La izquierda europea se pone como objetivos pospandemia repensar el modelo productivo y combatir el capitalismo verde
Las formaciones progresistas viven un momento de coyuntura en toda la Unión Europea debido a la crisis de la covid-19 y deben hacer frente a retos como la crisis de liderazgo o la búsqueda de nuevas estructuras organizativas.
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MADRID,
"Grecia está pasando página. Grecia deja atrás las catastróficas políticas de austeridad, deja atrás el miedo y cinco años de dolor y humillaciones", manifestó el líder de Syriza, Alexis Tsipras, tras ganar las elecciones en enero de 2015. La coalición de izquierdas se convirtió en la primera fuerza política y relegó al Pasok, el principal partido socialdemócrata del país, a la séptima posición. Aquellos comicios dibujaron un escenario esperanzador para muchas de las formaciones que surgieron a la izquierda de los partidos socialistas europeos y que pedían acabar con las políticas de Bruselas y la Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea).
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Sin embargo, el nuevo gobierno griego no consiguió cumplir con las expectativas de muchos ciudadanos. Las duras negociaciones con la Unión Europea, el referéndum, el "corralito" bancario y el tercer rescate financiero fueron algunos de los elementos que propiciaron un descontento que provocó que el partido de centroderecha Nueva Democracia llegara al poder ganando las elecciones de 2019. Syriza perdió 59 escaños aunque se mantuvo como el segundo grupo más votado.
En Francia, la fuga de votos del Partido Socialista en 2017 no fue absorbida por Francia Insumisa, la candidatura situada a su izquierda y encabezada por el histórico dirigente Jean-Luc Mélenchon. La primera vuelta de los comicios presidenciales de aquel año situaron a esta fuerza por encima de los socialdemócratas, pero en cuarta posición. Los tres partidos más votados fueron de derechas: La República en Marcha, de ideología liberal y liderado por Emmanuel Macron; el ultraderechista Frente Nacional de Marie Le Pen; y Los Republicanos, conservadores y encabezados por François Fillon.
Las formaciones de izquierda radical de Portugal (El Bloco y el Partido Comunista) perdieron apoyo en las últimas elecciones parlamentarias de 2019 respecto a las de 2015. Muchos de estos votos fueron recuperados por el Partido Socialista, dirigido por Antonio Costa, que aumentó su base electoral y fue la fuerza más votada. Estos grupos han apoyado a Costa como primer ministro, aunque se han mantenido fuera del Gobierno. En España, Unidas Podemos ha conseguido entrar en el Ejecutivo central. Aun así, desde que se presentaron a sus primeras elecciones generales en junio de 2016, la coalición de izquierdas ha ido perdiendo apoyos.
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Los principales problemas de las izquierdas
La base de votantes tradicional de la izquierda (las clases populares y trabajadoras) ha menguado durante los últimos cincuenta años, tal y como apunta Pedro Riera, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III. Algo que ha perjudicado a la izquierda junto a la falta de un contexto favorable para la aceptación de sus propuestas, a diferencia de lo que ocurría en los años 50 y 60, la edad dorada de la socialdemocracia, cuando los planteamientos de las formaciones de izquierda eran atractivos para la gran mayoría de trabajadores. Esto se quebró con la crisis del petróleo (1973) y la globalización, que dificultó que los grupos de izquierda pudieran llevar a cabo sus programas y, por consiguiente, cayeran en una pérdida de credibilidad.
Las estructuras de los partidos de izquierda se han mantenido estancadas en el siglo XIX, limitando la capacidad de respuesta a las necesidades del siglo XXI, según Marga Ferré, copresidenta de la red de asociaciones de izquierdas Transform Europe. A lo que hay que sumar la crisis de liderazgo y de representatividad. Las formaciones de izquierda tradicional suelen designar en sus direcciones a perfiles técnicos y profesionales ajenos a los grupos sociales a los que deben representar. "Las clases populares han cambiado y los nuevos protagonistas son mujeres, personas racializadas y jóvenes precarios, que son los que han de encabezar los cambios políticos, por lo que tienen que sentirse representados", indica Ferré. Esta razón debe entenderla la izquierda para que no exista "lejanía entre la persona de la institución y el joven precario que no puede pagarse la universidad".
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Vuelta a lo material
En un clima de políticas marcadas por el neoliberalismo y el debilitamiento del estado del bienestar, una de las críticas más comunes a las formaciones socialdemócratas es su excesiva preocupación por las cuestiones posmateriales, mientras no han mantenido una posición firme frente al desmantelamiento de los servicios públicos. Pero la crisis económica provocada por el coronavirus puede haber cambiado ese escenario. La miembro de Transform Europe recuerda que una formación como Más País, "cuyo discurso se basa sobre todo en asuntos posmateriales, ha centrado su mensaje durante la campaña de las elecciones madrileñas en lo material: en la defensa de los servicios públicos y en la jornada laboral de 32 horas".
Riera recalca que el votante suele tener una memoria no solo selectiva, también muy reducida, por lo que suele olvidar las políticas aprobadas en momentos puntuales y con efectos a corto plazo, como la ley del aborto o la ley del matrimonio homosexual. Normas que la derecha no se ha atrevido a tocar. Por lo tanto, el tiempo para reivindicar la aprobación de estas medidas es limitado. Después, "la gente reclama otro tipo de elementos a la hora de decidir a qué partido va a votar". De hecho, el periodista Enric Juliana, en un acto junto a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz se preguntó: "¿Por qué a Yolanda Díaz se le entiende cuando habla? Porque habla de las cosas materiales. Es urgente que las fuerzas progresistas españolas tengan desvelo por hablar de las cosas materiales".
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Los verdes no siempre son el ejemplo
Las formaciones verdes han ganado terreno, en numerosos casos, a los partidos socialdemócratas y fuerzas de izquierdas tradicionales. En algunos países, los verdes mantienen un claro carácter anticomunista, con postulados liberales y pactos con los conservadores, como ocurre en Austria. Algo que, no obstante, "les ha podido dotar de cierta transversalidad y de presentarse como un partido de Gobierno", asegura Riera. Por ello, estas agrupaciones en muchos casos "ya no tienen nada que ver con los verdes alemanes de los años 80 liderados por la activista Petra Kelly", afirma Ferré, que añade que son "la expresión de una clase media que se ve amenazada, y que tiene motivos para sentirse así, pero que no quiere grandes cambios en el capitalismo".
En España, estas agrupaciones no han tenido éxito. Riera establece dos elementos clave: la llegada tardía de la democracia y que las ideas de estos grupos han sido absorbidas por los partidos de izquierdas, como Izquierda Unida, Podemos o el propio PSOE. Por otra parte, Ferré subraya que los conflictos ecológicos en nuestro país se derivan de un modelo de producción y de consumo que, de alguna manera, ha hecho partícipe a la mayor parte de los ciudadanos, dificultando la aparición de un movimiento verde que pueda capitalizarse o traducirse en una formación política. "Lo mejor en política es que una idea encuentre su tiempo", explica la también integrante del sindicato Comisiones Obreras.
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Nuevas formas organizativas y covid-19
Una de las misiones de la izquierda es "repensar las estructuras de los partidos con el uso de la tecnología y establecer mecanismos que faciliten la participación de los militantes", plantea Ferré. "La idea de la democratización de los partidos para poder permitir que haya un mayor activismo de las personas que militan en ellos me parece uno de los retos más bonitos que tiene la izquierda". Los representantes deben estar, además, implicados en los conflictos para entender los lenguajes, las inquietudes y aspiraciones de las nuevas clases populares.
La crisis sanitaria y económica producida por la covid-19 dibuja un escenario completamente diferente al de las últimas décadas. Los partidos de izquierda que están en el Gobierno, como es el caso de España, pueden "intentar transmitir que hay otra manera de hacer política", opina Riera. El profesor de Ciencia Política, aun así, argumenta: "Si esta crisis acaba relativamente bien a nivel económico, puede ser una bendición para el Gobierno. Pero hay que tener en cuenta las lógicas de una coalición, pues suelen beneficiar al partido grande (PSOE) frente al pequeño (Unidas Podemos)".
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Green New Deal, ¿un proyecto de futuro?
El Green New Deal, cuyo nombre hace referencia al proyecto económico de reconstrucción del expresidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en los años 30, constituye un conjunto de propuestas destinadas a luchar contra el cambio climático defendiendo los servicios públicos y la creación de puestos de trabajo (4). El politólogo de la Carlos III destaca que "lo bueno que tiene este proyecto es que es muy atractivo para mucha gente", también para el electorado clásico de estos partidos, cuyos valores tradicionales "no solo se han diluido por los numerosos procesos de desindustrialización, también por un proceso de marcada desideologización y falta de identificación con ciertos principios".
La copresidenta de Transform Europe mantiene que el Green New Deal no es suficiente y que las propuestas de la izquierda han de pasar por "cambiar la forma de propiedad de la energía, del transporte y de aquello que provoque el cambio climático, pero de ningún modo la opción debe ser un capitalismo verde, algo que ha representado en su mejor expresión el Gobierno de España, afirmando mantener una agenda verde al mismo tiempo que propone ampliar el aeropuerto de El Prat". En definitiva, "la izquierda debe repensar el modelo productivo y de consumo en su globalidad o estará destinada al fracaso", concluye Ferré.