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Latinoamérica frente al cambio climático
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mADRID,
La cumbre acuden varias delegaciones de Latinoamérica. Estará Nicolás Maduro de Venezuela, estará Gustavo Petro de Colombia y Lula da Silva también.
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La verdad es que Latinoamérica es un continente crucial para las acciones contra el cambio climático. Seis países de la región son los más biodiversos del mundo (México, Brasil, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela), Sudamérica alberga la selva amazónica, a la que nos referimos frecuentemente como el pulmón del planeta dada su enorme capacidad de absorber dióxido de carbono. Y al menos en los últimos 4 años el medioambiente no ha estado entre las prioridades de muchos gobiernos.
La Amazonía formó parte de las campañas presidenciales tanto de Gustavo Petro como de Lula da Silva. El primero es de hecho un ecologista de larga trayectoria. Durante su campaña presidencial denunció la destrucción de centenares de miles de hectáreas de selva amazónica y decía que esto era responsabilidad de grandes capitales. Al asumir la presidencia dedicó parte de su discurso al medioambiente. "No somos nosotros los que emitimos los gases de efecto invernadero, son los ricos del mundo quienes lo hacen". Más adelante entenderéis a quién se refiere concretamente.
La semana pasada Gustavo Petro se reunió con Nicolás Maduro en Caracas, en un encuentro que muchos bautizaron de histórico, porque no se habían reunido presidentes de estos dos países en los 6 años anteriores, y según informes, acordaron formar un frente común en la defensa de la selva amazónica, al que también invitarán sumarse a Brasil.
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Se planteó crear un fondo destinado a la protección de la Amazonia, pero adelantaron que necesitan colaboración de países ricos o entidades financieras. Petro propone, por ejemplo, que el Fondo Monetario Internacional le ofrezca saldar parte de deudas que tienen distintos países con él a cambio de acciones concretas contra la crisis climática.
Lula tuvo un papel clave en la reducción drástica de la deforestación durante sus primeros dos mandatos y ahora en campaña prometió volver a hacerlo, porque en los cuatro años de Bolsonaro la deforestación en Brasil alcanzó niveles récord.
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Bolsonaro, como os podéis imaginar, negaba tanto el cambio climático como el problema de la destrucción de la selva amazónica. Por eso, favoreció a grandes extractivistas, madereras y el agronegocio. El agronegocio fue clave en las quemas de la selva: porque para plantar soja necesitas despejar el bosque y para despejarlo, lo incendias.
En 2019, cuando los bosques amazónicos registraban incendios récord durante semanas, el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil publicó un estudio en el que afirmaba que con la llegada de Bolsonaro la deforestación aumentó en un 278%.
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Bolsonaro no solo debilitó la gestión medioambiental recortando presupuestos, sino que empoderó y envalentonó a los sectores más retrógradas del agronegocio. Algunos grandes agricultores llegaron a celebrar el Día del Fuego anualmente para reivindicar las políticas gubernamentales. El ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro dimitió porque lo acusaron de traficar ilegalmente con madera de la selva amazónica y de proponer aprovechar la pandemia para relajar las normas medioambientales.
Y afortunadamente todo esto parece haber llegado su fin. Al menos desde los gobiernos de Latinoamérica no habrá condescendencia y colaboración con la destrucción de la selva. Pero más allá de la voluntad política se necesita algo más.
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La destrucción de los bosques no estaría ocurriendo en Brasil, Bolivia, Colombia sin compañías como Cargill, Bunge y sus clientes, corporaciones como McDonald’s, Burger King, Walmart y Sysco. Son estas empresas las que al fin y al cabo crean la demanda internacional que financia los incendios y la deforestación. No son precisamente pequeños agricultores ilegales, ni pueblos indígenas. Son multinacionales poderosas. Los ricos del mundo, como se refirió a ellos Gustavo Petro. Y sin cambio de modelo productivo y sin voluntad de los ricos del mundo, poco se podrá hacer.