Los españoles que huyeron de la guerra y acabaron en otra pesadilla
La traición a la República
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MADRID.- Europa está viviendo en los últimos meses una de las mayores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial. Debido a la complicada situación en Oriente Próximo, y muy especialmente a la guerra en Siria, se ha producido un éxodo masivo de personas hacia el viejo continente, atraídos por la prosperidad y por unos valores humanos que los líderes políticos europeos no pierden oportunidad para ensalzar.
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Los exiliados españoles fueron tratados de un modo inhumano, y en muchos casos explotados por unas autoridades francesas que traicionaron a la República
Los exiliados españoles fueron tratados de un modo inhumano, y en muchos casos explotados por unas autoridades francesas que traicionaron a la República. La acogida de los republicanos no fue en absoluto mejor que la que se está dando estos días a los refugiados sirios. En Europa, 76 años después, se repite la Historia.
La traición a la República
El sufrimiento de los españoles comienza mucho antes del agónico final de la República. Cuando estalla la guerra en España, Francia estaba gobernada por León Blum, un hombre de izquierdas que había ganado las elecciones ese mismo año presentándose con una unión de partidos cuyo nombre comparte con la de los republicanos españoles: Frente Popular. Blum se plantea ayudar a la República, pero desiste por temor a Hitler y a quedarse sin su único aliado en caso de ataque alemán, una Gran Bretaña que recela más de los ‘rojos’ que de los fascistas sublevados.
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Francia, en sus esfuerzos por agradar a Hitler, inició una campaña de propaganda contra los republicanos españoles retratándolos como peligrosos malhechores
Francia, en un primer momento, decide no socorrer a la República para evitar males mayores, pero pronto se convertirá en parte de la contienda española por su connivencia con los fascistas. En 1938 las peleas internas del Frente Popular dan paso al Gobierno de Édouard Daladier, de sesgo mucho más conservador, quien lleva la práctica del “apaciguamiento” con los nazis prácticamente a la sumisión hacia Alemania y a su gran y reciente aliado: Franco.
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Cuando el gobierno republicano quiso emplear sus reservas de oro en Francia para ayudar a los refugiados, las autoridades franceses lo impidieron y se lo entregaron a Franco
“Una multitud de gente hambrienta, desarrapada, desesperada, comenzó a caminar hacia la frontera. Mujeres, niños, viejos… Gente del pueblo. Era terrible, un pueblo hundido, sin horizonte. En aquel momento se me vino todo abajo. Todo lo que yo pensaba que podía haber sido mi vida se desvanecía para siempre. Yo iba sola, sin Arnaldo [su marido, del que tuvo que separarse porque fue reclamado para el frente]”. Así narra Alejandra Soler, de 102 años, su paso por La Jonquera. Su testimonio, y muchos otros, han sido recogidos por el proyecto Vencidxs, realizado por el periodista Aitor Fernández.
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La vida en los campos según los supervivientes
Los campos de concentración donde eran recluidos los refugiados ni siquiera eran tales, ya que no disponían de barracones o algún techo bajo el que refugiarse. “Cuando cruzamos la frontera, donde nos había caído una nevada de sesenta centímetros, nos metieron en un campo donde las vacas iban a comer y a cagar”, relataba Manuel Fernández, que murió en 2011 a los 91 años de edad, en el documental La nueve, los olvidados de la victoria.
Los centros de internamiento franceses no estaban preparados para acoger a los refugiados españoles:
“Nos metieron en un campo donde las vacas iban a comer y a cagar”
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Si en algún caso hubo instalaciones en los campos, fueron construidas por los propios republicanos españoles con los pocos medios que les facilitaron las autoridades francesas. Enric Casañas, ahora con 96 años de edad, pasó como Manuel y tantos otros por el campo de Argelès-Sur-Mer. “Allí estábamos a la intemperie. No había nada para protegernos, y si llovía o nevaba tenías que aguantarte”.
Enric Casañas vivió uno de los muchos ejemplos de lo que se veían obligados a hacer los españoles para subsistir. Logró esconder de los controles la pistola que había empleado en la guerra, pero tuvo que malvenderla a un soldado francés a través de la alambrada. “Con la miseria que me dio compré pan y longaniza”.
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“Algunos tenían mujer e hijos en España, y nunca recibieron noticias de ellos. Se volvieron locos, claro que se volvieron locos”
El trato que recibían en los centros no distaba mucho del que se hubiese dado a animales: “Antes de entrar, nos bañaron con un agua con azufre que ya no era amarilla, sino negra porque antes habían bañado a mucha gente. Los niños franceses, al vernos, gritaban: ‘¡Les rouges, les rouges!’”, recuerda Virgilio Peña, nacido hace 101 años.
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El destino de los refugiados
Privados de libertad y de dignidad, los antiguos combatientes republicanos vieron una salida en la Legión Extranjera. Querían combatir contra Hitler, convencidos de que una vez derrotado el fascismo en Europa los aliados también lo harían caer en España. Diez mil hombres pasaron así a engrosar las filas de la Legión, junto con belgas, polacos o judíos que habían tenido que huir de los nazis.
El Gobierno colaboracionista francés ni siquiera permitía hacer llegar a los españoles la comida recogida para ellos por la sociedad francesa
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A pesar de formar parte del ejército francés, eran tratados más como prisioneros que como soldados. Se llegaron a dar órdenes de, literalmente, “matar como un perro” al que intentase desertar. Algunos republicanos protagonizaron heroicas acciones de guerra, como los integrantes de ‘La Nueve’, la división que liberó París formada por 146 españoles de 160 miembros, de los que sólo 16 sobrevivieron.