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La impunidad marca el 40 aniversario de la matanza de Vitoria

Represión continuada y consecuencias de por vida

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Funeral de los cinco obreros asesinados por la Policía en Vitoria en 1976

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@patriciacamcor

MADRID.- “¡Buen servicio! (…) Hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. (…) Aquí ha habido una masacre (…). ­Pero de verdad una masacre”. La Policía Armada de Vitoria concluía así una jornada represiva que se saldó con tres trabajadores asesinados por disparos de bala y otros dos, heridos de gravedad, fallecidos en los días siguientes. Era el 3 de marzo de 1976, y la ciudad llevaba dos meses en un clima de reivindicaciones con la plataforma obrera nacida de Forjas Alavesas que pedía, por un lado, mejoras laborales; y por otro, que no se les detuviera por expresar sus pretensiones.

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El miércoles 3 de marzo había cuajado, después de dos intentos, la huelga general en Vitoria. Jornadas de 40 horas semanales, el 100% en las bajas por enfermedad o accidente laboral, una subida lineal de 6.000 pesetas y el rechazo a los jurados de empresa, del sindicato vertical del franquismo, eran algunas de las reivindicaciones que condujeron al parón generalizado.

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“Gasead la iglesia”, se escucha en una grabación de aquella tarde recogida en la emisora policial

“La policía se empleó con una dureza especial. Las iglesias siempre habían sido respetadas y ese día, en algunas asambleas que se celebraban por la mañana, irrumpieron y sacaron a los trabajadores”, apostilla Txasko sobre el día en que las fuerzas de seguridad entraron con armas en las iglesias, violando así el Concordato de España con el Vaticano.

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La Policía se prepara para irrumpir en la iglesia

A las cinco de la tarde, la asamblea en la parroquia de San Francisco pretendía evaluar la jornada. Media hora antes, la Policía rodeó el recinto, permitiendo que se llenase el templo. Dentro quedaron atrapadas cerca de 4.000 personas, y un número similar de gente esperaba fuera. Minutos después comenzó el desalojo: “Gasead la iglesia”, se escucha en una grabación de aquella tarde recogida en la emisora policial. “Los párrocos mediaron diciendo que no había necesidad de intervenir, que era una reunión pacífica; que no había alteración del orden. Pero la Policía rompió las ventanas, introdujo gases lacrimógenos y botes de humos. La gente se asfixiaba”, anota Txasko.

"Lanzaron bombas de humo y gases lacrimógenos
que llegaron hasta los quirófanos", recuerda Txasko

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“No podían permitir que se extendiera a otros lugares el triunfo de esa huelga basada en el poder de las asambleas de la clase obrera. Y ese día decidieron cortar por lo sano”, resume Andoni.

Recorte de prensa de las declaraciones de Fraga tras los asesinatos

Pese al manto de impunidad que cubrió los hechos durante décadas, la jueza argentina María Servini, instructora de la querella contra el franquismo abierta en Buenos Aires, reclamó en noviembre de 2014 la extradición de Rodolfo Martin Villa, ex ministro de Relaciones Sindicales, por su responsabilidad en esta matanza. El Gobierno del PP, sin embargo, desoyó la petición, en la que también se imputaba a Alfonso Osorio, ministro de Presidencia, y al capitán de la Policía Armada Jesús Quintana, entre otros altos cargos de la dictadura.

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Represión continuada y consecuencias de por vida

Sólo durante un día, Andoni Txasko pudo esquivar la fatalidad. Este titulado en maestría industrial de 20 años acudió a su fábrica el 4 de marzo, donde los trabajadores decidieron en asamblea apoyar la huelga. “Por la tarde, fui con dos compañeros a dar una vuelta por el lugar de la masacre. Llegó la Policía; nos rodeó y yo me eché contra la pared cubriéndome la cabeza, soportando golpes en la espalda y en los brazos”. Temía este obrero que uno de esos palos le cayera sobre su ojo izquierdo en el que apenas tenía visión debido a una lesión de la infancia.

Una paliza de la Policía franquista le reventó el ojo

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“Como no paraban, les dije que me llevaran detenido, que no había hecho nada, pero que no siguieran dándome golpes por la lesión del ojo, que me podían fastidiar”, detalla. Pero los agentes utilizaron esa información para atacarle con mayor crueldad. “Me agarraron de los brazos para que no me pudiera cubrir la cara y todos los golpes ya vinieron de frente, cara y cabeza, y uno de los porrazos fue a parar al ojo sano. Me dejaron en blanco, como adormecido, no veía nada”.

Andoni Txasko

Los vecinos de la zona acudieron a socorrerle. Le trasladaron a una vivienda y le calmaron con agua fría pero la visión no regresaba. “Me metieron en un coche y, como pudieron, me llevaron al puesto de socorro. Allí me dijeron que el pronóstico era muy grave”.

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Cadena de desaires judiciales y políticos

Con todo, familiares y víctimas de la matanza de Vitoria no han cejado en el empeño de recabar justicia. En un primer momento, los juzgados abrieron diligencias tras recibir los informes médicos y se crearon dos sumarios: uno con las cinco víctimas mortales y otro con 68 personas heridas, entre ellas, Andoni Txasko.

Ninguna instancia judicial permitió que se investigara

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Ambos sumarios viajaron de Vitoria a Burgos, A Coruña, Tribunal Supremo y Tribunal de Orden Público. Ninguna instancia judicial los admitió para investigar los hechos. “El Supremo acabó dictando que la competencia recaía sobre la jurisdicción militar, pero ésta no llamó a declarar a nadie. Sólo quedó una declaración de Jesús Quintana donde justifica su actuación diciendo que se vieron obligados a disparar para preservar sus vidas”, esclarece Andoni. Después, el tribunal sobreseyó los casos argumentando que “los hechos son constitutivos de un delito de homicidio (…) pero no hay motivos suficientes para acusar de él a determinada persona”, según el escrito de sobreseimiento. “Esa es la primera gran burla de la justicia española”, lamenta.

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