Eduardo Bayón (politólogo): "En España el voto de la clase trabajadora sigue siendo a partidos de izquierdas y progresistas"
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madrid,
Polarización. Izquierda. Derecha. Son algunos de los conceptos políticos que vertebran el nuevo libro de Eduardo Bayón (Gijón, 1986). El consultor en Comunicación, analista político y colaborador de varios medios de comunicación ha publicado recientemente Lucha de Tribus: mitos y verdades de la batalla política y la radicalización identitaria entre la izquierda y la derecha (La Esfera de los Libros, 2024). En él realiza un recorrido que va desde la Transición hasta nuestros días y por el camino analiza algunos fenómenos de interés para entender las claves discursivas y de actuación política. En esta entrevista con Público desarrolla parte de las ideas de la publicación.
¿Por qué ha decidido hacer este libro? ¿Cómo surge?
Es un ensayo que es un mapa que sirve para guiar la batalla política y cultural en la que estamos inmersos. Tiene tres bloques. El primero es una radiografía del escenario político en España con características institucionales muy particulares. Hay un capítulo dedicado al consenso como mito fundacional de la Transición, es algo que moldea la contienda política. Como también lo hace el propio sistema electoral.
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La segunda parte habla de la batalla cultural propiamente dicha, de esa disputa y resignificación de conceptos en la que estamos inmersos y vemos día a día. Cómo la derecha ha conseguido resignificar el concepto de libertad o cómo la izquierda no ha conseguido reubicar la noción de seguridad vinculada al Estado del bienestar, las cuestiones materiales y las certezas. Hay un tercer bloque que está enfocado en la mediatización de la política actual y la otra cara de la misma moneda que son los hiperliderazgos y cómo se han fomentado y aumentado en los últimos tiempos.
Una de las teorías que señala es que pese a los intentos de cambiar los ejes y los marcos, el eje izquierda-derecha todavía permanece.
"El eje izquierda-derecha sigue operando"
Sí, el eje izquierda y derecha que heredamos prácticamente desde la Revolución francesa es el que realmente sigue operando en la política. Es cierto que ha habido determinados momentos llamados "populistas" tras la crisis de 2008 donde hubo una ventana donde se introdujo el eje abajo-arriba que servía en ese momento para articular los discursos políticos. Hablamos del 15M o del Podemos originario. Pero ahora vemos cómo incluso Podemos se ha visto, se podría decir casi obligado, cómo ha operado en el eje tradicional de izquierda-derecha. Otros partidos hacen lo mismo. Pienso en Vox, que a veces hace algún tipo de guiño a un eje diferente, pero claramente es un partido de ultraderecha. Y en esta línea sostengo que el eje izquierda-derecha sigue operando y que hay una traslación a la contienda partidista que se ha configurado en bloques bastante inamovibles más allá de que por las características del Estado español tengamos un tercer bloque de partidos nacionalistas, independentistas o regionalistas.
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Hay un capítulo sobre el consenso como mito fundacional del sistema político del 78. ¿Cree que está ahora en entredicho o queda todavía mucho para ello? Pienso en las informaciones que están saliendo sobre Juan Carlos I, por ejemplo.
Habría dos cosas diferenciadas aunque forman parte de lo mismo, que es el relato de la configuración y el origen del actual sistema político. Respecto al consenso, lo que sostengo en el libro, algo que también lo sostienen algunos actores políticos cuando se empieza a erosionar el relato de la Transición, es que el consenso en España se ha usado como parapeto para frenar cualquier tipo de reforma institucional. Cuestiones como el Senado llevo escuchándolas 20 años y ahí sigue sin posibilidad real de reforma. Luego también se usa habitualmente como arma arrojadiza. Pongo algunos ejemplos en el libro como cuando el PP acusa a Sánchez de romper consensos. Tenemos a su vez asuntos que requieren acuerdos con muchas fuerzas políticas.
"El consenso en España se ha usado como parapeto para frenar cualquier tipo de reforma institucional"
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Por otro lado está la parte de la cultura de la Transición. Sigue operando evidentemente y a día de hoy ya no son solo lazos históricos sino que en muchos productos culturales pop lo vemos. Es un relato oficial en el que el protagonismo de los personajes se exagera muchísimo y se les da unas atribuciones de liderazgos y motor en aquel periodo que omite mucho los aspectos sociales o conflictos. Es una cosa que sigue operando. Respecto al mito fundacional es algo habitual en todos los sistemas políticos. Lo que pasa es que el nuestro tiene sus características particulares por el proceso de la Transición y cómo finalizó la dictadura. Es muy distinto al mito fundacional, por ejemplo, de Portugal con la Revolución de los Claveles.
En el libro de habla de la moción de censura de 2018 contra Mariano Rajoy. Y de que ahí ya se empezaron a escuchar acusaciones de "Gobierno ilegítimo" u "okupa de la Moncloa". ¿Fue clave aquella moción para entender mucho de lo que hoy sucede?
"No solo se ataca al adversario político, sino que se usa una táctica de deslegitimación institucional"
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Sí, es clave. En el libro hago referencia a que estamos inmersos en una polarización de tipo emocional y que otros autores han estudiado en mayor profundidad que yo. Pero hay matices, porque en el caso de España la derecha está inmersa en una estrategia de crispación que viene de la moción de censura. Se acentúa no tanto en las elecciones de 2019, porque la victoria de Sánchez fue bastante clara, sino con las consecuencias y medidas de la pandemia. Recordemos aquellas escenas en el barrio de Salamanca o los discursos de la propia Ayuso. No solo se ataca al adversario político sino que se usa una táctica de deslegitimación institucional. Si dices que es un presidente ilegítimo o hablas de golpes de Estado, gobiernos Frankestein, etc, no solo está erosionando al Gobierno, sino deslegitimando las propias instituciones. Esa estrategia se ha usado en otros momentos, por ejemplo cuando el PP pierde las elecciones tras el 11M o en la última legislatura de Felipe González hasta 1996.
¿Cómo la definiría esa polarización que menciona? ¿Quiénes son los principales responsables? Pedro Sánchez, por ejemplo, siempre habla de una polarización asimétrica.
"Hay una polarización muy emocional. No se explica sin la crisis de 2008 y sus consecuencias"
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Es asimétrica en cuanto a esa estrategia de crispación que comentaba en la pregunta anterior. Es una polarización muy emocional. No se explica sin la crisis de 2008 y sus consecuencias, sin las políticas de austericidio de aquellos años. Aquella crisis ha dejado a muchos votantes con una desafección política importante. Es una polarización en la que son responsables muchos actores políticos. Unos en mayor medida y otros en menos. Pero que también requiere un componente mediático. Hablo también de ello, de cómo los programas de actualidad que surgen ante esa demanda de interés a partir de 2008 lo escenifican muy bien. Aparecen siempre dos bandos de tertulianos. Y luego hay otra pata, la de las redes sociales, que viven también de esa pata emocional.
Defiende que la polarización y la crispación deben dejar paso a una disputa política en la que tenga su espacio el diálogo y la capacidad de grandes acuerdos. Pero el libro no termina de manera muy optimista en este sentido...
Transmito esa idea porque creo que a corto plazo, por lo que comentábamos del propio escenario y los factores que influyen, me parece bastante difícil. Mientras se mantenga un ambiente polarizado los partidos tampoco tienen incentivos para salirse de él porque lo que te repercute electoralmente es entrar en ese juego. Hay otro componente esencial, que es el histórico. La polarización no es exclusiva de España sino que forma parte de la política occidental actual.
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Vamos a hablar un poco de la rebeldía de la ultraderecha y lo que cree que simboliza, por ejemplo, la fiesta de Vox en la discoteca Barceló de la que habla en libro. 'La rebeldía cambió de bando', destaca en un capítulo. Cita hasta a Ignatius Farray y la derecha punk.
Todo esto no quiere decir que los jóvenes se hayan vuelto de derechas en su mayoría, ni mucho menos. La generación de izquierdas que se politiza en 2014-2015 lo hace con Podemos y la que lo hace en 2018-2019 ya tiene a Sánchez en Moncloa como referente. Pero más allá de eso, es evidente que en este contexto de polarización e ira hay unos jóvenes de derechas que han mirado a opciones y formas políticas de la derecha radical y ultraderecha. En este escenario de deslegitimación al Gobierno, esas formas más radicalizadas en apariencia y oratoria es más atractiva para los jóvenes por rupturista. Hemos pasado de aquellos años del 15M a una situación donde lo rebelde para algunos jóvenes son los discursos de Vox o Ayuso.
"Hemos pasado del 15M a una situación donde lo rebelde para algunos jóvenes son los discursos de Vox o Ayuso"
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En el caso español, el discurso de la derecha libertaria, salvo algunos ramalazos, no cala mucho. Hay algunos estudios sobre eso, sobre cómo la derecha libertaria y la izquierda autoritaria tienen poco recorrido. Pero igualmente estamos asistiendo a una generación donde la opción rupturista está en la derecha. Y porque dentro de esa batalla cultural asistimos a un momento en el que la izquierda ha sido caricaturizada como prohibicionista. Pero también la ola feminista ha irrumpido, y hay hijos de sectores privilegiados que ante esa amenaza a sus privilegios optan por esta vía rupturista.
¿Ha seducido la ultraderecha a la clase obrera? Es una de las preguntas del libro. Y una de las preocupaciones de los últimos tiempos.
"En España el voto de la clase trabajadora sigue siendo a partidos de izquierdas y progresistas"
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En el caso español sobre todo tiene mucho de leyenda urbana o de posición interesada. Todo esto de decir que la izquierda se preocupa solo por las cuestiones culturales y no las materiales. En España los datos muestran claramente que es una tesis errónea. Hay gente de clase trabajadora que vota a la derecha por cuestiones identitarias, eso siempre ha existido y existirá. Aquí está la clave de la cuestión, que hay sectores de esos votantes que han optado -por una cuestión igual de priorizar la identidad española ante Catalunya, o que consideran que el PP pasaba por casos de corrupción- por votar a Vox. Pero en España el voto de la clase trabajadora sigue siendo a partidos de izquierdas y progresistas. Hay una clave que explica por qué el PSOE sobrevive a las legislaturas de Zapatero, al surgimiento del 15M o al de Podemos. Es porque su voto se sostiene en la clase trabajadora. Es uno de los factores que explica por qué el sorpasso de Podemos no se llega a producir.