madrid
Hace apenas un año el Gobierno de coalición, como fórmula política para la toma de decisiones y la producción legislativa, era para parte de la opinión pública sinónimo de inestabilidad, desgobierno y desorden. Pero el primer año del Ejecutivo formado por el PSOE y por Unidas Podemos deja un horizonte de estabilidad que descansa en la aprobación de los primeros Presupuestos Generales del Estado desde el 2018, y el monstruo "Frankestein", que es el apodo que parte de la oposición puso al Ejecutivo como crítica a la fórmula de la coalición, parece estar muy vivo.
No solo el Ejecutivo central, 12 de los 17 gobiernos autonómicos también han optado por la coalición de gobierno en un escenario político fragmentado y alejado de las grandes mayorías absolutas que imperaban hace no muchos años. Sin embargo, las últimas semanas han dejado episodios de descoordinación, mensajes contradictorios y enfrentamientos en el seno del Gobierno de coalición en temas de gran trascendencia que han resucitado en buena medida la mácula de inestabilidad con la que se pretendió que naciera la legislatura y, de nuevo, algunas voces han empezado a cuestionar si así se puede gobernar y durante cuánto tiempo.
Los dos partidos, más en privado que en público, se culpan mutuamente de esta situación. Para el PSOE, el partido de Pablo Iglesias está ya pasando la raya de la deslealtad, el juego sucio y de sólo estar buscando su rédito político. Para Unidas Podemos, todas las discrepancias se deben a los constantes incumplimientos del PSOE del acuerdo de Gobierno de coalición y de que algunos ministerios sigan los intereses de determinados poderes económicos.
Según Ignacio Jurado, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, no hay que alarmarse tanto: "Esto es bastante normal, e igual que hay que normalizar la existencia de los gobiernos de coalición, tenemos que empezar a normalizar la discrepancia en estos gobiernos. Son dos partidos, cada uno con programas diferenciados, que aunque llegan a un acuerdo de gobierno para poner sobre la mesa un programa común, es inevitable que existan diferencias que no han sido previstas o no han sido muy detalladas en el programa de gobierno", afirma.
Para Jurado, esta situación no quiere apuntar a una ruptura inmediata del Gobierno, aunque sí apunta que los gobiernos de coalición no suelen durar la legislatura completa. "Cuando tiene mayoría parlamentaria suele durar bastante, pero su duración media es algo menor que la de un gobierno en solitario porque llega un momento, sobre todo cuando se acercan las elecciones, en que uno de los dos termina rompiendo el acuerdo o termina habiendo unas discrepancias que cada vez van siendo más difíciles de gestionar y se terminan convocando elecciones", explica.
En cuanto a que las discrepancias lleguen a la opinión pública, para el experto es algo normal que ocurre en otros países, y tiene sus riesgos: "Hay una parte positiva de transparencia, en la que los ciudadanos están enterados de los asuntos que se tratan en el seno del Gobierno, y otra parte que es que sabemos que los ciudadanos muchas veces valoran más la unidad de lo que reconocen. Los ciudadanos tienden a decir que les gusta mucho la democracia interna de los partidos, pero cuando hay disenso en un partido, estas formaciones pagan el disenso y los ciudadanos valoran más los partidos unidos. Pero en un momento de crisis a los ciudadanos les gusta ver a sus partidos unidos", afirma.
El dilema entre unidad y transparencia
Jurado no duda que los partidos pueden jugar a fomentar estas discrepancias y, en la mayoría de los casos, lo hacen porque están interesados en marcar perfil propio de cara a la opinión pública. "De cara a los ciclos electorales los partidos quieren que los ciudadanos reconozcan su sensibilidad y su perfil más allá de las políticas que se hayan hecho. Incluso en batallas que sabes que vas a perder en el seno del Gobierno, lo que se hace es llevar tu opinión a la opinión pública para marcar perfil. También es una manera estratégica de ganar una batalla dentro del Gobierno, de meter cierta presión a la otra parte para que se decante". Y, para este doctor en Ciencias Políticas, en esto está el juego.
Por su parte, Berta Barbet, politóloga y editora de Politikon, cree que "las discrepancias son comunes y normales cuando se juntan dos socios que concurren en las elecciones por separado y es normal que las distintas formaciones tengan preferencias distintas en cuanto a las políticas, y es complicado que estas no se visualicen", afirma.
Barbet también admite que, por ello, hay cierto incentivo de las formaciones a marcar perfil propio, "para que los electores entiendan que aquello que les diferenciaba sigue existiendo", aunque considera "un poco menos normal, aunque también común", que estas diferencias se muestren en forma de conflictos abiertos, "que dan a entender un total desencuentro entre los socios".
No obstante, la experta cree que "si el Gobierno sigue pudiendo sacar propuestas compartidas, no estamos ante un escenario de un conflicto abierto". Para Barbet, la principal ventaja es que los partidos pueden intentar mantener perfil propio de cara a las elecciones, "pero la principal desventaja es que se pierde foco en todo lo que está consiguiendo el Gobierno, y por lo tanto no se venden bien las medidas que se toman. Y eso también puede llegar a dar sensación de disfuncionalidad", concluye.
Para el político y profesor de Ciencias Políticas Luis Arroyo, "hay que acostumbrarse a la discrepancia" en este Gobierno de coalición, aunque advierte que también esto conlleva sus riesgos.
Arroyo: "La relación entre el PSOE y Unidas Podemos es compleja porque comparten el mismo electorado"
Arroyo cree que lo ocurrido estas últimas semanas obedece a que el pacto firmado hace un año entre los dos partidos que conforman el Gobierno, que considera que fue "modélico", "muy completo" y "ambicioso", ha quedado obsoleto por la pandemia y "está completamente caducado", por lo que hasta plantea la posibilidad de revisarlo y reformularlo.
Pero, además, recuerda que ha pasado ya un año de Gobierno y empieza a haber desgaste interno, incluso, en las relaciones personales. Para Arroyo, a este factor hay que unir que la relación entre el PSOE y Unidas Podemos "es de naturaleza muy compleja, porque comparten el mismo electorado y porque, hay que recordar, que los inicios de Unidas Podemos fueron ir contra el PSOE", apunta.
Según este politólogo, de seguir esta tónica de grandes discrepancias en temas muy importantes, puede peligrar la coalición, "y aunque no sea a corto plazo, sí a medio plazo puede correr peligro de ruptura". Y añade: "Una coalición de este tipo es muy frágil, mucho más de lo que puede parecer".
Para Arroyo, gran parte de lo que está ocurriendo es que el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, no va a renunciar a su espacio y va a buscar el protagonismo que cree que le corresponde; pero considera que Sánchez aguanta esta situación para seguir en el Gobierno y porque cree que tiene una posición dominante.
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