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Las huellas del maquis: en busca del tesoro perdido de la guerrilla antifranquista

Arqueólogos e investigadores recuperan objetos y armas utilizados por los maquis durante las excavaciones de los campamentos de la legendaria Ciudad de la Selva.

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Sputnik Labrego ha excavado los campamentos guerrilleros de la Ciudad de la Selva. — Álvaro Martínez

madrid, Actualizado:

"Los objetos no mienten". Un revólver oxidado, por ejemplo, evoca el ataque de la Guardia Civil a un refugio de la guerrilla antifranquista. Su aspecto recuerda al clásico Smith & Wesson, aunque en realidad es una imitación fabricada por Orbea Hermanos en Eibar. Esa pistola desvencijada y de menor calidad que la original aporta más información de lo que podría parecer, porque el hecho de que los maquis recurriesen al uso de armamento anticuado "también nos habla del carácter épico de esa guerra desigual", reflexiona Xurxo Ayán en el libro Federación de Guerrillas de León-Galicia (Edicións Positivas).

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El arqueólogo recuerda la emoción del historiador Alejandro Rodríguez cuando se encontró con ese revólver en la Ciudad de la Selva, el campamento guerrillero más importante del noroeste de España, que se extendía por los valles y montes que rondan Casaio, en la comarca ourensana de Valdeorras. Una sensación que no le resultaba ajena, pues en 2016 Xurxo Ayán había participado en la primera excavación arqueológica de un asentamiento de la guerrilla en el Estado español. Concretamente, en una vivienda de Repil (Lugo) donde se libró una batalla en la que cayeron tres resistentes.

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Allí, en el hogar de una viuda que acogía a los guerrilleros, fueron hallados casquillos de bala, aunque el investigador lucense alude a otras "armas" localizadas en el lugar: una cafetera, un paraguas, una botella de cerveza y una olla. Dice "armas" porque concibe aquel espacio doméstico, la cocina de doña Teresa, como "un frente de guerra"; porque la resistencia se resquebrajaría sin ese plato de caldo, sin ese sorbo de café humeante, sin ese tejado de pizarra que hoy ya no existe, ni en la casa derruida de Repil ni en los chozos de la Ciudad de la Selva, donde solo quedan las piedras de los muros y, escondidos como un tesoro, los objetos que el arqueólogo Carlos Tejerizo, al frente del proyecto de investigación Sputnik Labrego, ha encontrado en la espesura del monte cerrado.

Para llegar hasta allí, un paisaje escarpado donde Ourense podría ser Zamora o el Bierzo, contó con la ayuda inicial de Francisco Fernández, quien lo condujo a un campamento en el valle de Morteiras. Gracias a la colaboración de otros vecinos, tras cinco años de trabajo descubrieron otros veinte asentamientos, documentaron cincuenta estructuras —incluida una fresquera para conservar los alimentos— y llevaron a cabo una decena de excavaciones. Los niños pastores que entre 1941 y 1946 transitaban por aquellos bosques y valles fueron, ya ancianos, los sherpas que los guiaron hasta la Ciudad de la Selva, desde donde los guerrilleros pretendían acabar con el régimen franquista.

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"Hasta entonces ese territorio era un concepto, con menciones escuetas que no aportaban una descripción precisa, pero al fin pudimos explorar la gran extensión que ocupaban los campamentos, muy bien organizados, con división de tareas y vigilancia permanente, lo que garantizaba el control de la zona", recuerda Carlos Tejerizo, quien cree que un complejo tan sofisticado "nos permite afirmar que la guerra civil continuó aquí durante los años cuarenta". A las fuentes orales y escritas se sumaba al fin el relato arqueológico de la guerrilla, cuyos materiales "nos hablan de un aspecto ausente en la documentación: la vida cotidiana en un monte donde era difícil sobrevivir", explica el director de Sputnik Labrego.

Armas y casquillos hallados en los campamentos guerrilleros de la Ciudad de la Selva. — Sputnik Labrego

"Los objetos hallados revelan unas relaciones sociales imprescindibles entre los guerrilleros y las comunidades locales, que desmienten la idea transmitida por la propaganda franquista de que eran unos bandoleros y unos lobos sucios", matiza Tejerizo. Sorprende la cantidad de artículos de higiene personal —pasta de dientes, crema de manos, tijeras de manicura, espejos…— y de medicamentos, como jarabe para la tos o penicilina, que llegó a España en 1944. La presencia del antibiótico en plena selva, cuando su distribución era muy precaria, así como de pilas, linternas o máquinas de escribir, subrayan la "modernidad" de la guerrilla en un contexto rural, donde esos útiles escaseaban, recuerda Alejandro Rodríguez.

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También una logística primorosa, apuntalada por los enlaces, que proveían de alimentos a los guerrilleros, ocultos en chozos camuflados en la tupida vegetación y en la frondosa arboleda. Su ubicación en los montes era clave, por lo que se construían cerca de ríos y viejos senderos; incluso, para amortiguar el ruido, bajo una cascada. La base era de piedra y el tejado, de pizarra. Nadie sabía dónde estaban, excepto sus moradores, quienes se orientaban por códigos que solo podían ser descifrados mediante el conocimiento del paisaje. Un asentamiento fijo y estable —otra característica singular de la Ciudad de la Selva— donde vivieron y se ocultaron decenas de maquis.

Con sus prospecciones y hallazgos, Sputnik Labrego ha reescrito la historia de la resistencia emboscada en los montes de Casaio y, por extensión, de la Federación de Guerrillas de León-Galicia. Una "materialidad" que, como subraya Tejerizo en el libro editado por Positivas, ha permitido "confrontar algunas ideas asentadas desde la ideología franquista que trataban de desprestigiar y deshumanizar al enemigo", como la falsa condición de "meros bandoleros del monte cuyo objetivo era crear el terror, no combatir un régimen de terror". También su carácter ofensivo, de frente de combate, como reflejan las propias estructuras y la abundancia de casquillos de bala de armas cortas y fusiles Mauser.

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Chozo de la guerrilla situado en un campamento de la Ciudad de la Selva. — Sputnik Labrego

Sin embargo, más allá de la perspectiva militar, los investigadores han profundizado en la vida cotidiana de los guerrilleros. Así, las latas de conserva y las legumbres fosilizadas nos hablan de su alimentación, mientras que las pipas de fumar y las botellas de anís, brandi o vino —la bebida alcohólica más común— nos remiten a sus momentos de ocio, que "hacían llevadera una vida sometida a la presión continua del peligro y de la muerte", escribe el arqueólogo sobre este "mecanismo de distanciamiento e inhibidor del trauma y del peligro". Y, a partir de la recuperación de una memoria perdida por parte de los vecinos, lo que inicialmente era una investigación científica también se convirtió en un proyecto de arqueología comunitaria.

"Antes, los objetos eran un mero soporte formal para ilustrar el relato de los historiadores, pero el paradigma ha cambiado y ahora nos permiten reconstruir, como si fuésemos forenses, la actividad de la guerrilla y la represión fascista", afirma el historiador Xurxo Ayán, quien destaca que "la materialidad y los escenarios de los combates" ahora pueden contrastarse con las fuentes orales y documentales "para comprobar su veracidad y tratar de alcanzar la verdad". Además de una prueba tangible, el también arqueólogo aplaude que, gracias a este proyecto, un "paisaje ausente" vuelva a formar parte de la memoria y del espacio público, "que había sido tomado por los vencedores de la guerra".

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Botella, crema, pasta de dientes y pila encontradas en la Ciudad de la Selva. — Sputnik Labrego

Paisaje ausente, según Tejerizo, porque los campamentos no solo permanecieron ocultos durante la edad de oro de esta guerrilla, sino también escondidos en el vago recuerdo de las gentes del lugar, que por fin se han visto visibilizadas. "Nuestro trabajo ha tenido un impacto que no esperábamos, tanto por el tamaño de la Ciudad de la Selva como por la escala de las memorias silenciadas que había detrás. De hecho, los vecinos de Casaio que vivieron experiencias traumáticas fueron los primeros que han querido sacarlo adelante", concluye el director de Sputnik Labrego, quien celebra que" la arqueología rellene esos espacios de ausencia".

De su innovadora labor ha levantado acta audiovisual Miguel Riaño, director del documental Ciudad de la Selva, que califica como "científico y aséptico", pese a que su fotografía capta un paraje "indómito y espectacular". El jefe de producción de Metropolis.coop matiza que no ha rodado una película sobre las prospecciones arqueológicas, aunque ha evitado la sucesión de relatos "que subjetivizan los sucesos". Así, la cinta conjuga el testimonio de los vecinos de Casaio con las declaraciones de los investigadores. "Ante las diferentes interpretaciones, hemos realizado un trabajo empírico para abordar con rigor lo que a veces se ha tratado de forma maniquea, emocional, sentimental y poco objetiva", concluye Riaño.

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- El documental
Ciudad de la Selva se proyectará en el Auditorio Marcelino Camacho (Madrid) el viernes 31 de marzo.

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