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Habla Raúl Sánchez Cedillo

Pablo Iglesias en La Base
Pablo Iglesias en La Base.

Rusia es una potencia nuclear. Tanto Putin como los miembros de su Gobierno han insistido en que recurrirán al armamento nuclear en caso de invasión de su territorio. La probabilidad de dicha reacción ha sido corroborada por los estrategas del Pentágono. El ingreso extraordinario de Ucrania en la OTAN se presenta como un hecho consumado.

¿Qué decir al respecto? La única potencia que ha empleado armas nucleares en la guerra ha sido EEUU, en dos ocasiones y de manera completamente gratuita y criminal. Cuando la disuasión nuclear, basada en la doctrina de la destrucción mutua asegurada, deja de ser un principio rector implícito en las relaciones internacionales y en las aventuras bélicas, no hace falta invocar los puntos de inflexión inminentes de la emergencia climática para constatar que, más allá de faroles, bravuconadas y tácticas de inteligencia militar y diplomática, con la guerra en Ucrania la existencia del mundo, parafraseando irónicamente a Ernest Renan en sus reflexiones sobre la nación, "es un plebiscito cotidiano en el que deciden líderes psicópatas cada vez más fascistizados"

Por desgracia, estas y otras consideraciones son casi inexistentes en una esfera pública dominada por la propaganda de los bloques en guerra. Ello se pone de manifiesto en la virulencia de la polarización binaria de los dos bandos, que arrastra y destruye matices, diferencias, dudas, explicaciones alternativas, puntos de vista no binarios. El conflicto, en tanto que guerra híbrida ha colonizado las redes sociales en todo el planeta. A priori, cabía pensar que la multiplicación de fuentes de información y documentación a través de las redes sociales en el siglo XXI contribuiría a desmontar la propaganda de guerra. Sin embargo, sucede lo contrario: imágenes, escritos y audios se presentan engastados en narraciones propagandísticas replicadas a velocidades imposibles de procesar con tu propia cabeza.

El sabotaje de los dos gasoductos Nord Stream 1 y 2, cometido el 26 de septiembre de 2022, es el paso más claro en la dirección de la extensión de la guerra a las infraestructuras civiles de los bloques en guerra. Un signo de irreversibilización y desbordamiento del conflicto más allá de las fronteras ucranianas.

La práctica del desastre ecológico como arma de guerra o del colapso comunicativo, cuando se habla de los backbones submarinos de Internet como objetivo posible de nuevos sabotajes, constituyen un continuo de terror sobre las poblaciones que culmina en la amenaza del arma nuclear. La probabilidad de cuyo uso aumenta cada día que se prolonga esta guerra que no acaba en Ucrania.

Si fijamos y aceptamos la convención de que la I Guerra Mundial es el episodio tectónico primigenio de la guerra moderna, desde entonces toda guerra moderna siembra, promueve y acelera formas de fascismo. Este proceso añade una dimensión de gravedad y urgencia adicionales al rechazo de este conflicto en Ucrania y convierte en imperativa la investigación de las condiciones para una paz emancipadora o una paz constituyente en Europa. Todo esto lo cuenta Raúl Sánchez Cedillo en el libro que está preparando Esta guerra no acaba en Ucrania y que muy pronto llegará a las librerías de la mano de la editorial Katakrak.

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