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Trabajar duro durante cuatro años no garantiza ir en listas y poder repetir como diputado

La mayoría de los excluidos reconocen que priman más las afinidades con los aparatos partidistas que una actividad parlamentaria amplia e intensa.

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José Luis Centella (IU), Laura Seara (PSOE), Carlos Aragonés (PP) y Carles Campuzano (CiU). / EFE

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MADRID.- La próxima legislatura parlamentaria en el Congreso de los Diputados y en el Senado que arrancará el 13 de enero tras los comicios generales del 20 de diciembre conllevará una gran renovación de diputados y senadores. Más del 70% respecto a la “plantilla” que ha ocupado los 350 escaños en la Cámara baja y los 266 asientos en la Cámara alta, según estimaciones concienzudas.

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“La afinidad con el aparato de tu partido para ser candidato elegible es lo que ha primado más que nunca, algo que siempre ha existido, pero en esta ocasión más. El trabajo que se ha hecho no sirve para nada”

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Pero otra parte nada desdeñable de los cambios de protagonistas proviene de la composición final de las candidaturas de las formaciones clásicas, especialmente PP, PSOE e Izquierda Unida. La dura batalla electoral que se avecina y los estrechos márgenes que ofrecen los sondeos ha hecho que los aparatos de los partidos más importantes hasta el momento hayan apostado por caras nuevas como primer argumento.

Su caso no es una excepción. El socialista Julio Villarrubia, enfrentado a Óscar López en Castilla y León en peleas orgánicas, también ha sido laminado al no gozar del favor de Ferraz –la sede federal del PSOE–, que apostó por López, más cercano al actual aparato. O el incombustible y pertinaz José Segura –más de 200 intervenciones y 500 preguntas escritas–, látigo de varios departamentos del Gobierno de Rajoy, que tampoco repetirá como candidato. O la madrileña Delia Blanco, o el navarro Juan Moscoso… La lista es larga, bastante larga.

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