Manual para hackear el patriarcado
“El siglo XXI será el siglo de las mujeres”, lanza Ada Colau. En su última visita a Madrid tuvo una conversación con su homóloga Manuela Carmena en el marco del festival de tecnologías participativas Ciudades democráticas.
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MADRID, Actualizado:
Lo que se les ha ocurrido a los propietarios del juego de mesa Cards against humanity es utilizar parte de sus beneficios en ventas para comprar terrenos en la frontera entre Estados Unidos y México. Así los procesos de expropiación de las tierras se alargarán en el tiempo y en el espacio y, con suerte, a Donald Trump no le bastará con una legislatura para construir el anunciado muro fronterizo. Estas estrategias creativas hackean el sistema con el importante valor del factor sorpresa. Estar donde nadie las espera es algo que practica el feminismo a diario, tanto en las calles como en Internet.
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Internet entendido como una plaza pública tecnologizada por el avance de unos tiempos en los que la cuota de poder está ocupada por la mitad de la población: la masculinizada. Tanto en los cuerpos como en las formas. “El siglo XXI será el siglo de las mujeres”, lanzaba Ada Colau que, en su última visita a Madrid, tuvo una conversación con su homóloga Manuela Carmena en el marco de Ciudades democráticas, un festival centrado en las tecnologías de participación ciudadana.
“Madrid y Barcelona están a fuego con el tema de Catalunya pero Ada y Manuela dialogan. Y lo hacen porque son mujeres. Eso es lo que podemos aportar a la política”
Esa fotografía, la de Carmena y Colau debatiendo sobre nuevas formas de gobernanza en compañía del concejal de Participación Ciudadana, Pablo Soto, emite una idea clara: “Madrid y Barcelona están a fuego con el tema de Catalunya pero Ada y Manuela dialogan. Y lo hacen porque son mujeres. Eso es lo que podemos aportar a la política”. La reflexión la pone Dinorah Cantú, coordinadora de The GovLab Academy de Nueva York, abogada y experta en tecnologías que ensanchan la democracia. Dinorah ha tutorizado alguno de los proyectos del taller de Medialab-Prado Inteligencia Colectiva para la Democracia, que ha celebrado estos días su segunda edición.
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Aunque lleva viviendo en Brooklyn unos cuantos años, Dinorah es de Monterrey, México. Conoce muy de cerca los procesos y avances que se hace -o se han hecho- en Estados Unidos en materia de democracia y políticas públicas, y recuerda que recientemente se ha formado allí una plataforma para dar apoyo, cobertura y formación a las mujeres que quieran concurrir a las elecciones y/u optar a un cargo político. “Todavía estamos aprendiendo a ocupar espacios por ocuparlos”, dice Dinorah, para soltar el lastre educacional y seguir conquistando las calles, la política y la Red. Precisamente esa ocupación de lo virtual pasa hoy por convertir las redes sociales en un altavoz que antes no existía y que hoy permite denunciar conductas machistas y abusos hasta ahora silenciados.
#MiPrimerAcoso
Fue el año pasado cuando las mujeres mexicanas lanzaron un hashtag que precedió al reciente #Metoo para denunciar las situaciones de abuso que habían sufrido muchísimas mujeres, entre los 8 y los 12 años. Hubo más de más de cien mil tuits con la etiqueta #MiPrimerAcoso.
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“Esa nueva plataforma virtual es un espacio que apenas estamos empezando a ocupar diciendo cosas incómodas pero es una cascada que ya no se detiene. Lo volvimos a ver con el #Metoo”, sigue Dinorah, y aunque a muchos les impresiona el torrente de tuits, se pregunta: “¿Quién va a querer mentir sobre si ha sido abusada?”.
Tecnología, género y política
Eileen Myles y Jill Soloway se inventaron el Thanksgiving Manifesto. En él daban la fórmula maestra para arreglar todos los problemas del mundo: solo había que prohibir a los hombres ocupar puestos de poder de aquí a los próximos cien años. Quizá no hace falta ponerse tan radical porque, como recuerda Vanessa Tonini, desarrolladora web y cofundadora de Marialab -el hacklab feminista de São Paulo- “el campo de la tecnología tiene muchísimos huecos que rellenar y nunca va a haber hombres suficientes para ocupar todos esos puestos de trabajo”. Vanessa es la promotora de uno de los proyectos que participaron en Inteligencia Colectiva para la Democracia destinado a crear una comunidad de consulta, colaboración y documentación alrededor de Cónsul, la plataforma de participación ciudadana que utiliza el ayuntamiento de Madrid para las consultas ciudadanas.
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“El campo de la tecnología tiene muchísimos huecos que rellenar y nunca va a haber hombres suficientes para ocupar todos esos puestos de trabajo”
Marialab, por su parte, es un lugar de encuentro para mujeres en donde se trabaja la relación entre tecnología, género y política. “Queremos hackear el patriarcado empoderando a las mujeres, distribuyendo el conocimiento, dándonos apoyo y organizándonos”, explica Vanessa. Para ello, ofrecen cursos, talleres y encuentros sobre programación y desarrollo web, redes libres o seguridad en Internet. “Los analfabetos del futuro serán aquellos que no sepan manejar la tecnología; si las mujeres no aprendemos, serán los hombres quienes continuarán teniendo el poder” y el patriarcado se perpetuará hasta que ellas no decidan romper la barrera tecnológica, reapropiarse de estas nuevas herramientas y demostrar que sí, la informática es cosa de mujeres: "Los hombres no pueden decidir nuestro futuro en una sociedad tecnológica. Tienen que participar y opinar ambos géneros, no solo el que está en lo alto de las estructuras de poder”.
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Ella, como tantas otras ingenieras informáticas, también denuncia el triple esfuerzo que tienen que hacer para que se las valore por su trabajo y para que no quede oculto tras una gruesa capa de mansplaining y/o manterrupting. Que la mujer produzca la tecnología cambia las formas de hacer y ofrece resultados que hasta ahora eran inéditos. Igual que en política: “Mientras los gobiernos se pelean, las ciudades nos queremos”, decía Ada Colau mirando a Manuela Carmena. Feminismo y democracia caminando de la mano.