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A CORUÑA.- SI nadie le pone remedio, y no parece que esté siendo el caso, Galicia perderá alrededor del 10% de su población en los próximos tres lustros. Según las prospecciones a corto plazo del Instituto Galego de Estatística (IGE), la comunidad, una de las más envejecidas de Europa y con peores tasas de natalidad y mortalidad, llegará al año 2031 con casi 245.000 habitantes menos que ahora. La cifra del IGE se basa en el saldo vegetativo global, es decir la diferencia entre nacimientos y muertes, y no tiene en cuenta el éxodo migratorio que padece desde que empezó la crisis hace más de ocho años.
El invierno demográfico gallego, como lo denominan algunos expertos, no es un fenómeno reciente. Por eso llama la atención la pasividad de quienes gobiernan a un pueblo que se dirige a un verdadero genocidio colectivo, agravado además por la alarmante tasa de envejecimiento que padece. En los últimos quince años, el saldo vegetativo fue negativo en más de 132.000 personas. En los próximos quince el proceso se acelerará hasta esos casi 245.000 gallegos menos. Eso quiere decir que el 43% de la población que perderá España en el mismo período será gallega. En tres decenios significa una media de 12.500 habitantes menos al año. Mil menos cada mes, 240 menos a la semana, casi 35 menos al día.
Galicia, una de las comunidades más envejecidas de Europa y con peores tasas de natalidad y mortalidad, llegará al año 2031 con casi 245.000 habitantes menos que ahora
El proceso, como se ha dicho, viene de lejos. Comenzó a finales de los años 80 del siglo pasado y se consolidó durante los noventa y el inicio del nuevo milenio. De hecho, ponerle freno figuraba entre los ejes programáticos con los que el actual Gobierno autonómico, liderado por el popular Alberto Núñez Feijóo, se presentó y ganó las elecciones del 2009, cuando arrebató el poder al bipartito PSOE-BNG presidido por el socialista Emilio Pérez Touriño.
En los anteriores comicios, Feijóo había prometido crear un Observatorio Galego da Dinamización Demográfica para buscar soluciones al problema. Tardó casi cuatro años en crearlo, y lo hizo sólo dos días antes de anunciar el adelanto electoral el verano pasado. Fue un jueves en pleno verano cuando se publicó en el Diario Oficial de Galicia el decreto de su formación, pero Feijóo no lo anunció públicamente hasta septiembre, a las puertas de la campaña electoral . El Observatorio debería servir, según dijo entonces, de “canal de encuentro y reflexión” de todos los sectores sociales del país: estarían representados la Xunta, los ayuntamientos, las universidades, los sindicatos...
Casi seis meses después de su creación, no hay constancia de que haya tenido actividad alguna. La Consellería de Política Social justifica el retraso en la celebración de las elecciones y el proceso de constitución del Gobierno. Asegura que convocará su primera reunión a finales de este mes, y que, con posterioridad, se creará la página web que, por ley, debería darle publicidad al organismo cuando “empiece a haber contenidos de la que nutrirla”.
La reducción del gasto en educación provocó que 3.300 niños se quedaran sin plaza en las guarderías públicas el año pasado
Lo cierto es que durante el mandato de Feijóo la crisis y los recortes han minado las políticas de fomento de la natalidad. Se acabó con la gratuidad de los libros de texto que había puesto en marcha el bipartito que le precedió, mientras la reducción del gasto en educación provocaba que miles de niños se quedaran cada año sin plaza en las guarderías públicas: fueron más de 3.300 el año pasado los que se estancaron en las listas de espera.
Y lo cierto es que Galicia necesita niños. Su tasa de fecundidad (el número de bebés nacidos por mujer) apenas roza el 1,1, frente al 1,3 de la media española y el 1,5 de la UE. En 1975 era del 2,4. Ese año nacieron en la comunidad casi 44.000 bebés. Cuarenta años después, en el 2015, fueron poco más de 19.000. La progresiva disminución de la población, además, va acompañada de un envejecimiento brutal : en el 60% de los municipios gallegos la edad media supera los cincuenta años. En el total de la comunidad supera los 46, tres años más que España y casi siete más que la UE. El porcentaje de gallegos menores de 20 años ha caído dos puntos desde el año 2002, del 17,6% de ese año al 15,8% del 2015, mientras que el de mayores de 65 ha crecido el doble. A principios de este siglo, uno de cada cinco gallegos igualaba o superaba esa edad. Hoy son ya uno de cada cuatro.
El reflejo socioeconómico de todo ese proceso tiene su mejor ejemplo en el gasto en pensiones. En Galicia se cobran las más bajas de España: menos de 769 euros al mes, sólo por encima de Extremadura ,según las estadísticas de la Seguridad Social de diciembre del 2016. Pero hay más de 757.000 pensionistas, es decir el 35,3% de la población. En España ese índice apenas supera el 20%. A eso se une la caída de ingresos por cotizaciones sociales: Galicia ha perdido alrededor de 90.000 afiliados a la Seguridad Social durante los casi ocho años de mandato del PP. Y el resultado de esa relación casi proporcionalmente inversa entre el crecimiento del número de pensionistas y la caída del número de cotizantes es un déficit salvaje que ha crecido más de un 15% en los últimos tres años y que ya supera con creces los 400 millones de euros al mes.
Eso sí, a los pocos días de anunciar el adelanto electoral, el Ejecutivo autonómico también hizo pública una nueva medida estrella para promover la natalidad: regalar a los nuevos bebés y a sus madres una Caja de Bienvenida con artículos como una manta, un CD con nanas, un libro de cuentos y productos de aseo como crema para el culito de los niños. Escaso incentivo para un país que hoy tiene 2,6 millones de habitantes, pero que, según el peor escenario de las proyecciones de población del IGE a largo plazo, podría llegar a la mitad de este siglo con poco más de 1,7 millones.
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