Manuela Carmena, la gata que pretende trepar la muralla de Aguirre
La candidata de Podemos al Ayuntamiento de Madrid convoca a la prensa y a los miembros de su lista en un bar castizo para transmitir su "idea de horizontalidad y no hablar desde podios"
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Manuela Carmena cita en La Revoltosa, taberna que flanquea la plaza del Rey, uno de esos bellos rincones que parecen no estar ahí hasta que el madrileño los transita. Es la hora del aperitivo y la charla no versa sobre el tiempo, desapacible, ni sobre el clásico, donde el (otro) bipartidismo se desplegará esta noche sobre la hierba. Los parroquianos hablan de política al abrigo de unas paredes estampadas de gatos, cuyas huellas dan fe de la filiación neocastiza del local.
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El orvallo (el tiempo lleva días nordesteando, como si a Madrid la hubiese venido a ver la grisura del apóstol Santiago) hace recogerse a los asistentes al Vermut con Manuela, “un acto menos formal que una rueda de prensa, con oportunidad de hablar directamente con la candidata”, reza la convocatoria. Dentro, de nuevo, los gatos, gentilicio popular de una villa callejera, noctívaga y salidora, de ahí la denominación. Aunque el otro posible origen del término tal vez le guste más a Carmena, cuyo nombre también es muy de aquí, el mismo de la niña apellidada Malasaña que echó fuera a los franceses: fue el patronímico que recibieron los descendientes de un soldado de las tropas de Alfonso VI que, durante la conquista de la ciudad, trepó la muralla árabe valiéndose de una daga que parecía zarpa. Y de aquel linaje valeroso y gateador, este gentilicio metonímico.