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MADRID.- El Tribunal Supremo ha dictado una sentencia que confirma la condena a un médico de urgencias por no atender a un enfermo frente en la puerta principal del hospital Virgen de Altagracia de Manzanares (Ciudad Real), a donde había llegado conduciendo a pesar de sufrir un infarto y chocar contra un coche al desvanecerse.
El médico, B.C.R, tendrá que pagar una indemnización de 100.000 euros a la familia del paciente que falleció en la calle de una parada cardíaca en la puerta del hospital.
La Sala de lo Penal desestima el recurso de casación interpuesto por el facultativo y confirma la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla la Mancha que también condenó al médico por un delito de omisión del deber de socorro al pago de una multa de 2.880 euros e inhabilitación especial para el ejercicio de su profesión durante seis meses.
Según los hechos probados, a la una de la madrugada del 12 de febrero de 2008, la víctima, C.A.M, empezó a sentirse mal en su casa y decidió acercarse conduciendo su propio vehículo al hospital Virgen de Altagracia de Manzanares (Ciudad Real), acompañado de su pareja, E.G.A., que estaba en avanzado estado de gestación. Durante el trayecto, se desvaneció y perdió el conocimiento y su coche chocó contra otro vehículo que estaba estacionado frente a la puerta principal del hospital.
Su pareja salió del coche pidiendo ayuda, y unos vecinos llamaron a emergencias. Dos agentes se personaron donde el enfermo a la 1,20 horas de la noche.
La Guardia Civil, y más tarde la Policía Local, se acercó al servicio de urgencias, solicitando asistencia médica, pero el médico, C.A.M, se negó a salir del hospital, alegando que no podía abandonar el recinto para atender a nadie y que debían avisar al servicio de emergencias del 112.
Persona desamparada y en peligro
Los agentes le ofrecieron la posibilidad de llevarle en su vehículo oficial al lugar donde estaba el paciente, pero el médico volvió a negarse, basándose en los mismos motivos, aunque luego llamó al 112. Además, ignoró la sugerencia del médico del 112 para que saliera del hospital a valorar al paciente.
Una UVI móvil se trasladó a las 2,31 horas hasta la calle que está enfrente de la puerta principal del hospital, donde el médico de dicha Unidad atendió al paciente, que falleció sobre las 3,00 horas de una parada cardiaca.
La Sala de lo Penal rechaza los argumentos del médico que alegó en su recurso que no podía salir del hospital al estar de guardia, que tenía entre 15 y 18 pacientes en observación y que él no denegó la asistencia al paciente porque llamó al 112. También afirmó que cuando le avisaron, la víctima ya había fallecido y que, por tanto, no cabría indemnización por daños morales al no haber una relación de causalidad entre la asistencia omitida y el fatal desenlace. Sobre este extremo, la sentencia señala que “persiste la duda sobre si hubiera sido eficaz la asistencia sanitaria omitida”, lo que determina que deberá indemnizar a la familia del fallecido.
La sentencia destaca que ante una persona desamparada y en peligro manifiesto, situación que fue notificada por los agentes de la Guardia Civil, el médico que atendía el servicio de urgencias se negó a salir del hospital sin que existieran riesgos propios o de tercero, pues meramente indicó que no podía salir del hospital, en alusión a su deber administrativo de permanecer en las dependencias del servicio de guardia.
El médico también basó su recurso en que no estaba obligado a prestar la asistencia requerida fuera del hospital, de acuerdo con el decreto que regula las funciones de los médicos de guardia. En este sentido, la sentencia indica que la obligación de prestar asistencia sanitaria a todos los pacientes que acudan al servicio de urgencias del hospital, con los medios disponibles a su alcance, colaborando con el resto de los servicios hospitalarios en la atención de la urgencia, “no permiten excluir a quien se encuentra a pie de hospital, frente a la puerta principal”.
En este caso la víctima, según la sentencia, se encontraba en la calzada, a pie del hospital, en la puerta principal y aunque es cierto que la puerta estaba cerrada, el servicio de urgencias contaba con celadores que podían trasladarlo y con un médico adjunto que podía supervisar el traslado o bien permanecer en las urgencias, mientras el condenado atendía el traslado.
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