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La infanta declara al juez que no sabía ni lo que firmaba

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Las 6 horas y media que la infanta Cristina ha estado declarando como imputada ante el juez Castro han servido para dos cosas. La primera, para ver a un miembro de la familia real española declarar en sede judicial, un hecho insólito y que ha otorgado tintes históricos a la jornada vivida en Palma. La segunda, para poner a prueba los fundamentos del estado de derecho.

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Si es cierto que el desconocimiento de la ley no es un eximente para su cumplimiento, y que su aplicación a la luz de los hechos y sus consecuencias iguala a todos los ciudadanos, entonces se puede colegir que la infanta ha salido de los juzgados de Vía Alemania en Palma de Mallorca peor de lo que ha entrado. Y no por haber pisado la manida rampa, que ha atravesado en la butaca trasera de un coche oficial. Sino por el reguero de interrogantes que no han sido despejados por su declaración; sobre todo porque se ha dedicado a contestar a la mayoría de preguntas que le ha efectuado el juez José Castro con evasivas:  "no me consta, no me acuerdo, no lo sé". Y más que eso, porque en definitiva las respuestas que han conseguido franquear la marca del monosílabo por contestación han apuntalado las dos teorías básicas que su defensa había dejado entrever en las declaraciones públicas de sus abogados: el desconocimiento del alcance de sus actos, y que todo lo que hizo fue por confiar ciegamente en su marido Iñaki Urdangarin, al que en cierta manera ha acabado usando como cortafuegos ante el Juez.

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Gran parte de la batería de preguntas que el juez instructor ha ido planteando a Cristina, en un interrogatorio que ha sido alabado sin ambages por la acusación popular y tildado de muy correcto por parte de la defensa, han consistido en mostrar un gran número de pruebas de gasto, facturas y comprobantes de compras que José Castro ha ido acumulando en la instrucción del sumario gracias a los informes de la Agencia Tributaria, y de cuya existencia ya se había dado cuenta en el escrito de imputación de la infanta del pasado 8 de enero.

Las respuestas que ha conseguido hilvanar la hija del rey (cuya efigie presidía la sala de juicios) han llegado a merecer el calificativo de "vergüenza ajena" oído en las voces de los abogados Manuel Delgado y Virginia Negrete, representantes de las acusaciones populares del Frente Cívico Julio Anguita y de Manos Limpias, respectivamente. Cristina habría negado haber adquirido Aizoon, ha justificado el uso de la tarjeta Visa de la sociedad coparticipada con su marido para gastos personales porque dispone de muchas de ellas y las ha llegado a confundir, o más simplemente, porque algunos de los gastos personales pagados con cargo a Aizoon (cuyo dinero procedía en gran medida de lo que se desviaba desde la Asociación Instituto Nóos, entidad sin ánimo de lucro financiada con dinero público) los hacían sus propios escoltas.

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La ignorancia era aún más profunda en el proceder de Cristina, puesto que el puro desconocimiento ha sido su respuesta ante el interés de Castro por conocer a quién pertenecía la filiación laboral de los empleados domésticos de la residencia de los Urdangarin-Borbón en Barcelona. Unos empleados extranjeros que, ilegales y pagados en negro según el juez instructor, había seleccionado ella misma. Cristina Federica de Borbón y Grecia no sabía que esos empleados eran de Aizoon S.L. Una vez más, unos gastos privados cargados como gastos de la empresa común. Un hecho que Castro considera probado, y que conllevaría delito fiscal en el caso de superar los 120.000 euros en el monto de la defraudación a la Hacienda pública.

La ignorancia también ha servido como argumento para despachar el asunto del origen del dinero de Aizoon S.L. La infanta Cristina jamás supo, así lo ha declarado, que ese dinero provenía de Nóos, punto central sobre el que Castro basa sus indicios sobre el delito de blanqueo de dinero que pesa sobre la imputada. Todo lo que Cristina de Borbón sabía cuando firmó lo que firmó en Aizoon S.L. es que confiaba en su marido, la "teoría del amor" como la ha bautizado la abogada Negrete. Cristina ha afirmado que no supo hasta hace pocos días que había firmado como arrendadora y arrendataria el alquiler de parte de su vivienda para habilitarla como oficina de Aizoon S.L. Cristina ha afirmado desconocer que las facturas de tantas cosas eran en realidad cargadas a Aizoon S.L.

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La ignorancia y el amor ciego eran las estrategias que la defensa había preparado, y así debe ser a tenor de la satisfacción expresada a posteriori. "Estamos muy contentos como abogados", afirmaba Miquel Roca "porque ha sido posible explicar, pregunta a pregunta, cual ha sido su participación". "Ha colaborado con la justicia sin privilegios" se vanagloriaba el abogado catalán, minutos después que el vehículo que transportaba a la hija del rey hubiera abandonado el patio del juzgado, como medida de especial y excepcional seguridad, inédita para el resto de imputados de la causa, incluido su consorte.  Su colega Jesús María Silva alegaba que Cristina "no hizo ninguna clase de trabajo en Aizoon, ninguna clase de trabajo, ni de factura, no intervino". Roca ha sentenciado que "no se podía declarar mejor, ha habido sentimiento, sensibilidad; ha sido una declaración sincera, leal..."

El juez Castro, que ha evitado el tratamiento de alteza para la imputada (se ha dirigido a ella como señora durante todo el interrogatorio), ha empleado las 5 horas de la sesión matinal de la citación para plantear más de 400 cuestiones diferentes a Cristina de Borbón. Después del receso del mediodía el turno del interrogatorio ha correspondido al fiscal Pedro Horrach, que ha hecho patente su falta de sintonía con José Castro. La Abogacía del Estado y la defensa de la infanta han cerrado el interrogatorio en una sesión de tarde que no ha alcanzado las dos horas de duración. Cristina no ha contestado las preguntas que pretendían formular las acusaciones populares.

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El instructor de la causa, que por la mañana ha escuchado vítores y gritos en su favor de los ciudadanos concentrados ante el juzgado, y que a su salida ha sido aplaudido por algunos curiosos que se apostaban al borde de la rampa, no ha querido realizar ninguna valoración sobre el interrogatorio que ha pospuesto para cuando lo exija "el trámite". Quizá sea entonces cuando se alcance a ver la utilidad de la estrategia de la defensa, la estrategia de la ignorancia de la infanta.

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