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BARCELONA.- La Diada se ha convertido, desde el año 2012, en el espejo en el que se mira el independentismo. Y hoy, en la quinta reivindicación consecutiva promovida por la ANC y Òmnium, los reflejos que ha devuelto iluminan un rostro feliz y satisfecho. Si en 2014 -con la metafórica V de la victoria- el objetivo fue pedir al Govern las urnas (la consulta del 9-N), y la Via Lliure del año pasado ejerció de antesala de unas elecciones de carácter plebiscitario que dieron como resultado el primer Parlament con mayoría independentista de la historia, este domingo centenares de miles de personas han clamado por la culminación "inmediata" del procés, a la que Carles Pugidemont, en su dualidad como President de la Generalitat y participante de la marcha, ha puesto fecha esta mañana en forma de elecciones constituyentes para la segunda mitad de 2017.
No ha sido ésta la movilización que más gente ha sacado a las calles de Barcelona, si bien se ha cumplido con las expectativas y los tramos previstos se han llenado con creces. Tampoco era la intención de los organizadores. El objetivo no era la búsqueda de otra imagen aérea de récord -aunque las hay e impactantes-, de ahí que por primera vez la marcha se haya desarrollado simultáneamente en cinco ciudades de la geografía catalana. Pero la capital ha vuelto a reclamar su protagonismo, y a lo largo de todo el Passeig de Sant Joan -desde el inicio, en el cruce con la Avenida Diagonal, hasta el final, en la Avenida Lluis Companys- se ha vuelto a escenificar el anhelo de una República Catalana que la mayoría de asistentes ven "más cerca que nunca".
El optimismo y la festividad han vuelto a ejercer de motor de un acto multitudinario que ha contado con una performance de lo más original. A través de unos simbólicos puntos de cartón, cada asistente ha podido simular los latidos del procés, alzando la cartulina en un determinando momento y al compás de un hilo musical.
En este sentido, Barcelona ha sido la última en bombear, demostrando que el soberanismo no se ha acomodado y que está más vivo que nunca. A las 17.42 horas, media hora después de que Lleida diera el pistoletazo de salida a una puesta en escena que se ha replicado seguidamente en Berga, Salt y Tarragona, los independentistas congregados en la Ciudad Condal han vuelto a completar un cuadro de unidad, familiar y pacífico, pero igual de exigente para con los políticos que en otras ediciones. Éste era, según los organizadores, el 11 de septiembre de la confirmación del procés y así lo han demostrado quienes han participado masivamente en esta Diada. De hecho, y como ha declarado el presidente de Òmnium, Jordi Cuixar, en el parlamento final, "nunca habíamos llegado tan lejos ni habíamos estado tan cerca".
Desde luego, la movilización independentista de hoy ha puesto el acento en la normalidad -institucional y social- de su reivindicación, por mucho que la impaciencia por ver cumplido su sueño lleve a preguntarse a muchos de ellos si ésta será la última Diada autonómica de la historia o habrá que seguir impulsando nuevas iniciativas de esta índole dentro de un año.
La fiesta del independentismo
En Barcelona, una de las cinco sedes donde se ha desarrollado la manifestación independentista, la Guàrdia Urbana ha estimado que han participado más de 500.000 personas, un dato inferior al de anteriores ediciones pero que, sumado a la convocatoria en otros puntos de Catalunya, podría alcanzar el millón.
Lo que no ha diferido respecto a pasadas Diadas ha sido el ambiente festivo, familiar y altamente optimista de quienes han abarrotado el Passeig de Sant Joan. De hecho, desde primera hora de la tarde, los manifestantes han ido ocupando sus puestos -los que estaban registrados previamente y los que no- para empezar a celebrar con música, castellers, gigantes y coreografías otra jornada histórica.
Como no podía ser de otra forma, la 'estelada' ha sido el elemento más visible entre el río de gente. Capas, camisetas, banderas o gorras, da igual la forma o el tamaño: las cuatro barras con estrella se han encargado de teñir de color la arteria barcelonesa en la que habita el histórico Arc de Triomf.
Aunque logísticamente la puesta en escena era menos ambiciosa, lo cierto es que los asistentes se han encargado de tomársela muy en serio. Una hora antes del inicio del acto, previsto para las 17.14 -la fecha icónica del movimiento-, ya se podían ver a familias enteras y muchos niños saltando y jugando con los puntos de cartón repartidos por los más de 2.500 voluntarios que se han encargado de organizar el dispositivo en las cinco sedes. De hecho, muchas de estas cartulinas han servido para protegerse del sol, que esta tarde se ha tomado la molestia de rebozar cabezas a más de 30 grados.
No han faltado tampoco entre la multitud algunos guiños al estado español en forma de cruces de cementerio clavadas en la calle -"Nos hemos cargado la sanidad", De Alfonso dixit- o pancartas colgadas a lo largo y ancho de la avenida barcelonesa. "Una nación en marcha", "Ni asimilados ni sometidos, independientes" o "Nunca más súbditos de una monarquía" han sido algunas de las más repetidas, haciendo las delicias de quienes han querido inmortalizar a través de fotografías -cualquier otro uso del teléfono era imposible, debido al colapso- todos los detalles de la jornada. Delante del Palau de la Justicia, donde dentro de poco hará un año que acudieron Artur Mas y otros consellers a declarar por el 9-N, también han despertado expectación pancartas como "Ninguna Constitución nos impedirá ser libres", "La democracia está por encima de las leyes injustas" o la más contundente: "Defenderemos a nuestros representantes hasta el final".
A pesar de que, al contrario que en anteriores ediciones, esta Diada no ha contado con una reivindicación política a corto plazo -de hecho ha sido la primera en la que un presidente de la Generalitat ha participado con absoluta normalidad-, muchos de los asistentes consultados han coincidido en reclamar a los políticos "que no nos defrauden". No hay que olvidar que durante muchos días el Govern estuvo bloqueado y que las relaciones entre Junts Pel Sí y la CUP no siempre han sido fluidas. Precisamente los diputados de Junts Pel Sí desplazados al acto han aprovechado para rendir tributo a Muriel Casals, la expresidenta de Òmnium fallecida este año. Lo han hecho llevando escrito su nombre en el reverso de la camiseta oficial de esta Diada, cuyo lema ha sido "A punto".
Durante algunos tramos también se ha amenizado la espera con música en directo, aunque en uno de ellos ha hecho fortuna, a través del altavoz, el discurso del portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, durante la última sesión de investidura. Ha sido una de las primeras ovaciones de la tarde, a la altura de la que se ha llevado un argentino de la asociación Argentinos por la independencia mientras ondeaba una bandera gigante con los colores de la república sudamericana. Preguntado por este diario, se ha limitado a conceder que "si nosotros hace ya siglos que dejamos de ser colonia, los catalanes no deberían de tardar mucho más".
Con el latido final y los parlamentos de los dos líderes de la ANC y Òmnium, Barcelona ha despedido la tradicional movilización independentista de cada año con más música: concretamente, un Cant del Segadors que se ha cantado a capella y a la vez en la capital catalana, Lleida, Tarragona, Salt y Berga mientras más de 60 castells se levantaban ante el asombro de la multitud.
Puede que no haya sido la más concurrida de la historia; puede incluso que no haya sido la más trascendental en términos de urgencia del mensaje. Pero la marcha independentista de este 2016, la primera descentralizada de las cinco celebradas de forma consecutiva, vuelve a poner de manifiesto que pocos asuntos lograrían hacer salir ahora mismo a tantos catalanes a la calle. Y ya no digamos para convertir una reivindicación en una fiesta.
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