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entrevista

Gerardo Pisarello: "El antifascismo crece y asistiremos a la irrupción de nuevos frentes amplios, plurales"

El secretario primero de la Mesa del Congreso mantiene que la "revolución democrática" que anunciaron los 'comuns'  "continúa viva y en marcha", pero señala que "la nueva política no ha conseguido construir organización sólida fuera de las instituciones".

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Gerardo Pisarello, secretario primero de la Mesa del Congreso de los Diputados / Bru Aguiló

barcelona, Actualizado:

Se dio a conocer entre la ciudadanía como teniente de alcalde de la ciudad de Barcelona. Gerardo Pisarello, (Tucumán, 1970) trabajó como número dos del equipo de Gobierno de Ada Colau, pero el año pasado dio el paso a la política estatal, fue elegido diputado en las listas de En Comú-Podem y es el secretario primero de la Mesa del Congreso de los Diputados. Asegura sin embargo que él es "municipalista por convicción" y mantiene que "los grandes cambios solo se pueden producir si empiezan en el ámbito local".

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Dice este jurista barcelonés, nacido en Argentina, que ahora tiene "más tiempo para pensar y para escribir". "En Madrid ejerzo de republicano catalán", explica. "Ejerzo como nieto de republicanos andaluces y como algo que no hacía antes, que es ser diputado de ultramar, como los viejos diputados americanos que venían a exigirle a Fernando VII una relación entre iguales, una relación federal, o acabarían volviéndose independientes. Y la historia fue como fue".

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Reconoce que vive la pandemia "con un punto de angustia vital", por sí mismo y por la gente que le rodea, pero "también con sensaciones de incertidumbre, y a la vez con la conciencia de que tendría que ser un punto clave para emprender cambios no solo desde el punto de vista personal sino sobre nuestra manera de estar en el mundo, cambios económicos, políticos, en las relaciones sociales". "Creo que nos marcará generacionalmente. Marcará a nuestros hijos", explica en larga conversación con Públic: "Siento que hemos pasado por una primera etapa excesivamente buenista, sobre lo que era la pandemia, en la que pensamos que solo aplaudiendo desde los balcones conseguiríamos transformaciones importantes y ahora nos estamos dando cuenta de que existen muchas resistencias para que eso ocurra y que los cambios de sistema necesarios exigirán mucha batalla y enfrentarse a poderes que tienen mucho  arraigo".

La covid representa un problema sanitario enorme, pero también comporta problemas económicos descomunales. Las personas que tenemos garantizado cada día el plato en la mesa tenemos tendencia a prestar más atención a las medidas sanitarias, ¿verdad? En estos momentos de cambio, ¿qué le parece que exige más atención?

Las desigualdades crecen de manera exponencial. La mayoría empobrecida del planeta crece y sabe que puede morir como consecuencia de la covid, del hambre, de la brutalidad y la violencia policial. En este contexto de covid se practica la violencia sobre la gente más vulnerable y los sectores que tienen una vivienda más o menos confortable en la que confinarse tienden a menospreciar esa situación. Es un contexto muy preocupante en el que la crisis sanitaria se cobra las principales víctimas entre las clases populares de todo el mundo, y a la vez, la caída y el hundimiento de la economía que se está produciendo también es especialmente dura para estos sectores. La pandemia entiende de clases sociales, de diferencias sociales. La humanidad entera está en peligro, pero esta crisis múltiple, económica, sanitaria, social, ecológica, afecta sobre todo a las poblaciones más vulnerables.

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La fuerza política que usted representa hace cierto tiempo que dejó de hablar de la inminencia de una revolución democrática, de procesos constituyentes, de la casta que había que expulsar de las instituciones. No hay que rescatar esos conceptos?

Creo que muchas de estas cosas se han conseguido. Echar, por ejemplo, a una parte importante de las castas que habían cuajado con el régimen del 78. La nueva política, el 15M, las mareas... consiguieron jubilar a Felipe González, echar a toda una generación corrupta del Partido Popular, producir un auténtico terremoto dentro del Partido Socialista, abrir un horizonte republicano en unos términos en los que no se hablaba desde la misma Transición, dar voz al municipalismo como no la había tenido quizás desde los tiempos del primer antifranquismo... Es decir que se han conseguido muchos cambios y creo que desde este punto de vista la revolución democrática continúa en marcha.

"El soberanismo se está moviendo hacia la izquierda y con mucha mayor conexión con las clases populares del resto del Estado"

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El propio soberanismo, a pesar de la implacable ofensiva judicial y política, no ha sido derrotado. La nueva política ha ayudado también a que el soberanismo se reinvente en clave de izquierdas. Nunca había habido tanta presencia soberanista en las Cortes, por ejemplo. Y este soberanismo se está moviendo hacia la izquierda y con mucha mayor conexión con las clases populares del resto del Estado. Yo cuando oigo hablar a Mertxe Aizpurua, de Bildu; o a la estimada Maria Dantas, diputada por ERC y gran luchadora en defensa de las personas migrantes, me siento plenamente identificado. Es decir que a pesar de todo, la revolución democrática continúa viva y en marcha.

"Se han levantado los peores fantasmas del franquismo, de las tradiciones más autoritarias de las derechas españolas"

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Lo  que pasa es que ha habido un movimiento contrarrevolucionario muy fuerte. Se han levantado los peores fantasmas del franquismo, de las tradiciones más autoritarias de las derechas españolas, pero esto también es una prueba de que la presencia en centenares de ayuntamientos, en sus gobiernos, en ciudades como Cádiz, València, Barcelona, la presencia en el Congreso, en el Senado... les ha hecho daño. Eran cortijos que consideraban como lugares inexpugnables y allí se han introducido agendas de cambio. Yo con solo pensar en lo que sería una situación como la actual si en vez de tener los gobiernos que tenemos, o la presencia institucional derivada de estos movimientos de cambio, tuviéramos los Bolsonaros, los Trump, todos los aliados internacionales de VOX, creo que sería una auténtica tragedia.

¿Qué es lo que hace falta? ¿Qué es lo que no se ha conseguido con la nueva política? No ha conseguido construir organización sólida fuera de las instituciones, no ha conseguido entrar con bastante fuerza en los barrios, en las asociaciones de vecinos, en los centros de trabajo. Eso se ha conseguido solo parcialmente, en el ámbito local y lo están consiguiendo algunas fuerzas soberanistas, pero la batalla no es definitiva. El antifascismo crece y estoy seguro de que asistiremos a la irrupción de nuevos frentes amplios, plurales, internamente diversos, que tendrán muy claro que la tarea antifascista de nuestro tiempo es impulsar grandes transformaciones democráticas en el ámbito político y también en el económico.

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Dice que el soberanismo no ha sido derrotado, pero las movilizaciones vividas durante diez años han desaparecido. Acaban de inhabilitar a otro presidente de la Generalitat y no ha pasado nada

Hay que diferenciar. Existen fracasos y derrotas. Los fracasos son imputables a los propios errores, y aquí se han cometido errores, evidentemente, por parte de la nueva política, por parte del soberanismo. Seguramente, el menosprecio de la fuerza de los adversarios y sobreestimar la propia en un momento dado, no ser capaces de generar alianzas más transversales para sacar hacia adelante los proyectos que se defendían, no conectar suficientemente con muchos sectores de las clases populares que no se han sentido interpelados ... Pero la derrota que se ha producido ha sido como consecuencia de una represión brutal. Las derrotas que ha sufrido el soberanismo, que ha sufrido el movimiento sindical, la que sufre ahora mismo Unidas Podemos y otras muchas fuerzas políticas también es consecuencia de una ofensiva brutal por parte de estos sectores reaccionarios que controlan parte del poder judicial, del policial, del mediático, una parte importante del poder financiero. Pero eso no es culpa de estos movimientos ni implica que estos objetivos se hayan perdido. Yo no me imagino una solución mínimamente estable para la gobernabilidad progresista del Estado si palabras como ‘amnistía’, como ‘indultos’, como ‘derogación de los delitos de sedición’ no se ponen encima de la mesa de manera urgente. No me imagino una gobernabilidad progresista mínimamente creíble sin una mínima redistribución de la riqueza, si la protección de la vivienda pública, de la sanidad pública, de la educación pública no están en el orden del día.

"Existe una agenda republicana de transformaciones que todavía está viva y que se puede activar en cualquier momento"

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La propia articulación federal o confederal de los diferentes pueblos del Estado no se podrá realizar por imposición. Habrá que hacerlo a partir de la libre decisión de los pueblos. Otra cosa son los ‘tempos’ de estas reformas, las alianzas necesarias para que se puedan hacer, pero cuando yo veo en Madrid el discurso de Vox, el del PP o Ciudadanos entiendo que en parte se ha producido esa derrota por represión, en buena medida, pero también cuando veo al Partido Nacionalista Vasco, a Esquerra Republicana, Bildu, Más País, Unidas Podemos, al propio Partido Socialista defendiendo según qué cosas, pienso que existe una agenda republicana de transformaciones que todavía está viva y que se puede activar en cualquier momento.

¿Qué le parece el plan para la recuperación expuesto la semana pasada por el Gobierno español?

Toda esta inversión de dinero que se está haciendo ahora se habría podido hacer en otras crisis, para estimular la reconversión ecológica de la industria, para proteger a la gente trabajadora, blindar los derechos sociales... Por lo tanto mi primera sensación es que en estas últimas décadas hemos vivido una estafa ideológica, porque nos decían que no se podían tomar determinadas medidas económicas por razones técnicas cuando en realidad eran razones puramente ideológicas que tenían como objetivo beneficiar a unos sectores privilegiados muy concretos.

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"Me preocupa que la salida de la crisis se esté financiando casi de manera exclusiva con deuda"

Dicho esto, me preocupa que la salida de la crisis se esté financiando casi de manera exclusiva con deuda, porque en algún momento habrá que discutir sobre quién paga esta deuda y por tanto sí que me preocupan las enormes dificultades que hay, no solo en el caso español sino en el mundo entero, para impulsar políticas redistributivas de tipo fiscal más incisivas. Si la crisis solo se financia con deuda, sin que se produzcan políticas de progresividad fiscal, será una mala señal de cara al futuro.

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Hace cinco años nos habló sobre la necesidad de combatir el riesgo de que con el asalto a las instituciones se produjera una separación con lo que pasa en la calle, con la autoorganización de la ciudadanía. ¿Cómo  ahora este peligro?

Estamos viviendo en una fase muy violenta del capitalismo global, un neoliberalismo que genera expresiones monstruosas de extrema derecha en todas partes, con una violencia inusitada, que no nos esperábamos que pudiera adquirir esas formas, una violencia claramente sexista, clasista, racista, que tiene expresiones grotescas en todo el mundo. Es Trump, Bolsonaro, Vox...

"Necesitamos una autoorganización y una resistencia ciudadana más fuertes que nunca, y la gran paradoja es que, en este momento, la calle parece ser de esta extrema derecha".

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Necesitaríamos una autoorganización y una resistencia ciudadana más fuerte que nunca, y la gran paradoja es que, en este momento, la calle parece ser de esta extrema derecha, que se manifiesta en los barrios ricos de todo el planeta, diciendo que la covid es un gran engaño, que las políticas de confinamiento forman parte de un plan dictatorial del progresismo global, y exigiendo sobre todo que la gente trabajadora salga de casa para poder ser explotada trabajando en supermercados, en fábricas, como temporeros en el campo y en el mundo de la agricultura. Es decir que parece que es la extrema derecha global la que está ocupando las calles y que en cambio los sectores más progresistas de izquierdas y los movimientos sociales se sienten muchas veces inhibidos por la existencia de la pandemia y ante un dilema trágico. Si se movilizan en la calle pueden poner en riesgo la salud de sus vecinos y vecinas pero no se pueden dejar matar, que es lo que estamos viendo por ejemplo en Estados Unidos. Decenas de miles de personas de la comunidad afroamericana, de los movimientos antirracistas, son conscientes que estamos en medio de una pandemia, que sufren con un presidente absolutamente enloquecido cómo es Trump, pero que no están dispuestas a dejarse matar. Yo creo que este es un poco el dilema. ¿Qué pasará en la calle a medida que esta crisis se agudice?

Usted fue víctima de un ataque xenófobo, verbal pero furibundo, en nombre de una organización, Vox. Más allá del alboroto mediático, ¿cómo cree que hay que interpretar este hecho?

Tenemos que entender que la función de estas derechas radicalizadas, a nivel global, tiene un componente económico muy claro, y es evitar, por todos los medios posibles, con actuaciones intimidatorias, que pueda haber una salida de esta crisis con un mínimo de redistribución de la riqueza. Esta es su función. Evitar que se discuta la posibilidad de políticas fiscales redistributivas, la protección de lo que es público, la limitación de las gran fortunas, la posibilidad de detener la actividad de los capitales más especulativos y rentistas...

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"Esta gente no dudará, llegado el momento, en animar la violencia física en la calle si lo considera necesario"

En el caso de Vox, hablamos de una fuerza que representa a los sectores más atrasados de la economía, el mismo 1% privilegiado del franquismo. No me preocupa por mí, que por razones biográficas no me sorprende, pero sí por muchísima gente, a la que sí están mordiendo en el día a día. Son las personas migrantes, las refugiadas, las trans, las familias desahuciadas, en Vallecas, en Badalona o a Triana, eso sí que me preocupa, porque creo que esta gente que está utilizando el poder judicial, que ha puesto mucho dinero para hacer tecnopolítica y para controlar las redes, no dudará, llegado el momento, en animar la violencia física en la calle si lo considera necesario para evitar que se produzcan determinados cambios.

Vox le atacó por una crítica que hizo usted sobre el rey, [por la llamada que hizo el monarca al presidente del CGPJ, para manifestar su disgusto por no haber podido presidir un acto del poder judicial en la capital catalana]. Después de eso, Felipe VI  acabó viajando a Barcelona, en compañía de Pedro Sánchez. ¿Cómo hay que interpretar esa visita?

Primero creo que Vox leyó una cosa con lucidez y es que la crítica a la monarquía no es solo a una figura simbólica, sino a una figura que en la historia de España ha apoyado determinado tipo de relaciones económicas, a una manera de hacer negocios, y a una manera que cierta oligarquía económica encontraba para proteger sus intereses. Cuando Vox ataca a los republicanos que critican a la monarquía también lo hace porque está defendiendo estos privilegios económicos, Mi crítica a Felipe VI o a Juan Carlos I no tiene nada de personal. Históricamente los Borbones han sido una dinastía nefasta para España. Desde el siglo XIX, todos los Borbones, que entraron como "los deseados" acabaron como "los detestados", precisamente porque jugaron un papel muy claro de impulso de un régimen político y económico marcado por la corrupción, por el cobro de comisiones ilegítimas, por el apoyo a sectores especulativos, lo que podríamos llamar el partido inmobiliario financiero... Esta ha sido la historia de Borbones, y por eso de una manera u otra la mayoría de ellos acabaron expulsados del trono por la ciudadanía o directamente exiliados. Fue la historia de Fernando VII, de Isabel II, de Alfonso XIII y estoy bastando convencido que será el final no solo de Juan Carlos I sino también del propio Felipe VI.

¿Por qué cree que acabó viniendo a Barcelona?

Porque hay un intento por parte de algunos sectores del PSOE de separar la suerte de Felipe VI de la de su padre Juan Carlos I. Es la última operación de diferentes sectores monárquicos, pero honestamente creo que es muy difícil que esto pueda salir bien, por muchas razones. Felipe VI no era un adolescente de 13 años que correteaba por los pasillos de palacio sin enterarse de lo que hacía su padre. Es un rey que está mucho más marcado que su padre por sus vínculos con la derecha y la extrema derecha. Esto es así, en términos biográficos muy concretos, y salvo que sea capaz de alejarse de una manera clara de estos sectores y de la manera de hacer negocios que han defendido siempre los Borbones, creo que tiene el tiempo relativamente contado.

Gerardo Pisarello, secretario primero de la Mesa del Congreso de los Diputados / Bru Aguiló

El apoyo del PSOE a la Corona provoca problemas dentro del actual Gobierno de coalición. ¿Se pueden agravar?

Mi impresión desde Madrid es que se está produciendo un movimiento de placas tectónicas en todas partes e incluso dentro del propio Partido Socialista. Para mí, una de las cosas conseguidas por la nueva política fue romper con la manera como el bipartidismo había cuajado con el régimen del 78 y jubilar a personajes como Felipe González, con lo que representaba. Hoy en el PSOE ves que hay una generación nueva que no tiene que ver con la vieja, lo ves con diputados normales, que están sentados allá en las Cortes y ves que el viejo republicanismo del PSOE del siglo XIX o de comienzos del siglo XX, está volviendo a aparecer también entre las generaciones más jóvenes. Ves que hay una generación de abuelos del PSOE que en la Transición aceptaron volverse juancarlistas y que hoy se sienten estafados y que transmiten esa sensación de estafa a sus propios nietos. Por lo tanto, el Partido Socialista se encuentra en una situación en la cual por un lado quiere mantener de alguna manera la monarquía parlamentaria, porque sabe que es muy difícil dar un salto inmediato a un régimen diferente, que exigiría una reconfiguración de fuerzas económicas, un nuevo tipo de empresariado, de fuerzas sociales, etc., pero que a la vez siente claramente la presión de sus bases.

En Madrid hablas con diputados socialistas de Asturias, de Castilla La Mancha, de Andalucía y a los diez minutos de conversación, en muchos casos, no digo en todos, aparecen historias de abuelos asesinados, bisabuelos a las cunetas... y creo que esto se tiene que tener presente.

La Corona es un tema, pero quizás uno de los problemas políticos más serios del Estado es la intervención de la Fiscalía y del poder judicial en la vida política, que es cada vez más evidente, como si fuera un actor político más. Como jurista, ¿qué camino cree que existe para resolver este problema?

La derecha ha entendido que una manera de parar cualquier tipo de proyecto político mínimamente progresista, y que no lo pueda hacer en las urnas, es a través del poder judicial y con una campaña de acoso durísimo en términos mediáticos. La derecha se ha dedicado en muchos países y bajo formas diferentes a controlar el poder judicial para perseguir a adversarios políticos, y controlar los medios de comunicación, para llenarlos de noticias directamente falsas. En el caso español el PP lleva mucho de tiempo haciéndolo y la verdad es que cuando ves la manera escandalosa como se montó, con el caso kitchen, todo el aparato parapolicial, mediático, que tenía como objetivo entre otras cosas controlar piezas clave del poder judicial, pues ves que si no se consigue deshacer a tiempo este asalto conservador, reaccionario, sobre el poder judicial, la propia democracia no podrá prosperar.

"Si no se deshace a tiempo este asalto conservador sobre el poder judicial, la propia democracia no podrá prosperar"

¿Qué es lo que hace falta para hacerlo? Hay cosas que dependen, como todo, de la fuerza que se tenga. En algunos aspectos básicos, es la que se encuentra en la posibilidad de aprobar leyes orgánicas para producir estos cambios. Muchas veces se habla de la Constitución y se dice: "Esto no se puede hacer porque la Constitución no lo permite",  "no se puede limitar la inviolabilidad del rey o no se pueden detenr las políticas de austeridad o democratizar el poder judicial porque la Constitución no lo permite". Esto es una excusa inmovilista, porque la mayor parte de estos cambios se podrían hacer mediante leyes orgánicas que exigen una mayoría absoluta que existe, que es la mayoría de la investidura del nuevo Gobierno de coalición. El gran reto es ser valientes a la hora de usar esta mayoría para deshacer lo que el Partido Popular y la derecha han construido de manera ilegal y fraudulenta usando los aparatos del Estado.

Pero sociológicamente los jueces tienen tendencia, por ejemplo, a aceptar normalmente como pruebas fehacientes lo que digan policías y guardias civiles

Sí, sí, evidentemente, esto no es solo una cosa que haya creado el Partido Popular durante el mandato de Mariano Rajoy. Esto está íntimamente ligado con las dificultades que después de la Transición hubo para desmantelar piezas fundamentales del aparato judicial franquista. El antifranquismo consiguió conquistar espacios institucionales en los ayuntamientos, en los parlamentos autonómicos, en el Congreso, en el Senado, pero se tiene que reconocer que en el caso del poder judicial los adelantos fueron limitados. Se consiguió que entraran juezas y jueces garantistas vinculados a Jueces por la Democracia, pero el núcleo de la resistencia conservadora y reaccionaria, en algunos casos directamente relacionada con el franquismo, sigue en el poder judicial y sobre todo en sus altas instancias. Hoy mismo el juez Marchena, que tiene un currículum que conocemos bastante bien, es una persona de la cual pueden depender la suerte de Pablo Iglesias, los casos de corrupción del Partido Popular, las condenas de dirigentes independentistas, y esto para una democracia digna de este nombre es un peligro enorme.

[En relación a la represión sobre el independentismo] ¿Usted defiende la amnistía o la reforma del código penal?

Son dos cosas que se han de mantener simultáneamente. Seguramente sin una amnistía es imposible resolver la situación injusta, infame jurídicamente, como dice Pérez Royo, de centenares de personas encausadas solo por movilizarse, por querer ejercer el derecho a votar, pero, mientras se pide esto, simultáneamente, se tiene que hacer todo lo posible para que los dirigentes independentistas que están en prisión puedan salir y para que la política pueda salir de los tribunales y de las instrumentalizaciones por parte de fiscales que participan en guerras judiciales sucias, para volver a las calles y volver a las instituciones. Por lo tanto, se pueden hacer todas estas cosas sin renunciar a ninguna de ellas.

A propósito de policías y poder judicial, con cierta frecuencia se oyen voces que reclaman más presencia policial por motivos de seguridad. En Espacio Público, en un debate relativamente reciente, se habló del menosprecio u olvido de dirigentes de la izquierda de un tema que preocupa mucha gente: la seguridad ciudadana. Se dijo que esta puede ser una de las causas de la involución vivida en la América Latina

Yo creo que no solo en la América Latina. Es verdad que desde las izquierdas siempre se ha tenido, y con buenas razones, desconfianza sobre la utilización de los aparatos coactivos del Estado por parte de las élites políticas y económicas de turno, porque normalmente lo han hecho para reprimir el derecho de huelga, la protesta ciudadana que quiere conquistar derechos... Esto explica que las tradiciones de izquierdas hayan sido siempre fuertemente antimilitaristas. Pero es verdad que así como pueden existir países sin ejércitos no hay ninguno que no tenga policías, y por lo tanto la reflexión sobre la democratización de las policías es fundamental.

Recuerdo que cuando me tocó tener responsabilidades ejecutivas en el Ayuntamiento de Barcelona esta era una de mis obsesiones, es decir, como conseguir que la policía municipal entendiera que garantizar la seguridad en el espacio público consistía no solo en evitar los pequeños hurtos cometidos por personas en situación de marginalidad social, sino intervenir también, por ejemplo, cuando los grandes especuladores quieren echar a la gente de los barrios, y reconozco que en estos casos vi que era una batalla que se tenía que dar, porque a pesar de que no era la respuesta automática de unos cuerpos que no habían sido formados para eso, encontrabas gente que entendía estas exigencias ciudadanas y que llegó a colaborar con el propio Gobierno para evitar que estos procesos especulativos se pudieran producir. No digo que sea sencillo, pero la democratización de los cuerpos de seguridad y tomar seriamente la idea de la seguridad ciudadana creo que es un reto muy importante. Para la gente, seguridad significa que no te echen de tu casa, poder tener un ingreso a final de mes para poder comprar la comida de tus hijos, pero también tener la seguridad de que en la calle no serás víctima de abusos, de violaciones si eres mujer, y que no serás objeto de robos, sobre todo si eres una persona de condición humilde. Y creo que aquí si hay un reto importantísimo para las izquierdas para dar respuesta también a esto.

El problema de la justicia es muy evidente también a países como Brasil o Colombia

Yo creo que América Latina es un continente marcado por luchas gloriosas, ejemplares, que han deslumbrado el mundo en muchos momentos, y en estas últimas décadas fue la prueba de que era posible plantear alternativas a las políticas neoliberales, por diferentes vías y bajo diferentes formas, y esto ha sido castigado de una manera brutal por parte de las oligarquías internas pero también por parte de Estados Unidos, que sobre todo a partir de la Administración Trump decidió que esto no podía volver a pasar e impulsa directamente estrategias represivas y golpistas que se parecen mucho a las dictaduras de los años 70 y 80. Lo que está pasando en Brasil, con Bolsonaro, que reivindica el golpe de estado de 1964 contra Joao Goulart, lo que está pasando en Chile donde el mismo Sebastián Piñera reivindica la figura de Pinochet, el que ocurre en Colombia donde se mata a activistas sociales por centenares, campesinos, mujeres activistas..., es una prueba de la ferocidad de estas oligarquías y de la propia Administración norteamericana, pero también de la persistencia y la tenacidad de los movimientos sociales y populares. Con toda la violencia que se está produciendo en América Latina me emociona y me cuestiona mucho cuando veo lo que está haciendo el movimiento feminista en Chile, que ha sido la vanguardia en la denuncia de la brutalidad cometida contra las mujeres; lo que ha hecho el movimiento popular en Brasil, que a pesar de toda la agresión ha conseguido que Lula salga de prisión; lo que ha hecho el movimiento popular en Colombia, que consiguió que Gustavo Petro obtuviera más de ocho millones de votos, que no pudo avanzar más como consecuencia del fraude... Creo que América Latina es un laboratorio de una represión brutal hoy, pero sigue siendo un continente de esperanza en el cual la resistencia de la gente es realmente encomiable.

Personalidades como Dilma Roussef, Pepe Mujica o Rafael Correa han remarcado la oportunidad que representa el plebiscito convocado por el próximo día 25 en Chile ¿Cree que puede tener impacto en otros países de América Latina?

Es un plebiscito que ya nos habría gustado poder tenerlo nosotros. En Chile lo que se está discutiendo es la posibilidad de romper con la Constitución pinochetista de 1980 y de poner en marcha un nuevo proceso constituyente, que era lo que nosotros veníamos defendiendo en el caso de España, la posibilidad de que se abrieran procesos constituyentes que dieran lugar a nuevas reglas del juego y ahora, de momento, lo que estamos defendiendo es que las derechas radicalizadas muestren capacidad de cumplir con la Constitución que dicen defender. Nosotros hemos hecho aquí un retroceso y en Chile, en cambio, los movimientos sociales y populares han conseguido que haya un plebiscito para poder acabar con la Constitución pinochetista. 

Obviamente esto no será fácil. El otro día vimos imágenes escalofriantes de un joven de 16 años a quien la policía lanzaba desde un puente, como manera de intimidar para que estos cambios no se puedan producir, pero yo creo que esto es imparable y que el ejemplo de Chile acabará teniendo influencia en Bolivia, donde a pesar de la dictadura de Jeanine Añez hay muchas posibilidades de restaurar la democracia, donde mi amiga Manuela D'Ávila puede ser la próxima alcaldesa de Porto Alegre [Brasil] por una coalición ciudadana muy amplia de izquierdas, que tendría una valor simbólico enorme, porque Porto Alegre fue la ciudad donde empezaron los foros sociales, el ciclo de las críticas de las políticas neoliberales... Es decir que yo, en relación a América Latina y al mundo en general, respeto mucho esta idea del ex-vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera, cuando dice que las revoluciones, las grandes reformas sociales, nunca se producen en un solo día. Son un producto de oleadas, en las cuales hay adelantos y retrocesos y de lo que se trata siempre es de luchar, vencer, caer, volver a levantarse, volver a luchar y esto no tiene fin. Y me parece que es importante, porque significa tomar conciencia de que no hay victorias definitivas, nunca, pero tampoco hay derrotas definitivas, y que por lo tanto la lucha para conseguir más ámbitos de igualdad y libertad es continua.

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