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MADRID.- Las tropas de los golpistas avanzan por la Casa de Campo (Madrid). Es el 8 de noviembre de 1936. Los periodistas Setfon Delmes, Henry Buckley y Vincent Sheen escriben en el hotel Gran Vía o en el Florida que Madrid está a punto de caer y con él la España republicana. Los moros avanzan a golpe de granada por las encinas de la Casa de Campo. En una pequeña loma, cerca de la carretera de la actual carretera de Castilla y a escasos metros de distancia del enemigo, se planta el batallón de las Brigadas Internacionales Edgar André, de sangre alemana y equipado con armas rusas y munición británica. Todo de la I Guerra Mundial. El combate es cuerpo a cuerpo. Granada a granada. Muerto a muerto.
En el respiro de la noche, el batallón cava una precaria trinchera donde los brigadistas aguantarán ocho días de combate hasta que fueron revelados en el frente. El agujero en el suelo ni siquiera sigue los tradicionales serpenteos tradicionales que permite evitar el fuego enemigo. Ha sido cavada a toda velocidad. A través de la radio el diputado republicano Fernando Varela, subsecretario de Comunicaciones, transmite a las tropas la importancia de esas trincheras que están construyendo en la Casa de Campo. No son meras trincheras. Se trata de "la frontera universal que separa la libertad de la esclavitud".
"Aquí, en Madrid, se enfrentan en una gran lucha dos civilizaciones incompatibles: el amor contra el odio, la paz contra la guerra, la fraternidad de Cristo contra la tiranía de la Iglesia... Esto es Madrid. Está luchando por España, por la humanidad, por la justicia, y, con su manto de sangre, cubre a todos los seres humanos. ¡Madrid! ¡Madrid!”, arenga Fernando Varela.
Los brigadistas de la Edgar André consiguen frenar el avance de las tropas de los militares golpistas durante varios días. Apenas dos semana después del inicio de la batalla la República debe retroceder y ceder la Casa de Campo. La frontera de la libertad retrocede. El odio y la tiranía van ganando terreno, en palabras de Varela. La Radioestación U.G.T., controlada por la Unión de Radiotelegrafistas españoles, emite durante aquellos días de noviembre de 1936 una entrevista con uno de los milicianos alemanes del batallón. Tiene 34 años, mujer y dos hijos. Acaba de regresar de la primera línea de batalla y la entrevista es recogida por el diario El Socialista en su edición del 17 de noviembre de 1936.
"Soy un antifascista alemán. Amo a mi país y por este motivo tuve que abandonarlo. Con la llegada de Hitler al poder entró en mi país el barbarismo más indigno que jamás ha conocido un pueblo a través de la Historia (...) Y en unión de Hitler y Mussolini quieren ahogar la joven democracia española. Por esto luchar en España no es sólo cosa del pueblo español, sino que, como va dirigida e iniciada por el fascismo internacional, es una lucha [del fascismo] contra la democracia internacional", respondía el joven brigadista.
Prácticamente 80 años después de aquella brutal batalla en la Casa de Campo, que marca el inicio de la resistencia de Madrid, un equipo de investigadores del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC ha desenterrado una de esas primeras trincheras que cavó el batallón Edgar André en Casa de Vacas. La única que se conserva. El equipo lo hace sin apoyo de ningún equipo de Gobierno. Ni el central, ni el de la Comunidad, ni tampoco por parte del Ayuntamiento. Sólo el grupo parlamentario de Podemos en la Comunidad de Madrid ha visitado la zona para anunciar, de boca de su portavoz José Manuel López, que pedirá en el Pleno la creación de un Catálogo de lugares de la Memoria Histórica con elementos pedagógicos en el que deben estar incluidas estas trincheras.
"Todos tenemos algo que nos vincula con la Guerra. Yo guardo una toalla, de más de 80 años, que mi abuelo utilizó durante la Guerra. Ha ido pasando de generación en generación y ahora me ha llegado a mi", cuenta López a los periodistas antes de comenzar la visita guiada por la trinchera. El arqueólogo Alfredo González, director de la investigación, explica que abrir las trincheras "permite entender cómo fue la Guerra Civil y cómo transformó el paisaje de la ciudad" y llama la atención sobre el hecho de que Madrid "fue la primera capital mundial que sufrió una guerra moderna". “Fue el primer Aleppo, el primer Sarajevo. Es un enclave fundamental para analizar la historia global”, añade.
"Hay toneladas de munición y metralla. Las miles y miles de balas en esta trinchera demuestran que el combate aquí fue durísimo. Tuvo que ser horroroso. Hay restos de armas rusas, munición inglesa, granadas FAI de los anarquistas... Se puede apreciar que las armas de los republicanos en esta trinchera eran una mezcla de improvisación y restos de la I Guerra Mundial y que frente a ellos tenían a un ejército real, bien armado y equipado, como eran las tropas de África", explica González, que enumera entre los descubrimientos más importes un obús y entre las curiosidades una cuchara de la platería Meneses, la misma que surtía a la Casa Real.
El equipo de investigadores ha logrado documentar que la primera batalla para tomar Madrid, que se produjo en noviembre del 36, llegó un kilómetro más lejos de lo que hasta ahora se creía. "Es una hallazgo histórico importante. Hemos descubierto resto de traza y granadas que permiten asegurar que los franquistas estuvieron más cerca de tomar Madrid de lo que hasta ahora estaba documentado en aquel mes de noviembre", dice González.
La vida en el frente
A apenas unos kilómetros de esta trinchera, en Ciudad Universitaria y, concretamente, en los alrededores de la Facultad de Psicología de la UNED, el equipo que dirige González ha excavado otra trinchera de la Guerra Civil. Ésta, sin embargo, es muy diferente a la anterior. Los objetos de "vida" superan a los de Guerra. Y es que se trata de una trinchera de comunicación y de descanso. "De socialización", explica el director. Los soldados acudían a ella para descansar tras los combates en el frente y recuperarse de las heridas.
Los investigadores han descubierto botellas de anís, de vino, restos de tabaco, tijeras para cortar vendas y hasta unas medallas de la Virgen del Pilar y de Antonio de Padua. También una caja de munición rusa. La trinchera fue construida a mediados de 1937 y fue ocupada hasta marzo de 1939. Entre los recovecos de la trinchera los soldados hacían su vida. Bebían, jugaban al dominó, fumaban, pasaban miedo, soñaban con la victoria, cantaban.
Entre los soldados que soñaron con la victoria en esta trinchera se cuenta Gregorio Duque Villarte, un joven manchego que en la Guerra Civil comandó un batallón de la 6ª Brigada Mixta en los combates que comenzaron en la madrugada del 19 de enero de 1937 en el entorno de la facultad de Ingenieros Agrónomos.
Su nieta, Aurora Bellido, acudió a la excavación con una vieja carpeta bajo el brazo. Era de su abuelo Gregorio. Frente a los investigadores abre el portafolios y muestra el diario de batalla de su abuelo y un mapa de operaciones de Ciudad Universitaria atravesado por una bala y manchado de sangre.
"Así que me vine a Madrid y me traje lo mejor de las Milicias que había habido a mi mando, y con ellos recibí la orden de organizar un Batallón Especial, al cual le uní gente de Extremadura y de Cuenca. Nos albergamos en el colegio de la Paloma a las órdenes del comandante Gayo, con el cual me puse en contacto en presencia del entonces Teniente Coronel Rojo, quien al verme me dijo que de dónde habían sacado a aquella criatura. Al contarle ellos mis servicios de guerra, me abrazó y me dijo que del pueblo también salían grandes héroes y que él esperaba que yo fuese uno de ellos", relata Gregorio en un fragmento de su diario.
Algunas líneas después, Gregorio narra cómo reaccionó tras descubrir que un grupo de soldados voluntarios no se había presentado para acudir como voluntarios a una operación especial. Tampoco habían realizado las tareas que él les había encargado. Duque los despertó en mitad de la noche, los mandó formar y les espetó el siguiente discurso: "No se viene a la guerra a ser jornaleros de dos duros; la guerra se hace por un ideal o se queda uno en casa en espera de que le llamen".
La operación especial narrada por Duque no consigue éxito. Tanto él como sus hombres tuvieron que retirarse tras haber tomado los fortines y una trinchera ya que se quedaron "sin apoyo suficiente". "Hubimos de dejarlas por orden de los mandos teniendo muchas más bajas en la retirada que en la toma de las posiciones, pues era tal el fuego enemigo, que hubo un momento que me tiraban cuatro máquinas distintas y sólo Dios sabe cómo pude salir de aquello, pues en una cazadora de cuero que llevaba puesta me pegaron 47 disparos y dos en el cuerpo, uno en la mano izquierda, en la que tenía el mapa de posiciones, el cual conservo con la sangre de la mano y el balazo".
Gracias a Aurora Bellido y al equipo de investigación, el mapa de posiciones de Gregorio Duque volvió a una trinchera de la Guerra Civil y los madrileños que quisieron pudieron acercarse a conocer más de la historia de su ciudad y de cómo miles de ciudadanos anónimos llegados desde todos los rincones de España y de Europa acudieron a la llamada de Madrid para plantar cara al fascismo. Ahora, sin embargo, la trinchera vuelve a estar cerrada. Olvidada como parte de la historia de España y rellena de la arena que extrajeron los voluntarios. Pasarán pocos días para que, además, vuelve a estar tal y como la encontraron los investigadores: llena de preservativos.
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