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Cartas de amor y esperanza en una cárcel franquista a la espera de tu fusilamiento

Cuatro cartas encontradas en la fosa común 127 del cementerio de Paterna han permitido identificar a un represaliado de la dictadura y contactar con sus descendientes, que ahora conocen mejor la historia de su abuelo. La correspondencia en las prisiones entre condenados a muerte y sus familias muestra cómo eran las últimas horas de vida de las víctimas de la represión franquista. Recuperamos otros tres casos en los que se conserva la correspondencia entre fusilados y familias.

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Las cuatro postales que fueron encontradas en el bolsillo de Francisco González, fusilado por el franquismo en 1940.- EUROPA PRESS

MADRID, Actualizado:

Francisco González era zapatero en Benimàmet (València). Y terrateniente. Tenía tierras y propiedades. De familia de bien. Tampoco se le conocían simpatías políticas. No era ni de izquierdas ni de derechas, según cuenta a Público su nieto, Francisco Sanz. Pero dio igual. Fue fusilado en Paterna en el verano de 1940, ya terminada la Guerra Civil, por las fuerzas franquistas. Sus restos fueron tirados a una fosa común en el cementerio de la localidad valenciana junto a otras 2.238 víctimas de la represión franquista. En su fosa, la 127, había 148 cuerpos. Pero hay un detalle que ha permitido identificar a Francisco antes que al resto. Cuando este zapatero, y terrateniente, se enfrentó al pelotón de fusilamiento guardaba un secreto entre los bolsillos de su chaqueta. Cuatro postales que había recibido durante su estancia en prisión. Una de ellas era de un amigo, Antonio Pons. Las otras tres llevaban como remitente a su mujer, Nieves Monzó

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El miércoles pasado, casi 80 años después de su fusilamiento, el cuerpo de Francisco fue recuperado por la Asociación de Víctimas del Franquismo de la Fosa 127 y la Diputación de València. Los investigadores encontraron en ese momento las cuatro misivas. La enviada por su amigo es prácticamente ilegible. Está escrita a boli y la tinta ha desaparecido. Las otras tres, las escritas por su mujer a lápiz, han conservado la letra. Francisco las había envuelto en un pequeño plástico. No quería perder las cartas de su esposa. Ese plástico ha permitido que las misivas se conserven a la perfección a pesar de los 79 años de olvido y sepultura. 

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"Son las de una mujer desesperada por sacar a su marido de la cárcel y de una muerte casi segura. Cuenta que ha contactado con un juez, que ha hablado con vecinos y que está consiguiendo avances para poder sacarlo. En otra le dice que le va a llevar una cuchara, un plato y una manta para que no pase frío. Son cartas que reflejan el día a día de una mujer y el cariño que le tenía. Hay que tener en cuenta que son postales, que no son sobres cerrados, por lo que tampoco se podía contar mucho para poder burlar la censura", narra a Público Juan José González, presidente de la Asociación de Víctimas del Franquismo de la Fosa 127.

Este pasado fin de semana, el presidente pudo entregar las cartas a los descendientes de Francisco, quienes han podido ser identificados gracias a estas postales y su difusión en redes sociales. El hijo de Francisco, de hecho, continúa con vida. Tiene 85 años y un estado de salud muy frágil. Está ingresado en el hospital y aún no conoce la noticia. Francisco Sanz, nieto de Francisco González, señala a Público que encontrar estas cartas ha sido como "volver a nacer"

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Los nietos del fusilado encontrado en la fosa 127 de Paterna

"Hemos vuelto a nacer. Tanto mi abuelo fusilado como todos los demás. Ahora conocemos más detalles de nuestro pasado. Sabemos del cariño de mi abuela hacia mi abuelo y cómo luchó por salvar su vida", cuenta. El nieto apenas sí conocía algunos detalles de la vida de su abuelo gracias a lo que su padre, que tenía seis años en 1940, le había podido contar. "Éramos una familia bien posicionada económicamente. Mataron a mi abuelo por represión económica. Alguien quería las propiedades que teníamos nosotros. El franquismo mató a mi abuelo una vez terminada la guerra. Los franquistas actuaban como terroristas". 

Ahora, la familia acudirá a Madrid al Archivo Militar en busca de la Causa General para recuperar el expediente de su padre y comprobar cuál fue "la excusa oficial" del franquismo para asesinar a este hombre. Ellos inciden en que no fue por política: "No pertenecíamos a ningún bando". "Le daremos un entierro digno, un lugar donde poder ir a dejarlo flores. A recordar y celebrar su vida", sentencia Sanz. 

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Matrimonio el mismo día de tu ejecución

El caso del zapatero y terrateniente de Benimàmet es especial. No es habitual que junto a los cuerpos de represaliados aparezca su correspondencia. Sobre todo, cuando el fusilado ha estado preso en una cárcel franquista. Habitualmente el preso que es fusilado es despojado previamente de sus pertenencias. Y es aún menos menos habitual que, como en este caso, esa correspondencia sea legible. 

Habitualmente el caso es inverso. Es decir, las familias guardan como un tesoro las cartas que recibían de sus familiares presos. Cartas que salieron de una cárcel franquista a la espera de una ejecución que tarde o temprano llegaría en forma de fusilamiento en nombre de dios y de España. Es el caso de Arturo Lodeiro, cuya historia publicó este medio en 2012. Lodeiro fue fusilado el mismo día de su boda. De hecho, este hombre y Julia, su mujer, nunca se vieron presencialmente como marido y mujer. Se casaron en articulo mortis. Era el 27 de abril de 1940 y Arturo llevaba ya 10 meses encarcelado por estar afiliado a la CNT. Los dos tenían una hija de dos meses. 

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Arturo y Julia antes de la Guerra Civil que truncó sus vidas.- CEDIDA POR LA FAMILIA.

En su última carta, horas antes de ser fusilado, Arturo daba cuenta a Julia de su última voluntad. “Adorada esposa: En este momento realizo mi voluntad por lo cual puedo llamarte al final de mi vida, esposa mía, y a mi niña, hija verdadera. A pesar de que los momentos no son de los más agradables, al menos me cabe la alegría de haber cumplido contigo como Dios manda. Ya, querida nenita, puedes llamarme esposo, y cuando hables a nuestra Julina de mí, le digas que su papaíto la quería mucho por ser hija tuya y por quererte como jamás quise. Tú, Julia mía, procúrate una relativa y sana felicidad. No le des a mi nena un padre que sea malo”, escribe Arturo.

Julia guardó durante toda su vida las cartas que su esposo le escribió en diminutos papeles de tabaco de liar que le entregaba cosidos en los pantalones como si de diamantes se tratara. También cumplió con el deseo de Arturo de darle a su hija un "padre que no sea malo". Algunas eran de amor, otras trataban la realidad de la cárcel y otras, regañaban a Julia. “Nena, te tengo dicho que no me mandes comida. Sé que tú no tienes y no puedo tolerar que tú pases hambre. No vuelvas a hacerlo”, insiste Arturo a Julia.

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“No le eduques en la venganza hazle saber la necesidad que tiene de querer”

Sin embargo, gran parte de los diminutos mensajes de Arturo a su mujer iban dirigidos a la educación de la pequeña recién nacida. “No le eduques en la venganza hazle saber la necesidad que tiene de querer”, escribe el hombre, cerrajero de profesión, quien insistió vehemente en que Julia no guardara rencor a nadie por su ejecución: “Ya sabes que no quiero rencores, acepta esto con la mayor resignación y considéralo como lo que es, un error".

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Las cartas fueron recuperadas por la nieta de Arturo y Julia, que también se llama Julia, que hizo llegar a este periódico las imágenes de sus abuelos antes de la Guerra Civil, cuando solo eran un par de jóvenes enamorados con planes para disponer de un futuro en común. Pero el levantamiento militar de 1936 lo mandó todo al carajo. “Cuando le preguntaba a mi abuela por él, por mi abuelo, resumía su carácter con una anécdota. Un día de invierno Arturo llegó a casa sin chaqueta y cuando mi abuela le preguntó que dónde estaba el abrigo él respondió que se lo había dado a uno que tenía más frío que él”, cuenta Julia, la nieta, a este medio.  

"No se verán nunca hartos de sangre"

El republicano Florencio Soto utilizó un sistema similar al de Arturo para hacer llegar sus cartas a su mujer, Modesta. Tal y como cuenta Toledo Diario, Florencio escribió a su mujer horas antes de su fusilamiento, el mismo 22 de julio de 1940, desde la cárcel de Toledo. Dejó el papel escrito en el forro de su propia ropa. El objetivo era evitar la censura franquista y poder enviar un sincero adiós a su mujer.

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Florencio, por ejemplo, aprovechó las líneas para pedir a su mujer que no guardara "luto" por él ni tampoco llorara en público ya que lo único que conseguiría es que los franquistas "se alegren" cada vez que la vean vestida de negro o llorando. 

"No se verán nunca hartos de sangre mientras que estén en el poder"

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Este hombre, jornalero de profesión, lamenta en su carta no pasar a ser la última víctima de la represión franquista: "No se verán nunca hartos de sangre mientras que estén en el poder. Seguirán con lo mismo. Ya son cuatro años de inquisición y siguen con la misma táctica, como si hubiera empezado la lucha ahora mismo". De hecho, en su última carta, dice que siempre ha habido vencidos y vencedores pero que jamás había existido un "ensañamiento" como el de los franquistas contra los republicanos.

También rechaza que los franquistas se autodenominen como los únicos españoles. "Me siento tan español como el que más", escribe en una carta en la que también espera que su sangre, la de todos los republicanos asesinados, sirva en un futuro para que las clases trabajadores se levantan contra "el mundo privilegiado" para exigir justicia. 

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Xosé Humberto Baena: "Ver la muerte de frente

No le faltaba razón a Florencio cuando decía que los franquistas "no se verán nunca hartos de sangre mientras sigan en el poder". De hecho, los tres casos contados en este reportaje hasta este párrafo responden a la represión franquista inmediata a su victoria en la Guerra Civil. Son tres casos que datan de 1940. Pero la represión continuó durante toda la dictadura. Mutó en su forma, evolucionó en sus maneras, pero siguió existiendo. También, aunque menos extendida, con asesinatos y ejecuciones. Prueba de ello, es la carta de Xosé Humberto Baena, uno de los últimos cinco fusilados por el franquismo, envió a su familia.

Baena, de 25 años y militante del FRAP (Frente Revolucionario Antifacista y Patriótico), fue fusilado la noche del 27 de septiembre de 1975. Aquella fatídica madrugada, que tiempo después el cantautor Luis Eduardo Aute bautizaría como la noche más larga, serían fusilados también los mimebros del FRAP José Luis Sánchez-Bravo (21 años); y Ramón García Sanz (27 años), y los miembros de ETA Juan Paredes Manot 'Txiki' (21 años) y Ángel Otaegui (33 años).

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Durante su última noche con vida, Baena escribió una carta a su familia. Horas después, sería fusilado por un pelotón de policías y guardias civiles que se habían presentado voluntarios a tal efecto en Hoyo de Manzanares. La carta, que ya es Historia de este país, decía lo siguiente: 

"Papá, mamá: Me ejecutarán mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero que la vida sigue. Recuerdo que en tu última visita, papá, me habías dicho que fuese valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente". 

Portada de la prensa de la época.

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