, de autobuses interurbanos, etc. También la electrificación del conjunto de la ciudad y del Eixample para el vehículo eléctrico y la gestión, que todavía no se hace, de la distribución invasiva de mercancías y de lo que llamamos la logística de la última milla, o potenciar el coche compartido. Hay todo un grupo de herramientas que no tocan la estructura y el carácter del Eixample, que no debemos tocarlo, y que en cambio pueden permitir mucho mejor su preservación y su mantenimiento como espacio central y también como instrumento para la movilidad global de la ciudad.
¿A Barcelona le ha faltado visión metropolitana y de país para afrontar los grandes retos y transformaciones?
Barcelona debe ejercer el liderazgo que le corresponde históricamente y por la realidad institucional, económica y social. Lo que sucede es que la señora Colau ha renunciado a ejercer ese liderazgo. Ha dimitido del Àrea Metropolitana de Barcelona a la vista de una determinada composición política del territorio metropolitano. Como allí no manda ni tiene fuerza, deja estar y deja hacer. Y, por tanto, aquello se ha convertido en una institución de redistribución interna i de expresión de objetivos legítimos de los respectivos ayuntamientos. Pero no es una institución que esté ejerciendo y asumiendo la responsabilidad de definir políticas metropolitanas ni en el transporte público, ni en la movilidad, ni siquiera en la vivienda.
¿Qué debería hacer Barcelona en ese contexto?
Es necesario que asuma su responsabilidad y esto significa Barcelona hablando del Consorci de la Zona Franca, no sólo del Àrea Metropolitana, y hablando del Port y con el Port. La ciudad son todos esos territorios. La ciudad real es compartir futuros y cuestiones de presente con todos los ayuntamientos. No se trata de imponer ni mandar desde Barcelona sobre el resto. Se trata de objetivar las cuestiones y afrontarlas responsablemente. Y de empezar a tomar decisiones en este sentido y en esa dimensión. Con ambición, aquí es donde hay que pensar en grande. Y esto, por cierto, inmediatamente reclama, aconseja y exige la colaboración con el Govern de la Generalitat, porque en muchos de estos terrenos el mapa competencial lo incluye, como el transporte público. Son muchos los elementos identificables que están por debajo de la potencia y responsabilidad de Barcelona.
¿La ampliación del aeropuerto es imprescindible para el futuro de la ciudad como afirman sus defensores?
Éste es un planteamiento absolutamente interesado y absolutamente desconectado de la realidad. Barcelona necesita un gran aeropuerto al servicio de esta nueva economía de la que estábamos hablando, que significa crecer significativamente en unos determinados nichos. No tanto en turismo precisamente, sino en economía del conocimiento, innovación, soberanía tecnológica… Quiere decir, por tanto, un aeropuerto con conexiones intercontinentales. Esto significa considerar el aeropuerto como una infraestructura central, también metropolitana. No puede ser un agujero negro en manos de operadores que toman decisiones desde una perspectiva que no es la del país, ni la del entorno urbano y económico de esta Barcelona metropolitana. Y esto es lo que está pasando. Se gestiona con un modelo aeroportuario de Estado, con AENA convertida en una gran empresa más privada que pública y que responde frente a sus accionistas.
Hay un baile de cifras de las diversas fuerzas políticas sobre cuánta policía es necesaria para garantizar la seguridad en Barcelona. ¿Cuál es la suya?
Nosotros no somos subasteros.
¿Ha habido subasta en estas cifras de número de policías en la campaña?
En este tema y en otros como la vivienda o en determinados mensajes dirigidos a personas mayores o jóvenes. Nosotros no participamos de esto porque creo que también empobrece el debate electoral y la calidad de nuestro autorespeto como ciudad y como institución.
¿Pero cómo se garantiza la seguridad de Barcelona?
Debe garantizarse obviamente. Y hay un tema que es la presencia policial y, por tanto, la cantidad, efectivamente, de las fuerzas del orden. Hemos mejorado significativamente, pero no creo que estemos en el nivel óptimo. Esto tiene que ver también con la forma en que la Generalitat de Catalunya está en condiciones de tomar decisiones de crecimiento de sus fuerzas de seguridad de los Mossos d'Esquadra y los límites que en este terreno se imponen desde el Estado. Y la propia ciudad seguro que también debe revisar la fuerza y la intensidad con la que actúa la Guardia Urbana.
¿Es una cuestión de cantidad de policías entonces?
Hay un tema de cantidad y coordinación, pero cuando hablamos de seguridad debemos añadir una segunda y una tercera dimensión. La inmediata a añadir es la justicia. Hace falta más policía, pero hace falta mucha mejor justicia como aparato y como procedimiento, con agilidad de reacción frente a la delincuencia organizada. Porque la delincuencia se ha organizado, ha aprendido, se ha adaptado a la evolución de la ciudad por ejemplo con el turismo. La Administración estamos obligados a reaccionar ante esto en positivo, no sólo simplemente con una clásica reacción de ley y orden con toda la ciudad vigilada al límite. Y además hay que empezar a hablar en serio de las tres cuestiones de fondo que están detrás: Formación, ocupación y vivienda. Cuando tengamos bien ordenada una economía basada en un tipo de empleo con formación profesional, cuando tengamos el derecho a la vivienda garantizada, estaremos actuando, desde el punto de vista preventivo, con mucha más potencia positiva que la pura y tradicional expresión de más policía en la calle.
Collboni dice que no pactará con nadie que sea desleal con el Estado, pero ¿el Estado ha sido leal con Barcelona?
Si lo medimos por los hechos y por los datos no. El señor Collboni, por ejemplo, propone que la comisaría de Via Laietana siga siendo la comisaría central de la Policía en la ciudad. Es decir, defiende la vergüenza instalada, repetida y mantenida que va contra la historia y contra nuestra dignidad e incluso contra la suya. Si nos respetamos, esto es algo que tiene mucho de simbólico pero que es muy importante. Éste es el mensaje del Estado como expresión de un mantenimiento de una función represiva conectada con la peor expresión de la represión franquista de las torturas. Esto es también una parte de la oferta que está haciendo el señor Collboni en la ciudad. El estado actúa con la ciudad como una sociedad patrimonial. Gestiona con esta mentalidad la Zona Franca, el Puerto, el Aeropuerto y las mejores partes de la ciudad.
¿Se refiere al frente marítimo de Barcelona?
También el frente marítimo, que tiene unas decenas de miles de metros cuadrados inutilizados, apropiados, secuestrados por el Estado y negados a la ciudad. Por tanto, la obligación de la ciudad es todo lo contrario de lo que dice el señor Collboni, que con ello expresa una absoluta rendición. Y la señora Colau también, que no ha movido un dedo. Es necesario recuperar estos espacios y convertirlos en ciudad para darles un uso cultural, científico, de apropiación colectiva, de orgullo del mejor pedazo de la ciudad. Collboni y Colau se han resignado. En esto ha habido una inhibición creo que francamente culpable en ese terreno. Nosotros pondremos remedio y no callaremos. Tomaremos la iniciativa y ejerceremos el liderazgo institucional porque Barcelona también tiene en esto un terreno de transformación positiva. No sólo en la concreción de metros cuadrados y de usos posibles, también significa no perder el tren del rol de la dignidad, de la calidad de nuestra relación con el Estado. Esto debe cambiar profundamente, debemos pasar de la subordinación a la responsabilidad y el protagonismo.
¿Qué opina de que desde Junts se acuse a ERC de haber enterrado los votos del 1-O, usted que tiene de adversario a Xavier Trias en Barcelona?
El enterrador es el señor Trias. Esquerra mantiene vivo el espíritu y la significación, la ambición y la proyección de libertad que el 1 de Octubre expresa. Lo que no tenemos en estos momentos es una capital que esté ejerciendo la representación de esa voluntad de emancipación.
¿El Ayuntamiento debería ser independentista?
No se trata de convertir a la institución en una herramienta al servicio de la independencia. Se trata de convertirla en una herramienta al servicio de la dignidad, de los derechos y libertades de todos, con respeto por los 1,6 millones de habitantes piensen lo que piensen. Pero el señor Trias no veo que tenga ningún problema en abonar la demanda de lealtad al Estado que hace el señor Collboni. Está situado en el terreno de la sociovergencia, que está mucho más interesada en gestionar y compartir el poder, que en abordar las cuestiones de fondo de lo que significa libertad y del rol de la ciudad en correspondencia con su historia, con el 1 de octubre y con todos los años que van desde 2010 hasta 2017. Con la acumulación de energía, de movilización pacífica y democrática de la ciudadanía, con todas las veces en que Barcelona, la ciudad, ha sido el escenario y la expresión potentísima de una determinada pulsión positiva de creación de un futuro mejor. Al señor Trias, simplemente, esto no le interesa ni le importa. Prefiere estar pendiente de qué silla está en condiciones de obtener, más o menos cerca del señor Collboni, y más o menos dependiendo de si el Partido Popular le abona esta pretensión.
¿El resumen de su planteamiento sería que Barcelona ha perdido su identidad y su papel en el mundo y tiene que recuperarlo?
Obviamente no la ha perdido. Barcelona tiene una gran resiliencia porque tenemos una sociedad fortísima. No la ha perdido pese a que el Gobierno municipal haya hecho todo lo que está en su mano para contribuir a que la perdiéramos, o para diluirla. Para convertirnos en una ciudad más del mercado global de ciudades, escenario de franquicias o turismo masificado. Pero Barcelona, afortunadamente, existe, resiste y tiene ambición y proyección. Quiere ser y quiere existir. Y esto es lo que nosotros estamos en condiciones de ofrecer. Le estamos ofreciendo a Barcelona la posibilidad de ser ella misma, de serlo con todas las consecuencias y de serlo exactamente tal y como quiera ser. Tal y como democrática y colectivamente estemos en condiciones de decidir en qué queremos ser referencia, en qué nichos de la economía y del conocimiento, y con qué calidad del espacio público. Debemos volver a recuperar la arquitectura como afirmación potente del carácter y de la identidad de la ciudad que ahora hemos abandonado. Hace años que no se hace arquitectura, se hacen casas o más bien se hacen edificios de oficinas más que casas, pero la arquitectura brilla por su ausencia. Es hora de recuperar el urbanismo, la arquitectura, la ambición. Es decir, la identidad.