madrid
Actualizado:Cada voto cuenta. El escenario del 28-A se puede definir por la hiperfragmentación del voto. Con cinco formaciones políticas a nivel estatal capaces de obtener representación en casi todas las provincias, y teniendo en cuenta aquellos lugares en los que existen partidos territoriales que también llegarán al Parlamento, la pugna electoral se dará escaño a escaño.
En aquellas grandes provincias que aportan un buen número de diputados, la representación de los partidos mayoritarios está prácticamente garantizada. Pero también están aquellos territorios pequeños, provincias en las que se juegan entre dos y cinco escaños. Es aquí donde se libra una de las batallas más reñidas e importantes de estas elecciones, pues no todos los partidos lograrán conseguir diputados.
La politóloga de la Universidad Complutense de Madrid y analista política Marina Pla destaca en este sentido que en España 19 provincias “poco pobladas (de 2 a 4 escaños) atesoran 66 escaños, lo que supone una sobrerrepresentación en términos de ratio votos/escaño de estos territorios. Si sumamos las otras 7 que atesoran 5 escaños cada una, alcanzamos ya los 101 escaños (de 350) de las circunscripciones pequeñas”, es decir, un tercio de los representantes que componen el Congreso.
En Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Segovia, Teruel, Zamora y Ávila se juegan 3 escaños. Salamanca, Ourense, Lugo, Lleida, León, La Rioja, Cáceres, Burgos, Araba y Albacete aportan 4 diputados cada una. Se disputan 5 escaños en Valladolid, Navarra, Jaén, Huelva, Ciudad Real, Castellón y Cantabria.
“En estas elecciones es fundamental la gran fragmentación del voto, que va a hacer que en muchas circunscripciones pequeñas hasta dos o tres de lo que podríamos denominar “grandes partidos” se queden sin representación, a pesar de sumar un número significativo de votos. Además, la poca fidelidad de voto y la distinta implantación de los partidos según la circunscripción harán que en unas provincias el tercer escaño vaya a parar a un partido y en otras, a otro”, explica la politóloga.
En este contexto, añade Pla, “no es tan importante qué partido se hace, por ejemplo, con el primer, segundo o tercer puesto en número de votos totales, sino la capacidad de un determinado partido para disputar el voto en las circunscripciones pequeñas”. La irrupción de Podemos y Ciudadanos en las elecciones de 2015 y 2016 ya avanzó la importancia de garantizarse representación en las pequeñas provincias.
Los de Pablo Iglesias y los de Albert Rivera compitieron por los últimos escaños en la mayoría de los territorios, y fue Podemos el que se llevó el mayor número de diputados. En estos comicios, esa pugna ha cambiado, y puede ser mucho más disputada por la correlación de fuerzas que pronostican las encuestas y por la irrupción de Vox en el escenario electoral.
Si el PSOE y el PP finalmente se reparten los dos o tres primeros escaños de estas provincias, como apuntan los estudios demoscópicos, los últimos pueden ir a parar hasta a tres formaciones diferentes, condicionando sobremanera el resultado definitivo de los comicios, ya que no hacerse con representación en estos territorios puede suponer un batacazo para los partidos.
Los partidos movilizan a sus apoderados
En este contexto, las formaciones ya han empezado a movilizar sus recursos por liderar la pugna de las pequeñas provincias. Además de la batalla que se da antes de los comicios , la más importante (mítines, actos de campaña, inclusión en los programas de medidas para favorecer el desarrollo de las zonas rurales…), las formaciones no se olvidan de que durante la jornada electoral no pueden dejar de vigilar esta pugna. Esto cobra sentido a través de apoderados e interventores.
Estas personas, designadas por los representantes de cada candidatura, serán las encargadas de vigilar el buen funcionamiento de la jornada electoral desde sus formaciones. Tienen acceso a los colegios electorales y a las mesas donde presidentes y vocales llevan a cabo el desarrollo de los comicios. Entre sus facultades están las de examinar el desarrollo de las operaciones de voto y escrutinio, formular reclamaciones y protestas, pedir certificados previstos en la legislación electoral (como el acta de constitución de una mesa) o participar en las deliberaciones de los miembros de la mesa, con voz, pero sin voto.
Los partidos ya se han volcado en la designación de interventores y apoderados, que se constituyen de forma voluntaria y que, al igual que los miembros de las mesas electorales, tienen derecho a un permiso retribuido durante la jornada de votación. Cada partido manejas sus cifras internas en este sentido, y las formaciones del denominado bipartidismo (PSOE y PP) cuentan con un gran número de voluntarios entre sus filas, dada su implantación territorial histórica.
Los socialistas aseguran disponer de apoderados en más del 90% de las mesas electorales, aunque también admiten tener ciertas dificultades para encontrarlos es en las zonas del interior de Catalunya y de Euskadi, mesas que suelen tener pocos electores. El PSOE tiene además la tradición, que fue ideada por Alfonso Guerra, de elegir un número de mesas representativas por toda España y pedirles a sus apoderados que faciliten con urgencia el recuento de las cien primeras papeletas.
Esos datos se centralizan en la sede federal de la calle Ferraz y la dirección del partido suele saber antes de las nueve de la noche cómo va a ser el resultado final. En la etapa de Guerra, estaba extendida la certeza de que con eso datos el entonces secretario de Organización del PSOE acertaba los resultados finales con bastante precisión, aunque la volatilidad y la hiperfragmentación del voto en el escenario actual reduce bastante la precisión de esta operación.
En el PP aseguran contar con 80.000 apoderados, y están presentes en la mayoría de las mesas electorales. Los partidos con menos historia alejan, de momento, sus cifras de las del bipartidismo. En Cs cuentan, según sus propios cálculos, con 17.000 apoderados, mientras que en Podemos aseguran tener garantizada la representación de apoderados e interventores en la mayoría de las mesas electorales, aunque admiten que en estos comicios ha sido más complejo que en otros, debido a que las elecciones no estaban planificadas y a que después de las generales también se celebran comicios municipales, autonómicos y europeos.
En definitiva, resume Pla, “la guerra por el tercer escaño de las circunscripciones pequeñas va a ser muy enconada, aunque algunos partidos ya han asumido que su lucha es la de conservar posiciones en aquellas circunscripciones grandes donde se hicieron fuertes en 2016”.
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