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La jurista Ana Marrades: "Es necesaria una reforma constituyente en clave de género, aunque a muchos les dé pavor"

La jurista Ana Marrades Puig, en una comparecencia en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. — CEPC

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madrid, Actualizado:

Ana Marrades Puig (València, 1967) es profesora de Derecho Constitucional de la Universitat de València, donde dirige la Cátedra de Economía Feminista. Ha dedicado toda su trayectoria académica a investigar el por qué de la discriminación que sufren las mujeres. Desde que en el año 2000 realizara su tesis doctoral sobre el impacto de la maternidad en la igualdad entre hombres y mujeres, esta jurista ha indagado en las distintas realidades que siguen perpetuando la desigualdad de la mujer: la violencia de género, la gestación subrogada, la trata, la violencia machista contra las mujeres migrantes, entre otras materias. Desde 2016 está centrada en el estudio de nuevos
derechos sociales, como el derecho al cuidado. Es vicepresidenta de la Red Feminista de Derecho Constitucional, una asociación de juristas que trabaja para la igualdad de la mujer en el ámbito universitario y social.

En 45 años de existencia, la Constitución Española solo ha sido reformada en dos ocasiones: en 1992 para incluir el derecho de los ciudadanos de la UE a ser elegidos en las elecciones; y en 2011 para introducir de forma urgente el principio de estabilidad financiera para limitar el déficit. ¿Por qué hay una resistencia a tocar la Constitución?

Por la polarización española y la dificultad de alcanzar consensos. Fíjese que hasta el artículo 49, que es algo tan elemental como cambiar la expresión "disminuidos" por personas con discapacidad, y no hay forma de arrancar... Es verdad que hay un sector que piensa que la Constitución está muy bien, que es fruto del consenso de la Transición, y que reabrir eso sería tanto como traicionar el espíritu del 78. Por el contrario, otro sector cree que habría que reformar el pacto social adaptándolo a las necesidades actuales, frente a los nuevos retos.

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Yo creo que estamos en disposición de dar ese paso. En la Red Feminista de Derecho Constitucional llevamos años trabajando en un proyecto de reforma desde el punto de vista de las mujeres. Un dato: en la legislatura constituyente había 27 mujeres de casi 600 parlamentarios. Toda esa evolución desde 1978 hasta la actualidad tiene que reflejarse en la Constitución. 

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¿Cuáles son el punto fuerte y el punto débil de la Constitución?

Como punto fuerte, sin duda, haberle devuelto la soberanía al pueblo español. La Constitución es el reflejo de un esfuerzo magnífico que se hizo para dotar a la ciudadanía española de sus derechos. Se abordaron todos los temas que en 1978 eran cruciales: la cuestión territorial de España, la vía de los estatutos de autonomía, la cuestión económica del Estado, el Tribunal Constitucional como garante máximo, etc. 

Como punto débil vemos ahora, con la perspectiva de 2023 o 2024, ciertas carencias o cuestiones que a España le vendrían mejor; por ejemplo, el Senado podría mejorar como cámara de representación territorial. Y ante todo, es necesaria una reformulación del pacto constitucional vigente en clave de género o con una perspectiva feminista

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¿En qué consistiría esa reformulación de la Constitución?

Hay que incorporar la perspectiva de género de forma transversal para  introducir a la mujer como sujeto constitucional, para el reconocimiento de la subjetividad política de las mujeres. Esto tiene que ver con pensar en una constitución para las personas y no para los mercados. En la redacción del texto constitucional esto sería básico. En el contexto del 78 las mujeres partían de una condiciones muy precarias; por ejemplo, tenían que pedirle permiso al marido para cobrar su nómina; no eran consideradas sujetos de derechos, y parece que hoy en día todavía tenemos que pedir perdón por abordar estas cuestiones como de primer orden; esto no es secundario. Con esta reformulación vamos al sustrato del pacto constitucional. 

¿Cómo tendría que articularse una reforma de ese calibre?

La Constitución tiene dos vías de reforma, la simple, que es la fórmula por la que se reformó las dos veces que antes ha citado y que necesita una mayoría de tres quintos del Parlamento; y otra, la compleja, que afecta al núcleo duro de la Constitución, para las cuestiones que afecten al Título Preliminar, al capítulo segundo, sección primera del Título I o al Título II, es decir, a los derechos fundamentales y a la Corona, y para la cual se necesitan dos tercios de cada Cámara. Es una reforma muy complicada porque necesita el acuerdo amplio de las fuerzas políticas. 

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En la Red Feminista de Derecho Constitucional llamamos a esta reforma que tendría que llevarse a cabo en clave de género una reforma constituyente, porque sería una reforma total, una reformulación nueva, y necesitaría la vía compleja para poder ser acometida. Hay que tener en cuenta que sería un nuevo pacto de Estado.  

Nosotras pensamos que la Constitución debería decir que la soberanía emana de las mujeres y de los hombres españoles, es decir, habría que incluir en algunos aspectos fundamentales la palabra 'mujer'. 

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"La Constitución debería decir que la soberanía emana de las mujeres y de los hombres españoles"

En enero de 2020, la Real Academia de la Lengua Española (RAE) concluía que no había que modificar el masculino en la Constitución para hacerla inclusiva. ¿Estaríamos ahora en otro punto si hace cuatro años la RAE hubiera avalado la incorporación del femenino? 

Sí, habría sido un paso enorme, estaríamos en otra fase porque el escudo que legitima y del que se sirven los detractores de cualquier cambio en el lenguaje de la Constitución se hubiera caído. En español, parece ser que el masculino denomina lo genérico, y con esta realidad hemos ido viviendo, con ese masculino genérico. Pero esto no es verdad: a veces se dice "hombres" y se está pensando en los hombres, los varones. El lenguaje en masculino se ha empleado para describir la realidad, pero el lenguaje también transforma. Por eso decimos que el texto de la Constitución puede mejorar con otra redacción.

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Por ejemplo, el constitucionalista Antonio Torres del Moral [catedrático de Derecho Constitucional de la UNED] ha analizado cómo debería quedar la Constitución para albergar un lenguaje más inclusivo, para que representara a todas las personas, más allá de la fórmula "mujeres y hombres", que a los detractores les genera tanta burla. Hay fórmulas, se puede recurrir a pronombres indefinidos, por ejemplo. En la lengua española esto de los binomios inclusivos, el hablar en masculino y femenino, ya lo usaban los poetas medievales.

No entendemos por qué hay tanta resistencia al cambio, hay miedo, pavor a tocar la Constitución; es como si molestara dar esa visibilidad a la mujer. Es muy importante que las mujeres estén también en el poder político, no solo como receptoras de derechos, sino como sujetos de derechos en igualdad. 

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"No entendemos por qué hay tanta resistencia a dar visibilidad a la mujer"

El artículo 57 dice que se prefiere al varón respecto a la mujer en la sucesión de la Corona. ¿Por qué pervive esta expresión machista en la Constitución? 

Sobre el artículo 57, hubo un tambalear al principio, con el matrimonio de los reyes, a ver si tienen niños o niñas... Todo ha quedado estancado cuando ya se ha visto que hay dos hijas y que la reina probablemente ya no tenga más hijos. Pero no puede ser que una constitución que declara la igualdad como valor, como principio y como derecho, que tengamos un artículo 14 que es el eje fundamental sobre el que giran todos los demás derechos, y que luego incluya la prevalencia del varón a la mujer en la sucesión al trono... Es una contradicción. Es un término discriminatorio. Las mujeres constituyentes cuando se votó este artículo salieron del hemiciclo en señal de protesta.

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¿El derecho al cuidado debe ser reconocido como un derecho fundamental?

Para mí lo es claramente. Cuando se pretende revindicar un derecho nuevo que no está reconocido, pero que tiene conexión con otros derechos, como el derecho a la vida, por ejemplo, hay que buscar los motivos y necesidades que respaldan el deber moral de reconocerlo jurídicamente. Hay tres razones para ello en este caso: la primera es que el cuidado es imprescindible para la vida; no creo que haya partido político que no respalde esto.

Segundo motivo: quien se ha ocupado de este derecho son las mujeres, sin embargo, esta tarea tan imprescindible para que la vida sea digna las ha colocado en una situación de discriminación y en una vulneración de sus derechos. Por ejemplo, la pandemia del covid puso el foco en esto. Cuando las mujeres se quedaron en casa y los hombres se quedaron en casa, las mujeres siguieron soportando una carga triple de cuidados; ellas siguieron ocupándose de la casa, de maestras de los hijos, y los hombres salían al súper y aprovechaban para producir en el ámbito profesional. Esto en el mundo universitario pasa mucho; se ve la desigualdad en los currículos mientras los hijos e hijas tienen hasta los diez primeros años de vida: el de los hombres se dispara y el de ellas cae.

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Tercera razón: hay que poner el foco en los derechos de las personas que se dedican de manera profesional a los cuidados, porque están precarizadas, no hay un reconocimiento. Lo primero que hay que hacer es acometer la profesionalización y la dignificación de estas personas.

"Las personas que se dedican a los cuidados están precarizadas. Hay que dignificarlas"

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¿Son las mujeres las que más han abordado el tema de los cuidados desde el punto de vista académico?

Sí y esto es sintomático. En el ámbito académico destacan respecto al abordaje del tema de los cuidados la filósofa Victoria Camps, la antropóloga Dolors Comas y la socióloga María Ángeles Durán. Pero falta un estudio en el ámbito jurídico constitucional. 

En todos los actos que hacemos, el público es siempre femenino. Es así. Todavía no hemos podido arrastrar a compañeros, aunque es verdad que se empiezan a interesar. 

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¿Usted cree que habría oposición política para consolidar el derecho a los cuidados en la Constitución?

Esto no tiene ideología, no debe tener sesgo político, esto es universal, es imprescindible en democracia. Los cuidados sostienen la democracia, sostienen las tareas productivas, es preciso que los cuidados se valoren. Hay que hacer una pedagogía de los cuidados para que cambie el paradigma. En este sentido la labor de los Ministerios de Igualdad y de Asuntos Sociales y el Instituto de las Mujeres ha sido encomiable, poniendo mucho énfasis en este derecho.

"El derecho a los cuidados no tiene ideología, es universal"

Para incluirlo en la Constitución, tendría que estar en el capítulo segundo del Título Primero, es decir, en el núcleo duro. Se podría estudiar otra ubicación. Ya hay algunos constitucionalistas que dicen que todos los derechos son derechos fundamentales, como el derecho a una vivienda, derecho a la salud, que está en los principios rectores. También tendría que estar recogido en la Constitución el derecho a una vida libre de violencia de género.

Creo que tendría que aprobarse una ley de cuidados, que estableciera las bases de un sistema público de cuidados. Esta ley tendría que estar respaldada por un espíritu social: todo el mundo entiende que durante nuestra existencia vamos a tener que cuidar y que ser cuidadas.

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