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Juan Manuel Calvo: "No conocer el pasado es matar el pensamiento crítico"

Retrato de Juan Manuel Calvo, presidente de la Amical de Mauthausen. — Àlex Romaguera

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barcelona,

La memoria del pasado acapara buena parte de la agenda política, una vez la derecha y la extrema derecha buscan resignificarla desde las instituciones. Así lo denuncian las entidades memorialistas , entre las cuales está La Amical de Mauthausen, que desde 1962 trabaja para rescatar del olvido las deportaciones de miles de republicanos y republicanas en los campos de exterminio nazis.

Para Juan Manuel Calvo, presidente de la asociación, el actual contexto obliga a potenciar entre las nuevas generaciones la investigación y el reconocimiento de las víctimas del fascismo y el nazismo. Una tarea en la cual La Amical también incluye a los brigadistas internacionales, para quién según Calvo son una referencia básica a la hora de entender los valores democráticos que defendieron y que hoy, en el Estado español y en todo el mundo, están en peligro.

Lo entrevistamos cuando faltan pocas semanas para el estreno de Marco, la película basada en la historia del expresidente de la entidad Enric Marco, quien se inventó que había pasado por un campo de concentración nazi.

Ahora hace tres años, en julio de 2021, accedió a la presidencia de la Amical de Mauthausen. Desde entonces, ¿cómo ha evolucionado la entidad?

He dado continuidad a una etapa marcada por la desaparición de los supervivientes de los campos de concentración nazis (el último murió hace tres años), hecho que nos ha obligado a buscar nuevas formas para que el mensaje de la deportación llegue a la ciudadanía. Por eso contamos con la red Nunca Más, dirigida a que los ayuntamientos desplieguen actividades muy diversas, y en los centros educativos, donde muchos docentes mantienen el compromiso de incorporar la historia del holocausto en el currículum educativo. Esto, sumado a las decenas de campañas que hacemos y nuestra participación en jornadas, conferencias y proyectos a escala internacional.

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¿Sin el testigo de los supervivientes, qué estrategias pueden ser útiles a efectos de transmitir la memoria?

Ponemos a disposición de todos los institutos diferentes herramientas. Una son pequeños fragmentos de películas a través de los cuales pueden explicar el holocausto e introducir referencias en las deportaciones que tuvieron lugar en nuestro país. Igual que pueden tratar contenidos que encuentran en nuestra web o las modalidades de charlas que les ofrecemos a lo largo del año. Lo que mejor funciona, sin embargo, son las experiencias, como lo demuestra el documental Carretera a Gusen, que explica viaje de un chico hasta este campo de concentración donde fue deportado su abuelo.

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¿El auge de la extrema derecha pide reforzar la vertiente más pedagógica?

Sí, porque está banalizando la memoria y, a base de convertir a quien piensa diferente en un enemigo, está dando pie a los discursos de odio. De momento, ya hemos roto relaciones con aquellos gobiernos autonómicos en los que el Partido Popular y Vox han derogado la Ley de memoria para imponer una denominada Ley de concordia que equipara el franquismo con el régimen democrático de la República. Pero, más que el revisionismo histórico, lo más preocupante es ver cómo la derecha democrática, representada por el PP, ha aceptado una norma que banaliza lo que significó el golpe de Estado contra un gobierno legítimo. No contiene ninguna perspectiva histórica y, todavía menos, un análisis crítico del pasado. Mucho peor: vuelve a convertir a los defensores de la legitimidad constitucional de la Segunda República en los enemigos a batir. Es inadmisible y, desde las entidades memorialistas tenemos que denunciarlo abiertamente.

¿Hay un intento de tergiversar la historia para debilitar la democracia e imponer un modelo de Estado autoritario?

Constituye un peligro y, a la vez, una ofensa más a la memoria de las víctimas. Y no se trata de revanchismo ideológico ni nada similar, sino explicar qué sucedió, puesto que no conocer el pasado es matar el pensamiento crítico. Esta deriva no solo se percibe en el Estado español; el ascenso de formaciones que proyectan el odio y criminalizan a determinados colectivos se extiende en todo el mundo.

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¿La inmigración es uno de los colectivos más damnificados por este pensamiento?

Se repite el mismo patrón que en el pasado: en vez de entender las circunstancias por las cuales se produce un fenómeno determinado, en este caso la inmigración proveniente del sur, se presenta como una amenaza. Un discurso maniqueo y banal que, desgraciadamente, ha arraigado en personas de supuesto talante democrático, que además de tragarse que los inmigrantes nos quitan el trabajo, acaban aplaudiendo políticas que limitan sus derechos, cuando los derechos tienen que ser para todo el mundo. Si no es así, entraremos en un lugar donde no tendríamos que volver nunca más.

¿Qué considera que ha fallado para llegar a este escenario?

Seguramente no se han construido estructuras sociales suficientes sólidas ni tampoco se ha promovido el pensamiento crítico con relación a lo que observamos cada día. Un ejercicio que en la Amical de Mauthausen consideramos imprescindible, por eso insistimos que tenemos que contrastar nuestras ideas en los entornos donde nos movemos, porque solo así desvaneceremos prejuicios. Las redes sociales nos aíslan y no ayudan, es evidente, de aquí la importancia que los alumnos conozcan el pasado y entiendan la razón de los procesos migratorios y otros fenómenos que vivimos actualmente.

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¿El acercamiento a estas realidades es un antídoto ante la manipulación que hace la extrema derecha?

Sin duda. En Francia, por ejemplo, las visitas a los campos de exterminio son habituales, y en Alemania, obligatorias. Pues bien: La Amical llevamos alumnos para que convivan con familiares de personas que estuvieron exterminadas. Y cuando entran en contacto y visitan Mauthausen, Gusen y otros campos, su perspectiva cambia y, a raíz de haber interiorizado aquella vivencia, están comprometidos en la defensa de los derechos humanos.

¿Pisar aquellos lugares y compartirlo ayuda a disipar clichés?

Junto a la investigación y el conocimiento, es la mejor política de prevención. Hay que explicar el pasado, hacer pedagogía y, a través de actas como la instalación de placas y adoquines, reconocer a las víctimas. Es cierto que el franquismo todavía pesa y, a diferencia de Chile, Argentina, Francia o Alemania, estamos lejos en el ámbito de la memoria. Pero, poco a poco, se empiezan a abrir fosas y afloran los campos de concentración que había en la época de Franco, y esto es una garantía por la presa de conciencia.

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¿La Ley de memoria democrática de 2022, que mejoraba la anterior Ley de memoria de 2007, puede contribuir a este objetivo?

Podía haber sido más ambiciosa, pero responde al contexto en que se aprobó. El problema es que estas leyes no son acuerdos de Estado, como habría sido deseable. Todavía hoy la derecha se resiste a reivindicar, no ya las personas que sufrieron el fascismo, sino los valores democráticos por los cuales lucharon, que no son otros que la igualdad, la justicia, el humanismo y el internacionalismo.

El 8 de noviembre se estrena 'Marco', la película que nos evoca la figura de Enric Marco, el expresidente de la Amical conocido por haber falseado su estancia en el campo de Mauthausen-Gusen. ¿Desde la entidad, cómo afrontan este film?

Primero tenemos que aclarar que es una película de ficción, no un documento histórico. Dicho esto, es muy honesta al explicar que Marco se puso en la piel de los supervivientes, de quienes creía que no estaban en condiciones de explicar su periplo, para narrarlos cómo si los hubiera vivido él mismo. Su impostura queda reflejada, y ciertamente puede ser incómodo, pero también nos puede ayudar a reivindicar la memoria de la deportación y el conocimiento del pasado. Lo tuvimos claro cuando estalló la polémica y el tiempo nos ha convencido de que es más necesario que nunca.

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