Feijóo, en su investidura para la Xunta en 2009: "No hay milagros, una investidura debe servir para algo"
Los discursos de Feijóo de sus cuatro investiduras en Galicia contradicen la línea argumental con la que el líder popular ha tratado de legitimar y apoyar su infructuoso asalto a la presidencia del Gobierno.
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a coruña, Actualizado:
Lo crean o no, existió un tiempo no muy remoto en el que Alberto Núñez Feijóo era un político descreído. Entonces se presentaba como un hombre moderado y sensato, capaz de alcanzar Madrid de un salto y sacar al PP de su laberinto. Aquel Feijóo no creía en los milagros, convicción que admitía solemnemente ante sus rivales para añadir acto seguido que, por eso mismo, las sesiones de investidura debían "servir para algo". Lo afirmaba tal que así, literalmente. Créanlo o no, pero ese hombre existió. Tan cierto como que el líder del PP, salvo mayúscula sorpresa, protagonizará este martes en el Congreso de las Diputadas la primera investidura fake de la historia de la democracia española.
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Sucedió hace 14 años en el Parlamento de Galicia, cuando el hoy candidato a la presidencia del Gobierno desgranaba su discurso de réplica en el debate tras el que fue designado por primera vez presidente de la Xunta. Lo recoge así el Diario de Sesiones del 14 de abril de 2009: "Deseo que en estos momentos de desasosiego para tantos gallegos la sesión de investidura sirva para algo", dijo. Y siguió: "Sé que no hay milagros, los únicos que existen, esos milagros, se deben al esfuerzo de los pueblos y al éxito de sus gobiernos, sin dogmas, sin pretender restaurar un tiempo pasado, siempre imperfecto, ni derribar sin más lo que hicieron los que nos precedieron".
Lejos de aquella sólida muestra de templada racionalidad parlamentaria, el Feijóo de 2023 se presenta ahora sin haber explicado para qué sirve la sesión de investidura que ha promovido, ya que, sencillamente, no cuenta con los votos necesarios para superarla. Además lo hace enarbolando una única pretensión, convertida en dogma desde hace meses: la de derribar el sanchismo, es decir, precisamente, el legado de quienes le precedieron. Claro que esa promesa sólo podrá cumplirla si media milagro en forma de tamayazo. Y hay que ser muy pero que muy creyente en el transfuguismo como para legitimar semejante indecencia.
En su discurso de 2009 Feijóo dejó numerosas perlas oratorias, resguardadas del olvido por la hemeroteca on line del Parlamento de Galicia y que ahora recobran vida: subrayaba que "las ideologías no pueden constituirse en murallas insalvables para el entendimiento"; que no se puede hacer "gobierno por la mañana y oposición por la tarde" (sic), y que "el PP es un partido galeguista" empeñado en defender "la defensa y pervivencia" del gallego, lengua propia y "señal de identidad [de los gallegos] como pueblo".
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"El gallego se defiende hablándolo"
"El idioma se defiende hablándolo", llegó a proclamar Feijóo aquel día. Pocos meses después cercenó su uso en la enseñanza pública en la comunidad que presidía, y pasados 14 años se ha negado a que el gallego, el catalán y el euskera se puedan defender hablándolos desde la tribuna de oradores del Congreso, sede de la soberanía nacional, donde él se plantará este martes pidiendo a la Cámara en infructuoso castellano que le otorgue su apoyo para gobernar.
En sus discursos de sus otras tres investiduras en la Xunta (2012, 2016 y 2020) Feijóo también dejó más sentencias firmes y numerosas y contundentes declaraciones de intenciones. El paso del tiempo las habría convertido en papel mojado si no fuera por los recientes pactos de su partido con la ultraderecha que niega el Estado autonómico; porque contradicen el argumentario de su controvertida campaña electoral (Txapote, el Falcon y las falsedades sobre la situación económica), y porque hacen dudar de la veracidad de sus propósitos.
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En 2012, cuando no necesitaba los votos de Vox, el entonces aspirante a revalidar su cargo de presidente autonómico insistía en que Galicia es un "país" que merecía más y mejor "autogobierno", y que él tenía afán de diálogo, conciliación y un "compromiso con la verdad". Incluso declaraba ante sus señorías gallegas que "aceptar la Constitución es sin duda lo fundamental para poder ser diputado". Su grupo y él mismo llevan más de cuatro años sin aceptarla ni respetarla, bloqueando la renovación del poder judicial en los términos y plazos que contempla la propia Constitución.
En noviembre de 2016, menos de un año antes del referéndum declarado ilegal en Catalunya, Feijóo también sostenía ante el Parlamento gallego que la ciudadanía que recién había votado en las autonómicas de ese año no quería "líos y sí estabilidad, sí Gobierno pronto y no más demoras, sí unidad, en Galicia y con el resto de España, en lugar de más división". Eran esos tiempos en los que al hoy presidente del PP no se le ocurría convocar manifestaciones ultras en la previa de su propia investidura, entre otras cosas porque, según afirmó entonces en su intervención, lo que los ciudadanos votantes desean es "moderación" y no "agitación".
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Violencia machista
Ese mismo día, el 8 de noviembre de 2016, Feijóo se mostró contrariado e incluso agraviado por un supuesto error terminológico en la definición de la violencia contra las mujeres, del que culpó a la portavoz nacionalista Ana Pontón: "Usted la llama violencia de género, yo la llamo por su nombre: violencia machista. Sí señoría, violencia machista", le espetó.
Con el pasar de los años, aquella aparente solidez argumental filofeminista de la que Feijóo se jactaba se fue desinflando. De hecho, llegó a soltarle un día a Pontón en el Parlamento gallego que le apenaba que fuera una mujer "necesitada".
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Hoy, varias comunidades autónomas españolas tienen gobiernos del PP entre otras cosas gracias a que el PP ha aceptado que los términos "violencia machista", "violencia de género" y "violencia contra las mujeres" no aparezcan en el texto de sus pactos con Vox. Incluso él mismo ha amparado en público los insultos, el acoso y el maltrato psicológico ejercido por uno de sus socios de ultraderecha alegando que fue el líder de Vox en Valencia, condenado por los tribunales, y no su pareja, la víctima, quien tuvo "un divorcio difícil".
La última investidura de Feijóo en Galicia fue hace poco más de tres años, el 1 de septiembre de 2020, tras unas autonómicas aplazadas cuatro meses a cusa de la pandemia de covid, el confinamiento y la emergencia sanitaria. Las ganó por cuarta vez consecutiva con mayoría absoluta, y arrancó el inicio de su discurso ante el pleno del Parlmento gallego alegando que "lo que se decide en cualquier comicio -elección, en gallego- no es la situación en la que queda cada formación, sino lo que el pueblo dicta para su propio futuro".
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Lejos de la mayoría absoluta
El pasado 23 de julio el cuerpo electoral dictó que el PP tenga 136 de los 350 escaños del Congreso, muy lejos de la mayoría absoluta -176 votos- que requiere la Constitución para convertir a Feijóo en presidente. Un cargo que no logrará ni siquiera con el apoyo de Vox -33 actas-, Unión del Pueblo Navarro -dos- y Coalición Canaria -uno-.
Así las cosas, resulta difícil explicar de qué les sirve a los ciudadanos que Feijóo se presente a una investidura que sólo un milagro puede hacerle ganar, y que más bien parece destinada a asentar una idea que ya improvisó en la primera de sus investiduras en Galicia. Entonces sí se presentaba con holgada mayoría y le dedicó la siguiente frase a la oposición, que ahora bien podría dirigir a los diputados de su propio partido: "Señorías, resumiendo: que parece por un momento que el Partido Popular haya perdido las elecciones y que el señor Feijóo sea el culpable de todos los males".