IGUALDAD El Alarde de Hondarribia, la fiesta que discrimina a las mujeres, tensa las calles
Este domingo volverá a realizarse la procesión en la que únicamente los hombres pueden participar como soldados. La compañía mixta Jaizkibel reclama, entre pitidos y plásticos negros, que esta situación termine.
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BILBAO,
En 50 metros de pavimento pueden ocurrir muchas cosas. Si el calendario indica que es 8 de septiembre y usted está en Hondarribia, verá que en ese espacio de vía pública se encierran dos formas diametralmente opuestas de entender las cosas. Observará, por un lado, a mujeres y hombres en la calle empedrada, pidiendo igualdad. A los costados divisará unos gigantescos plásticos negros, acompañados de pitidos y, si ocurre lo mismo que en 2018, gritos e insultos.
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Así, en apenas 50 metros de la Calle Mayor, transcurre una de las escenas más polémicas que sigue ofreciendo esta localidad guipuzcoana de 17 mil habitantes. Este domingo, Hondarribia volverá a escenificar la división que este acto festivo provoca entre su gente. Habrá emoción, y también tensión.
Una vieja tradición
La historia se remonta a un lejanísimo 1638. El 1 de julio de aquel año, “Hondarribia fue cercada por las tropas del Rey Luis XIII de Francia al mando del Príncipe de Condé”, señala la Fundación Alarde en su página web. “En los primeros días del asedio, los hondarribiarras, reunidos en la Parroquia, juraron a la Virgen de Guadalupe que si por su intercesión lograban librarse, se lo agradecerían anualmente yendo en procesión a su Santuario situado en el promontorio de Olearso”, recuerda.
Y así fue. “La ciudad resistió durante 69 días, levantándose triunfal el sitio el 7 de septiembre de 1638”. Fieles a su promesa, “los hondarribiarras vienen cumpliendo el Voto año tras año con una procesión cívico-religiosa, escoltada por Paisanos Armados y que popularmente es conocida como El Alarde”, indica la fundación. El acto se organiza cada 8 de septiembre.
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Hombres soldados, mujeres cantineras
En el desfile oficial hay unos roles claramente asignados. Los hombres tienen reservado el papel de soldados, mientras que las mujeres únicamente pueden hacerlo como cantineras. “El alarde es una rememoración histórica con unas connotaciones sentimentales que hemos mamado de nuestros antepasados. Las niñas se ven en el espejo de las cantineras, y los niños queremos ser como los varones que desfilan en el alarde. ¿Son roles concretos? Sí, pero ha sido siempre”, señala a Público Iñaki Sagarzazu, burgomaestre del Alarde de Hondarribia.
A su juicio, “resumirlo a un tema de hombres y mujeres es simplificarlo erróneamente”. “Ocurre que los hombres somos los que principalmente participamos, y mayoritariamente las mujeres de Hondarribia defienden este modelo”, subraya. En cualquier caso, desde la fundación reconocemos que hay otras formas de entenderlo y que tienen derecho a desfilar como quieran”, añadió Sagarzazu. Defendió además que en Hondarribia “las mujeres siempre han decidido lo que han querido” y subrayó que se trata de un acto marcado “por la celebración y cumplimiento de la promesa a la Virgen de Guadalupe”.
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Sin embargo, en 1993 surgieron voces discrepantes con ese discurso. “Hace 26 años, unas mujeres del pueblo se miraron entre ellas y se preguntaron: ‘¿por qué no podemos salir con nuestros padres, hermanos y amigos en la misma compañía? A partir de entonces empezaron a organizarse”, afirma Oihana Etxebarrieta, capitana de Jaizkibel, la compañía mixta que cada año sale a la calle para reivindicar la participación de las mujeres en igualdad a los hombres. Actualmente, Etxebarrieta se desempeña además como parlamentaria de EH Bildu en la cámara autonómica.
Enfrentamientos
Mientras Hondarribia se preparaba para un nuevo alarde, la portavoz de Jaizkibel advertía sobre las “imágenes de intolerancia” y los “intentos de amedrentar una petición legítima” que se producen en la Calle Mayor, el tramo más duro del desfile. Cuando la compañía integrada por mujeres y hombres pasa por allí, quienes se encuentran en las aceras despliegan plásticos negros y sacan carteles a favor del alarde tradicional. “Es una agresión organizada”, dice Etxebarrieta.
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El colectivo Hondarribiko Emakumeak (Mujeres de Hondarribia), integrado por partidarias del desfile sin presencia de mujeres en el papel de soldados, rechaza esas acusaciones. “Poner un plástico negro y gritar un eslogan es libertad de expresión”, afirma su portavoz, Ainara Canoura, quien asegura además que “la violencia surge desde la manifestación”, refiriéndose al desfile de Jaizkibel.
Así las cosas, en los últimos meses hubo un intento serio de buscar un acercamiento entre ambas partes. El ayuntamiento de Hondarribia –en manos del PNV– contrató a Jenny Pearce, una experta que llegó a participar en el proceso de paz colombiano, para que procurase destrabar la situación en Hondarribia. Sin embargo, todavía queda camino por recorrer: a principios de agosto Pearce emitió un comunicado en el que destacó que “aún se necesitaba más tiempo y trabajo para abordar las bases del diálogo y trabajar para que ese encuentro se desarrolle de modo tranquilo y fructífero para todas las partes”. La mediación se retomará después del desfile de este domingo.
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¿Qué dicen las instituciones?
La capitana de Jaizkibel sostiene que las instituciones “locales, forales y autonómicas” no han tenido un “posicionamiento claro” en torno a este tema. Etxebarrieta pone de relieve el apoyo de Emakunde (Instituto Vasco de la Mujer) y del Ararteko (Defensor del Pueblo), al tiempo que lamenta que el ayuntamiento “ha tenido todos estos años un trato favorable” hacia el alarde tradicional.
En efecto, tanto Emakunde como el Ararteko han realizado pronunciamientos a favor de la participación de las mujeres en igualdad de condiciones. “A día de hoy subsiste en Hondarribia lamentablemente un problema de vulneración de derechos de igualdad de las personas que continúa irresuelto”, advirtió el Defensor del Pueblo del País Vasco en 2015.
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Por su parte, en la Fundación Alarde –organizadores del acto tradicional se aferran a una resolución del Tribunal Supremo de 2007, en la que los jueces dictaminaron que en el desfile no se producía una “discriminación por sexo” ya que se trataba de una “actividad privada”. La historia de Hondarribia sigue abierta.