Moulay Bouselham, una pequeña población de economía agrícola -exporta plátanos y fresas-, junto a la bella laguna Merja Zerga, en la costa atlántica de Marruecos es, según la ONG APDHA, uno de los lugares principales de salida de pateras hacia España. “Somos un pueblo muy pequeño y la única forma de sobrevivir que tenemos es la de trabajar en el campo. Las condiciones en el campo son horribles… muchas horas, muy duro, sin derecho a nada…. es uno de los motivos por los que migramos la gran mayoría de los niños de aquí” relata Mohamed.
Mohamed no se llama Mohamed. Es un nombre falso que le han puesto para protegerlo los autores del informe Infancia Migrante, presentado esta semana por APDHA (Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía) en Sevilla y que se puede consultar aquí. Mohamed es uno de los menores entrevistados para elaborar el estudio, en el que la ONG concluye, entre otras cosas, que este tipo de migración se puede considerar ya estructural y que, por tanto, el fenómeno ya no se puede abordar más con políticas coyunturales.
Durante 2018 llegaron a España un total de 7.053 menores, casi el doble que el año anterior, de los que 6.063 eran niños que migraron sin compañía de una persona adulta, según los datos de Unicef. Los últimos datos publicados por el Observatorio de la Infancia de Andalucía, de 2017, arrojan que solo un 39% de los MENA fueron acogidos por el sistema de protección andaluz, lo que indica que la Junta de Andalucía deja de proteger a muchos menores cuando causan “abandono voluntario” y que la comunidad autónoma es un lugar de paso, no de destino de los menores.
“Su sueño, al igual que el de su hermano Tarek, era buscar una vida mejor en España”, describen Amín Souissi y Ana Rosado, quienes hicieron el trabajo de campo. “De mi familia nos fuimos mi hermano pequeño, mi hermana que sigue allí y está casada con sus hijos y yo. Yo decidí volver porque después de 10 años entre Huelva y Almería trabajando en los invernaderos, por temporadas, sin dinero y de forma ilegal, echaba mucho de menos a mi padre y a mi madre… se iban a morir, sufrían mucho y no los iba a volver a ver. Me llevé en España 10 años de manera ilegal, no había forma de arreglar los papeles… pero para trabajar en el campo sin contrato… el capataz y hasta la policía hacia la vista gorda” relata Mohamed. La situación administrativa es un obstáculo para acceder a los recursos de protección, pero no para ser objeto de la explotación laboral con la complicidad de los Estados, apostilla la ONG.
Políticas a seguir
Marruecos es el país del que proceden, según el análisis de la APDHA, la mayoría de los menores extranjeros no acompañados (MENA) que llegan a la frontera sur del Estado español, un fenómeno que se repite desde hace más de 20 años (desde 1990 aproximadamente) y que es, según la ONG, “cambiante y dinámico”. Los autores del estudio argumentan, teniendo en cuenta estos datos, que el aspecto más preocupante es “la falta de previsión, planificación, implementación adecuada, coordinación y evaluación de políticas orientadas a garantizar respuestas duraderas en la protección de la infancia”.
“Estas políticas -prosigue APDHA- deberían abarcar desde el momento de la identificación del niño/a en Andalucía en una situación de desamparo, hasta lograr su plena autonomía y emancipación en la etapa adulta en un horizonte de inclusión y garantías en el desarrollo de su proyecto vital. No comprendemos cómo es posible que ante una realidad presente desde hace décadas y, por tanto, una situación estructural y no coyuntural, la improvisación siga siendo el eje vertebrador en la organización y coordinación de los recursos y dispositivos de protección, sin dar soluciones a los nuevos retos que se plantean”.
La ONG lamenta: “Mientras que la UE y el Estado español sigan considerando a la infancia migrante como un problema y no como el efecto desigual de una economía globalizada y deshumanizada o como un derecho, seguirán llegando niños y niñas -cada vez de edades más tempranas- que seguirán poniendo en evidencia el racismo y la xenofobia de sus gobernantes, de las políticas migratorias de la UE y de sus prácticas. Y otros muchos, por la imposibilidad de realizar esta migración de forma legal y segura, perderán su vida intentando buscar una vida mejor”, lamenta APDHA en el estudio.
La influencia de las redes sociales
En todas las entrevistas realizadas, las autoras descubrieron la influencia de las redes sociales -vídeos de youtube, Instagram, Facebook y Twitter-, que influyen en la visión que se tiene sobre la migración y sobre los proyectos migratorios. “A través de estas diversas redes sociales establecen los contactos que les facilitan su proyecto migratorio: conocen los centros donde puedan ser acogidos en condiciones dignas por las amistades que allí se encuentran o contactan con sus familiares que ya han emigrado a otras zonas del Estado español”, escriben en el estudio.
“Muchos chicos se hacen fotos con ropa buena, posando en coches de lujo… es otra de las caras de la migración que, aunque sea mentira porque todos y todas conocemos cuál es la realidad que tienen al llegar a España, influye muchísimo en ellos”, se puede leer en el estudio. Las redes también les sirven a los menores migrantes como conexión con los familiares una vez que emprenden el viaje. “Seguir insistiendo en que uno de los motivos de por qué los menores migran es el desconocimiento de la situación de los países de destino es una falacia, se desmonta fácilmente por las capacidades que demuestran en la estructuración de su proyecto migratorio, gracias en parte a las redes sociales”, dice el informe.
En un contexto social y político marcado por "el malestar general por la falta de acción del Gobierno marroquí en las mejoras de las condiciones de vida de la población, la represión violenta ante manifestaciones pacíficas de la ciudadanía exigiendo derechos y la recién imposición del servicio militar obligatorio, los y las jóvenes no sólo necesitan sentir cubiertas sus necesidades básicas, necesitan sentirse protagonistas de sus propias vidas”. A esto se suma la complejidad de la etapa de la adolescencia en la que los objetivos son muy a corto plazo y la imagen que se proyecta ante sus grupos de iguales es fundamental, apostillan los autores del informe.
El perfil del migrante
APDHA afirma que el perfil de los y las menores que migran sin la compañía de una persona adulta es “complejo y dinámico”, por su evolución en los últimos 20 años -edad y sexo/género- y porque proceden de todas las zonas del país, pero se les puede clasificar “por frecuencia de mayor a menor” de la siguiente manera: "menores con formación académica y nivel económico medio; menores en contextos empobrecidos; menores que acceden al Estado español con visado y posteriormente se quedan; aquellos y aquellas cuyas reagrupaciones familiares se les ha denegado, y menores en situación de calle”.
Las familias, afirma APDHA en el informe, viven la migración como un drama: “En todos los años que llevamos trabajando en Marruecos cada vez que una madre se entera de que su hijo ha cogido una patera para migrar…vienen con una sensación de frustración y preocupación”, se lee en el estudio.
Mohamed y su hermano Tarek, que también emigró siendo menor y regresó tras 5 años sin conseguir regularizar su situación -“llegué con 15 años… no tenía papeles ni nada…. dormía con unos amigos en edificios abandonados, trabajaba en lo que podía… esto no es vida para un niño. Volví porque no tenía nada allí, me aburrí… pero aquí tampoco…mis padres son pobres.... voy a volver a intentarlo”- viven hoy en Moulay Bouselham. Mohamed engancha trabajos precarios y temporales en la agricultura. Tarek trabaja contratado en un negocio. Remata el estudio: “Ambos destacan a la vez la falta de perspectivas de futuro y que es un sentimiento común y permanente, tanto de los que han regresado como los que quieren migrar por primera vez”.
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